
La Paz, 26 de abril de 2025 (ANF) .- Delegaciones de decenas de países, jefes de Estado, líderes de otras confesiones religiosas y miles de fieles se reunieron en la Plaza de San Pedro para dar el último adiós al Papa Francisco, el Sumo Pontífice que hizo de la misericordia, la fraternidad y la apertura el hilo conductor de su vida y de su misión.
La homilía, pronunciada por el Cardenal Giovanni Battista Re, Decano del Colegio de Cardenales, no solo evocó la figura cercana y profundamente humana de Francisco, sino que subrayó su legado: la construcción de una Iglesia como casa de todos, "una casa de puertas siempre abiertas", como Francisco siempre repetía.
“A pesar de su fragilidad y sufrimiento final, el Papa Francisco eligió recorrer el camino de la entrega hasta el último día de su vida terrenal”, recordó el Cardenal Re, haciendo eco del Evangelio que marcó su servicio: “Pedro, ¿me amas?... Apacienta mis ovejas” (Juan 21,16-17).
El Cardenal indicó que el Papa desde su elección en 2013, cuando optó por el nombre de Francisco inspirado en san Francisco de Asís, Jorge Mario Bergoglio dejó claro el espíritu que guiaría su pontificado: cercanía a los pobres, defensa de los marginados, denuncia de las injusticias, y una profunda sensibilidad a los dramas del mundo contemporáneo.
También resaltó que la misericordia, proclamada con fuerza en el Jubileo Extraordinario de 2016, fue para Francisco “el corazón del Evangelio”. A ella sumó su llamado constante a construir la fraternidad humana, como expresó en su encíclica Fratelli tutti y en el histórico documento firmado en Abu Dabi: “Todos pertenecemos a la misma familia humana”, recordaba incansablemente.
El Cardenal Re también evocó su incesante clamor por la paz, su defensa de la “casa común” en Laudato si’ y su lucha contra lo que llamaba la “cultura del descarte”. Ante las guerras, recordó que Francisco fue siempre voz de conciencia: “La guerra siempre deja al mundo peor de como era en precedencia: es para todos una derrota dolorosa y trágica”.
Asimismo, se mencionó la espontaneidad, ternura y firmeza del Papa Francisco quien llevó el Evangelio a todos los rincones, hablando a creyentes y no creyentes con palabras sencillas, ricas en imágenes y metáforas. Enfatizando su carisma de acogida, su capacidad de escucha, y su fe profunda en la fuerza transformadora del encuentro que marcaron una época.
“Querido Papa Francisco, ahora te pedimos a ti que reces por nosotros”, concluyó el Cardenal Re, encomendando el alma del Pontífice a la inmensidad del amor de Dios.
Finalmente, el féretro del Papa Francisco fue trasladado a bordo del papamóvil y recorrió las calles de Roma hasta la Basílica Papal de Santa María la Mayor. Este gesto permitió que miles de fieles, incluidos migrantes, refugiados y personas marginadas -a quienes el Pontífice siempre mostró especial atención-, pudieran despedirse de él por última vez.
El ataúd descansa ahora cercano al icónico de la Virgen Salus Populi Romani, en una sepultura humilde, en cumplimiento de la última voluntad del Papa Francisco: descansar cerca de la imagen mariana que honró con profunda devoción a lo largo de su pontificado.
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