
Hoy en día la conducta de los gobernantes y la palabra de los políticos se ha convertido en un asunto demasiado sensible para la conciencia ciudadana. En consecuencia, para comprender este momento de desfase entre lo que dice y lo que hace realmente la clase política se requiere de la elaboración de nuevos marcos de referencia públicos, ello implica hablar de lo bueno, de lo malo y de lo desagradable que es la clase política, la clase gobernante y la clase de criptoprofesionales venales con el poder y los poderosos; se trata de deconstruir un ecosistema ausente de buena reputación, confiabilidad y credibilidad y, de una democracia en entredicho. Se hace necesario hablar de lo desagradables que son los oficialistas y opositores (cuya frontera siempre es lábil) y su incapacidad de proponer alternativas para consolidar una democracia institucionalizada con reglas de transmisión del mando duraderas. Para que la democracia funcione con certeza en las reglas, incertidumbre en los resultados y con buenos perdedores, es decir, que el gobernante y el opositor sean creíbles cumpliendo con lo que dicen y con lo que prometen, se necesita de una nueva ingeniería política y de políticos con conductas ejemplares (Przeworski, 1999).
Si hay un concepto que puede caracterizar a la oposición es la acefocracia que, a decir del profesor Pierre Rosanvallon, describe la existencia de un poder sin cabeza y, eso es precisamente lo que sucede en el campo de la oposición boliviana que no tiene cabeza, que se encuentra descabezada ¿Cuál es el umbral de tolerancia ciudadana frente a las practicas toxicas de los políticos opositores que se niegan a tener una cabeza para ganar elecciones y formar gobierno? ¿Llegará a tiempo el repudio y castigo de los electores al mal comportamiento de los opositores egoístas? ¿Jugará un rol determinante la inconducta de los opositores en la decisión de los electores y su función de veto players para unificar a la oposición de palabra y de principios o, será más potente la indiferencia ciudadana y la falta de indignación pública ante tanto latrocinio de la piratería política?.
De la coyuntura política en Bolivia ya electoralizada se puede decir que se duda de la promesa de la clase política porque tiene un historial muy largo de incumplimiento de sus promesas y de su palabra. Pero eso no es todo, la obsolescencia propositiva en el oficialismo y la oposición y la ausencia de cambio generacional son patéticas y hundidas en una coevolución de visiones de país rivales ya agotadas; debe quedar claro que los políticos de la oposición se equivocan, pero también sus seguidores, de ahí que aún es atractivo el significado de la palabra fetiche "somos MAS" porque en este lenguaje gira todo un sistema de oportunismo y oportunistas que juegan con el masismo y el antimasismo según la estructura de oportunidades que se les presenta y la hipocresía como arma favorita de acomodo de los dos caras.
En lo que se refiere a la oposición y la alternancia como principios esenciales de la democracia, se puede constatar que la oposición es víctima de unos opositores sin capacidad para ser cabeza y por tanto descabezados. El marco de referencia para comprender a los actuales opositores bolivianos descabezados está asociado a un patrón social en el que los políticos que conforman las élites privilegiadas y las oligarquías tradicionales no consiguen establecer una identificación entre sus intereses y los de la población, de ahí que hayan sufrido derrotas electorales y culturales durante estos casi veinte años de lucha política frente al MAS (este marco de referencia que muestra un desacoplamiento estructural entre privilegiados y subprivilegiados ha sido estudiado, dice la profesora Shoshana Zuboff, por el historiador Jack Goldstone y por los economistas el turco Daron Acemoglu y el inglés James Robinson: 2021, 848). La no identificación de intereses entre las viejas castas, clanes y elites y las nuevas contraélites y luchas populares impide la institucionalidad y continuidad democráticas, la distribución igualitaria de bienes materiales y simbólicos y la posibilidad de vivir juntos de una multitud con intereses divergentes.
La desconexión de la oposición con la gente es de tal magnitud que le impide ver la manipulación electoral gubernamental contenida en la posibilidad de que no se realicen las elecciones el 17 de agosto de 2025 y prefieren su jueguito de descabezamiento de unos contra otros organizando juntuchas con vividores de la política con malos antecedentes e inconductas reiteradas, presentándolos, los jefes políticos, ante la opinión pública como acuerdos políticos significativos, cuando en realidad se trata de piratas y piratería política. La oposición se caracteriza por la autopromoción de viejos actores de la política que no tienen intención de cumplir sus compromisos ni su propia palabra; abundan las deslealtades internas, Carlos Mesa es el último en enterarse que Tuto va con la sigla del FRI y Mesa termina siendo un vocero sin voz; la encuesta del llamado bloque de unidad concluye en fractura de sus principales candidatos y acusaciones mutuas (como esa de haber sido víctima de una emboscada); Manfred se pinta así mismo como el anti-juntucha que construye su propia juntucha (que le llama la unidad con el pueblo y con lideres emergentes) y viola la Constitución y la Ley 2027, por otro lado, sobre varios de estos candidatos pesa la sospecha de ser funcionales al MAS lo que provocará confusión en el electorado antimasista. El primer resultado de la mala conducta y la falta de palabra de los políticos tradicionales es el de una oposición descabezada cuya atomización reconfigura la correlación de fuerzas a favor de las facciones masistas; el segundo resultado se presenta tendencialmente como una elección no competitiva y la probable suspensión de las elecciones generales; el tercer resultado es la hegemonía de la política identitaria frente a los seguidores fandom (fanáticos) que difícilmente será derrotada por la visión elitaria de la política de repartija de los que prefieren la acefocracia.
Como los opositores equivocan el camino de la oposición una y otra vez (creen que la formula consiste en desmantelar las conquistas sociales y hacer desaparecer el MAS) la probabilidad de su derrota electoral es muy alta. El temor de la imposibilidad de construir una oposición sistémica radica en que las inconductas de los opositores enciendan la alarma de que es ya demasiado tarde para arreglar sus problemas de descabezamiento y hacer creíble frente a la gente que sus ofertas son algo diferente y novedoso que es lo que espera la ciudadanía con ansias y, que la promesa de una democracia con liderazgos fuertes y de conducta recta, integrados y con calidad de la democracia (oferta que debiera ocupar el centro del discurso político) son una utopística aplicable.
La verdad (por desagradable que pueda parecer) es que se ha consolidado una acefocracia, una oposición descabezada en cuyo interior los opositores al régimen del MAS no son portadores de un proyecto político, social y económico renovados, no demuestran rectitud y, tampoco traen consigo una moral distinta ni tienen intención de mostrar una ética aplicada que impulse un buen país reclutando entre los de arriba y los de abajo a los mejores hombres y mujeres, es decir, hacer gobierno fundamentado en la meritocracia, la epitocracia y la igualdad de voz.
El campo de la oposición víctima de los opositores sin cabeza debe ser entendida no como una fuerza social alternativa sino como una lógica grupuscular descabezada dirigida por personalidades tiránicas con dudosos antecedentes que desprecian la inteligencia colectiva y subestiman las capacidades de la persona corriente que sabe que está cerca de una nueva decepción y de una repetición del pasado a escala condenables. En la personalización de la política de nuestro tiempo ya no importan las instituciones democráticas o la posibilidad de construir un sistema de partidos sólido, ni siquiera importa cumplir con la promesa de la política o la palabra de los candidatos; en este ecosistema electoral del sex appeal las candidaturas operan relaciones con sus seguidores cual si fueran autoridades absolutistas premodernas que imponen la tiranía del Yo y de la familiocracia. Hannah Arendt nos recuerda que el tirano trata a los demás como seres insignificantes, el candidato-tirano viene a ser “un lobo con forma humana pero fuera de la humanidad” el tirano dice Arendt “manda según su voluntad e interés propios, […] como uno contra todos, y los “todos” a los que oprime son todos iguales, es decir, todos carecen de poder” (1996).
En un mundillo de politiqueros (opositores y oficialistas) donde nadie es fiable y en donde no puede confiarse en nada lo que queda es la filosofía del no, la dialéctica que niega el actual orden de cosas, prácticas, conceptos y narrativas y recupera el impulso utópico, la utopista aplicada que le devuelve la esperanza a la acción colectiva, a las contramedidas contra el personalismo tiránico de la politiquería, contra los egocratas y a favor de las instituciones democráticas de participación y deliberación de la gente duraderas y eficaces que incline la balanza del poder a su favor, a favor del cumplimiento de la promesa política y de la conducta recta de los gobernantes y de los opositores.
Me adscribo al argumento que hiciera Thomas Paine en “Derechos del hombre” en el que decía “nadie debería fiarse de un conjunto de hombres que no se consideran responsables ante nadie”.
El autor es politólogo y abogado, Docente UMSA.