
En el marco de su pensamiento, Mario Vargas Llosa entrelaza libertad y liberalismo, defendiendo que la una no puede escindirse de la otra sin perder su esencia. Para él, la libertad es como un principio unificado que se manifiesta en tres dimensiones: la política —donde se llama democracia—, la económica —donde se traduce en mercados libres— y la cultural, sin fragmentarse jamás. Su propia travesía intelectual transita desde el influjo revolucionario de Sartre y la experiencia cubana hacia el pensamiento de autores como Adam Smith, Friedrich Hayek e Isaiah Berlin, lo que refleja su convicción de que el liberalismo —lejos de ser un dogma rígido— constituye un sistema de ideas dinámico, capaz de fomentar el debate, el progreso y el diálogo. Y observa en América Latina, con sus democracias inestables y mercados emergentes, la prueba de que abrazar el mundo hacia una integración global aceleraría el camino hacia la prosperidad.
La faceta más interesante de su vida, para nosotros los liberales, seguramente es su aporte al liberalismo. Vargas Llosa adopta una visión liberal clásica, influenciada por Adam Smith y Friedrich von Hayek, que defiende el mercado libre como motor del progreso, la propiedad privada y la limitación del Estado en la economía. Rechaza la planificación económica —socialista o keynesiana extrema—, argumentando que conduce a la pérdida de libertades individuales; asimismo, su oposición a la nacionalización bancaria en Perú en 1987 es un claro ejemplo. Acepta la desigualdad como resultado natural del talento y el esfuerzo, y aboga por un Estado mínimo pero eficaz, enfocado en garantizar seguridad, justicia y oportunidades, sin monopolizar servicios: en defensa de la educación privada.
Vargas Llosa fue un artista entre lo cultural y lo académico, que popularizó las ideas liberales en América Latina —una región con tradición estatista—. Destacó el papel del individuo frente al Estado y la importancia de instituciones que limiten el poder arbitrario. Valoró la democracia representativa como sistema que protege las libertades formales, los derechos humanos y el pluralismo frente a regímenes autoritarios como el fascismo y el comunismo. Además, rechazó el "espíritu tribal", desde los nacionalismos hasta las ideologías totalitarias, que anulan al individuo en favor de la masa, siguiendo a Popper y Berlin.
Su evolución desde el marxismo juvenil hacia el liberalismo se explica por experiencias como el desencanto con la URSS, el "caso Padilla" en Cuba y la influencia de pensadores como Aron y Revel. En su obra literaria —La fiesta del Chivo—, expone las estructuras de poder y las consecuencias del autoritarismo, vinculando literatura y reflexión política.
Vargas Llosa se convierte en el puente entre la cultura y la economía política; su legado trasciende lo literario para consolidarse como un referente en la batalla contra el autoritarismo y el dogmatismo en América Latina. También reconoce puntos de encuentro con la socialdemocracia en temas sociales.
En su obra "La llamada de la tribu", reflexiona sobre algunos pensadores que moldean su postura. De Popper, reflexiona acerca de lo colectivo —como el comunismo— que lleva a regresiones autoritarias y sacrificios de la libertad. De la Influencia de Isaiah Berlin, valora la defensa tanto de la libertad negativa (ausencia de coerción) como de la positiva (capacidad de actuar), aunque reconoce sus tensiones entre ambas. De Ortega y Gasset, destaca la importancia de la libertad intelectual y la democracia como antídotos contra el "hombre-masa" y el populismo. De Revel, rescata la idea de que la libertad económica es inseparable de la política. Rechaza finalmente, todas las utopías totalizadoras de Platón y Marx, que pretendían imponer una única "verdad" política. Y ve en la cultura liberal occidental — como EE.UU. y Europa— el mayor logro civilizatorio, a pesar de sus imperfecciones.
Vargas Llosa fue un grande, su obra seguirá siendo un antídoto contra los populismos y una defensa de la libertad individual como eje del desarrollo en este lado de América y en el mundo.
La autora es Economista, Politóloga y profesora universitaria.