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Opinión

No quieren a Bolivia

15 de Abril, 2025
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La ruptura del bloque de unidad, que abandona la promesa de conformar una gran alianza en base a un candidato único, para “salvar” a Bolivia, después de dos décadas del régimen masista que acabo destruyendo el país, devela que, más allá de toda esa retórica y cacofonía del discurso de unidad, en el fondo, no quieren a Bolivia. Solo la ambicionan para sus mezquinos fines.

Quisiera, antes de continuar, confrontar mi afirmación de que, Bolivia está destrozada, con otras percepciones y opiniones.

Coincidencia fundamental. Todos los precandidatos hablan de “salvar a Bolivia”. En los dos campos políticos, tanto en el masismo como en el de la oposición, la consigna se repite. En el masismo, Evo Morales nos habla de “salvar a Bolivia por segunda vez”. La oposición también, demagógicamente, nos dice que, para “salvar Bolivia”, es necesaria la unidad.

Subyace, en esa coincidencia, la tacita aceptación de que el país está destrozado. Necesita un milagro. Y vean la ironía de la política. Morales, que es el principal culpable del desastre, se proclama como el “salvador”.

Lo cierto es que estamos languideciendo. En 20 años, el régimen masista, en sus dos gobiernos, ha destruido la economía, a prostituido la justicia, ha destrozado el medio ambiente y ha envilecido la política. Bolivia, en ese sentido, necesita un cambio. De lo contrario, nuestro futuro será parecido al de Venezuela, Nicaragua y Cuba,

En ese contexto, irrumpe el bloque de unidad, ofreciendo esperanza. Obviamente, la esperanza radica en la idea de alejar al MAS del poder. En esta delicada circunstancia histórica, alguien debe salvar a Bolivia del MAS.

La unidad tiene, entonces, ese gran desafío. Para ello es importante no repetir los errores del pasado. De una vez por todas, esa oposición, debe dejar de ser funcional a los proyectos de poder del régimen azul. En ese sentido, las elecciones del 17 de agosto, no es solo una batalla electoral, es una batalla por la vida, que solo con unidad se podrá vencer.

En una primera instancia, el bloque estuvo conformado por los ex presidentes, Carlos Mesa y Jorge Quiroga, el gobernador Fernando Camacho, el eterno candidato Samuel Doría Medina, el ex cívico Vicente Cuellar y la economista Amparo Ballivián. Se sumará luego, el líder cruceño Branko Marinkovic. De todos ellos, saldría un candidato único, como resultado de unas encuestas especiales.

Varios de ellos, declinan su candidatura luego de que Carlos Mesa se bajara de la “carrera”, quedando en la contienda solo Doria Medina y Quiroga. Se desata entre ellos, al mejor estilo criollo, una feroz disputa para posicionarse como el mejor candidato. Se atacaron desde un inicio, dejando entrever la esencia de su naturaleza. En ningún momento fue una pugna de caballeros. Fue, nomas, entre políticos tradicionales mezquinos, buscando la unidad en torno a su propia candidatura.

Tratando de sumar adhesiones organizan estructuras departamentales y provinciales, ofreciendo representación en curules, cada uno, por su lado. Aquí llego a lo más importante. El acuerdo no se iba a consolidar nuca, pues cada uno de estos candidatos y los otros miembros del bloque, como lo demuestra el pasado, iban a demandar la mayor participación posible en la distribución de los 166 escaños, 36 en la Cámara Alta y 130 en la Cámara Baja. Todos también quieren apoderarse de los escaños de la franja de seguridad.

Más allá del método de las encuestas para dirimir el candidato mejor ubicado, el gran problema de toda alianza, radica, precisamente, en la distribución de escaños. Todos, como es obvio, quieren la mayor cantidad para contar mayor poder, capacidad de negociación y chantaje. 

Si solo se apunta a eso, cada uno con su propia ambición, la alianza nunca es posible. La ambición personal, entonces, “dinamitará” inexorablemente al bloque. Esa ambición personal que, en las cuatro últimas elecciones, no les ha permitido conformar una gran coalición para enfrentar y derrotar MAS. Contribuyeron, más bien, funcionalmente, a la reproducción y concentración de poder del partido de gobierno.

Si se observa bien, la ruptura de la alianza entre Evo Morales y el Frente para la Victoria (FPB), tiene también el mismo origen. Morales pretendía designar su acompañante a la vicepresidencia, sin contemplar el acuerdo, respondiendo más a su ambición personal.

Las ambiciones son naturales en política. Pero, en los acuerdos, nunca deben ser desmedidas. Por eso, quizá, Carlos Mesa, el intermitente vocero del bloque, en el inicio, demando de todos los integrantes “desprendimiento patriótico”.  Primero la patria antes que las ambiciones.

La situación del país es extremadamente critica. Las instituciones destruidas, la economía destrozada y la corrupción instalada en todos los niveles del Estado, exigen un cambio profundo que solo una oposición unida puede alcanzar. Esto, ciertamente, planteo el gran desafío de un candidato único. 

Al no haber logrado el imperativo histórico, unidad para salvar al país, demuestran no solo egoísmo, hipocresía e imbecilidad, sino también una terrible falta sensibilidad y sentimientos. No aman a Bolivia. Son puro demagogos.

El autor es profesor de la carrera de Ciencia Política de la Universidad Mayor de San Simón