Operativo en Apolo. Foto archivo
La Paz, 8 de diciembre (ANF).- Juan Bascopé Cari tiene 49 años y desde hace más de seis vive cada día con sufrimiento. Su cuerpo es consumido por las secuelas de la tortura. Tiene dolores intensos en hombros, ombligo, cabeza y muñecas. Está recluido de manera preventiva en el penal de San Pedro de La Paz desde hace 78 meses, acusado de ser el autor material de cuatro muertes –efectivos de la Fuerza de Tarea Conjunta (FTC) en un operativo de erradicación de coca en Apolo-. La Fiscalía no presentó suficientes evidencias en el caso.
Bascopé lamenta que el Ministerio de Gobierno, dirigido por Carlos Romero en 2014, junto al Ministerio Público, lo haya acusado sin pruebas destrozando así su vida y la de su familia, hasta dejarlo sin nada y en la miseria. Espera que el Estado algún día reconozca este abuso.
“Creo que soporté todo, absolutamente todo y al mismo tiempo pienso que un día obtendré una reivindicación por parte de mi país, que en algún momento abusó de mi con todas sus fuerzas”, dice Bascopé en una carta escrita desde su celda en San Pedro.
Bascopé fue detenido el 17 de julio de 2014, en el municipio Mapiri, en La Paz, por efectivos policiales y militares. Durante tres días de operativos investigativos estuvo a merced de estos funcionarios –sin su familia ni un abogado defensor de confianza-, que lo sometieron a torturas y tratos inhumanos, crueles y degradantes para buscar que se autoinculpe. Durante esas 72 horas, los fiscales le hicieron firmar papeles en blanco y consintieron el maltrato a Bascopé, según la denuncia que es parte de un juicio por tortura. El Instituto contra la Tortura y expertos internacionales certificaron las secuelas de los tratos inhumanos que recibió Bascopé.
Según los informes generados por las organizaciones de Derechos Humanos, a través del ejercicio maligno del poder, la tortura es la manera más brutal de someter la integridad física y mental de una persona, es instalar en su interior la marca indeleble de un daño permanente, es despojar a un ser humano de su dignidad y confianza en el otro, es buscar quebrarlo y dejarlo intencionalmente como un fantasma.
A Bascopé le cuesta hablar de los daños sufridos. Referirse al tema lo estresa y le genera un repentino y agudo dolor de cabeza que lo paraliza. Sentado en la cama de su celda, con un físico delgado y demacrado, parece un hombre con 10 años más encima. Los años en los que gozaba de una buena salud y holgura económica se han ido. Sus días de próspero apicultor en sus predios de Apolo solo son parte de un dulce recuerdo.
“A la fecha tengo secuelas terribles de la tortura, me duele la cabeza, tengo mareos, no puedo desenvolverme. Además, tengo problemas psicológicos”, refiere.
A todo este sufrimiento se suman los graves perjuicios a su familia. El dinero para el bienestar y la educación de sus hijos fue consumido por todo lo que conlleva costear un proceso penal y sus consecuencias entre funcionarios corruptos y una justicia que tiene precio.
“Mis hijos no pudieron seguir con sus estudios, mi familia quedó en el abandono, mi nieto falleció y extrañamente mi abogado Rilver Velasco falleció el 15 de diciembre de 2015”, cuenta.
Un rápido recuento de la pérdida patrimonial muestra la situación económica por la que atraviesa Bascopé. No faltaron quienes hicieron leña del árbol caído, vecinos de Apolo y examigos a quienes reconoce con nombre y apellido. “Perdí mi quiosco del barrio María en el mercado 3 de Mayo, en la comunidad de Copacabana de Apolo; perdí mis colmenas que eran en total 750 y estaban en producción, llenas de miel, que fueron trasladadas por otra gente en camionetas y taxis; también tomaron posesión de mis lotes, árboles, también poseía inciensales (árboles de incienso) que producían 10 quintales de incienso por cada cosecha, de eso se están apropiando Genaro Escobar Amos y Sergio Avelino Cari; por otro lado, tenía veta de oro que descubrí el año 2006 y esa veta está siendo ocupada por Aldo Chambi Silva”.
El deterioro de su salud por agentes del estado es un gran costo que debe ser asumido solo por él y su familia. Esta situación se hace aún más crítica al estar en la cárcel, y a dónde el estado ni la justicia llegan.
“Mi familia ha tenido que vender todo su ganado, pollos y chanchos para ayudarme para mi salud, todos aportan para recuperarme; mi familia vive en alquiler y paga Bs 650 mensuales, yo en la cárcel también pago alquiler y tengo muchos gastos por mi salud, no puedo trabajar por los fuerte dolores que tengo en las costillas, el omoplato, clavícula y la espalda”, señala Bascopé que se encuentra en un estado calamitoso.
Se sometió a muchos exámenes médicos con recursos propios y la colaboración de algunas instituciones que no llegaron a un tratamiento efectivo por el abultado presupuesto que significaba costear los medicamentos. Hasta la fecha se sometió a varias intervenciones quirúrgicas, tres de ellas al ojo derecho para que le extraigan un tumor formado por los golpes que le asestaron sus agresores. El proceso por tortura contra esos funcionarios no avanza por el entrampamiento de la propia fiscalía, según la denuncia presentada por Bascopé.
La ruta del dolor
Tras su detención el jueves 17 de julio de 2014, Bascopé fue llevado a las oficinas del CEIP (Centro Especial de Investigación Policial (CEIP) en Alto Seguencoma, ciudad de La Paz. Unos 25 efectivos con ropa de camuflaje arremetieron contra él. Bascopé reconoce a algunos de sus captores y torturadores y hasta a fiscales y a autoridades de gobierno que consintieron el daño brutal al que fue sometido.
“Me golpearon brutalmente y me dejaron inconsciente”, recuerda Bascopé. La primera golpiza la recibió temprano por la mañana de ese 17 de julio. Horas después vendrían las más crueles.
“Aparecí sentado en el sillón de una oficina escoltado por unos militares, estaba totalmente golpeado y ensangrentado, es ahí que el capitán (de policía) Andrés me hace firmar varias hojas en blanco”, refiere.
A eso de las 11.00 fue traslado al penal de San Pedro de La Paz, para ingresarlo, pero no fue posible. Mientras esperaba en la puerta, para calmar su dolor le dieron morfina. Fue llevado nuevamente al CEIP. En el camino, la tortura sicológica comenzó. “Me intimidaban diciéndome ‘tu mujer y tu hija están en (la cárcel de) Obrajes, están siendo violadas’, eso me decían para que me auto incrimine”, relata.
A las 17.00 del mismo día, el capitán Andrés ingresó al ambiente del CEIP donde se encontraba recluido, le tapó la cara con una gorra y lo subió al gimnasio donde lo esperaba el policía Mauricio Rojas.
“Me hizo arrodillar, me amarraron los pies y con una bolsa me taparon el rostro, trataron de matarme, ellos decían que el viceministro (Jorge Pérez) dio la orden de que me maten, volvieron a golpearme tanto que nuevamente quedé inconsciente”, recuerda. Cuando despertó, estaba custodiado por dos policías. Dice que aún recuerda las palabras de esos efectivos: “No te pueden tratar así, qué te han hecho”, y le invitaron una galleta. Bascopé no había comido ni tomado agua desde la mañana.
Ese mismo día, en horas de la noche, recuerda que llegaron hasta el CEIP los fiscales Luis Ferrufino Castellón, Gregorio Blanco y el investigador Mauricio Rojas Rodríguez, para tomarle su declaración. Rojas transcribió su declaración y luego ordenaron que fuera llevado a la terraza de la casa para “que muera de frio ese perro”.
“Yo supliqué para que no me lleven y me metieron a una celda, me esposaron en la catrera”, dice.
A las 04.00 del viernes llegaron al CEIP unos 80 militares, sacaron armas y municiones y lo llevaron al aeropuerto de la Fuerza Aérea, en El Alto. “Volvieron a amenazarme y amedrentarme, yo pregunté ‘adónde me llevan’, y dijeron: ‘vamos a ir a Apolo en un avión Hércules’”.
Sus captores le impusieron un supuesto abogado de nombre Reynaldo, del cual no recuerda el apellido. El investigador Mauricio Rojas, policía, le hizo firmar papeles en blanco, para luego subirlo a un helicóptero donde estaban, según recuerda, el coronel Víctor Hugo Lizarazu Cuellar, un fiscal del gobierno y el piloto y copiloto. En vuelo, por la cumbre, Bascopé fue víctima de amenazas de muerte por parte de Lizarazu. El funcionario lo amenazó con lanzarlo desde el helicóptero en vuelo cuando se encontraban por la cumbre. La intención del policía se vio frustrada por el cambio repentino del clima. Una nube negra y densa impedía la visibilidad por lo que la aeronave tuvo que regresar a su base en El Alto.
Pese a estar temblando de dolor, relata Bascopé, y sin haber comido ni probado agua desde su aprehensión, fue subido a una vagoneta rumbo a Apolo. Llegaron a la 01.00 de la madrugada del sábado. Los policías conminaron a Bascopé a que los lleve donde su sobrino que vive en el barrio Caupolicán.
“El coronel Víctor Hugo Lizarazu Cuellar y Mauricio Rojas apresaron a mi sobrino Nelson Flores y lo subieron a la camioneta donde le iniciaron una golpiza que lo dejó inconsciente, lo golpearon y le hicieron desmayar”, señala.
Después se dirigieron a la localidad de Miraflores, lugar del enfrentamiento entre cocaleros y efectivos de la Fuerza de Tarea Conjunta (FTC), hace siete años, que dejó cuatro fallecidos. “Requisaron mi casa y no encontraron nada, ante ello el viceministro Pérez dice refiriéndose a mí: ‘mátenlo a este perro’ y vuelven a golpearme hasta dejarme ensangrentado e inconsciente”.
Al volver rumbo a La Paz, a la altura de la tranca de Achacahi, a eso de las 21.00 del mismo sábado, recuerda que el viceministro de gobierno Jorge Pérez, pregunta: “¿Dónde está ese perro? bájenlo del auto, mátenlo y bótenlo”.
“Yo lo único que hice es ponerme a llorar, creí que me iban a matar, oré con todas mis fuerzas”, dice.
Luego lo cambian a otra vagoneta Land Crussier de color blanco, donde estaba el investigador Romel Gonzalo Álvarez Coarite y Mauricio Rojas Rodríguez, y en los otros asientos había efectivos de los Diablos Rojos de Cochabamba. “Me golpearon con un fierro diciéndome ‘tú has hecho matar a mis camaradas’, ahí me rompen las costillas y me torturan desde la tranca de Achacachi hasta llegar a la FELCC de El Alto; ahí me ponen contra la pared, estaba parado con un solo pie, el capitán Andrés, Mauricio Rojas y el suboficial Nicolás me vuelven a pegar en presencia del fiscal Luis Ferrufino Castellón quien no decía nada.
Juan Bascopé ingresó al penal de San Pedro el lunes 21 de julio de 2014 y desde entonces permanece ahí. Sus afecciones producto de las torturas no fueron tratados a tiempo, incluso el médico del penal, Harold Reyes, se negó a revisarlo para no registrar las torturas. Solo trataron de paliar su dolor con calmantes y a los 10 meses de reclusión a tanta insistencia los médicos penitenciarios accedieron a hacerle una revisión, pero ya fue tarde. Bascopé afronta graves secuelas de la tortura. Hoy tiene dolores crónicos en cabeza, pecho y hombros, así como en las muñecas de sus manos. Bascopé pide justicia. Hasta la fecha continúa su juicio y es el único recluido por el caso. Espera que algún día su país le devuelva todo lo que le quitó.
“Mis pérdidas son enormes, son cuantiosas, espero que algún momento pueda recuperarlas: recuperar mi dignidad, recuperar a mi familia, recuperar mi vida; a veces pienso que no lo lograré, pero cuando pienso en mi sufrimiento y en todo lo que viví, pienso que algún día el sol de la libertad brillará para mí”, reflexiona.
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