
La Paz, 14 de agosto (ANF).- Al ingresar a la
calle Linares, más conocida como “de las Brujas”, en la ciudad de La Paz, se
observa mochilas, zapatillas, carteras, chompas y chamarras, entre otros; todo
con aguayo andino que realza su colorido y diseño. Sin embargo, la mayoría de
los textiles utilizados proceden de la fabricación industrial y sólo en poca
cantidad de la artesanal.
“Nosotros optamos por el aguayo industrializado porque cuando encargamos pedidos a grupos de señoras que los hacen a mano nos entregan muy tarde. Por eso preferimos tejidos industrializados; por su rapidez en dar su producción para exportación”, manifiesta Miriam Huaycho, propietaria de la empresa Artesanal Chuquiago.es.
El aguayo tradicional andino es un tejido elaborado con la lana de oveja, alpaca o fibra de llama, a las cuales se da color con tinturas naturales. El textil es utilizado por las mujeres para transportar objetos personales, mercancías y para cargar y arrullar a los bebés. Y, aparte de identificar a cada región por los diseños, es un componente más de la vestimenta cotidiana de la gente del altiplano.
“Los aguayos andinos son únicos, no se replican a menos que uno realice algún pedido para que lo hagan idéntico”, explica Huaycho.
Industria vs artesanía
Las tejedoras son expertas en técnicas ancestrales transmitidas por generaciones y venden sus productos para tener recursos económicos y mejorar la vida de sus familias y sus comunidades.
Los hombres y mujeres que se dedican a los textiles artesanales son muy valorados por la calidad y la tradición milenaria de sus tejidos, son verdaderos artistas al frente de los telares construidos por ellos mismas, y cada tejido es único porque expresa sus sentimientos y vivencias.
En contraparte, los tejidos industriales, aunque puedan copiar los mismos diseños sen desplazan entre sí pues son producidos en grandes cantidades, a costo más bajo y en menos tiempo.
Las tejedoras artesanales se enfrentan a las máquinas industriales que hacen réplicas de sus tejidos sin la calidad de uno hecho a mano.
“Algunos compradores piden que bajemos los precios, pero quisiéramos que entiendan que es diferente un tejido a mano que el hecho por una máquina; por la calidad y el tiempo que toma elaborarlos. Los tejidos industriales son una amenaza para nosotras”, lamenta Ana Pascuala, una tejedora de la localidad de Tarabuco, Chuquisaca.
Diseño boliviano
En un sondeo en las calles de Las Brujas y Sagárnaga, los comerciantes de tejidos andinos y artesanías señalaron que hay un ingreso indebido de aguayos peruanos e inclusive de fabricación china, que afectan a la industria textil artesanal boliviana.
La propietaria de Chuquiago denuncia que el contrabando afecta a la industria artesanal. “El aguayo que entra de contrabando de Perú es similar al que elaboramos nosotros, pero la calidad es diferente, es más barato. En La Paz nos está afectando; entra mucho producto peruano, mucho contrabando por lugares donde no se controla”.
Una comerciante de la calle de Las Brujas señala que la diferencia entre los aguayos peruanos y los bolivianos está en el diseño. “El aguayo peruano viene con figuras diferentes, en cambio el boliviano incluye a la llama y otras formas de la fauna y flora de nuestro país (…) Los aguayos peruanos no tienen estas figuras, son muy diferentes y el precio también es otro”, recalca.
Rodrigo Pomier, jefe de operaciones de la empresa de textiles Copacabana de La Paz, revela que al país llegan aguayos chinos que compiten con los nacionales. “En los textiles chinos se nota bien la diferencia, porque ellos no manejan las matices en los colores, sólo tienen colores enteros y el material es diferente al típico que se utiliza en Bolivia y en Perú”, señala.
Aunque la elaboración del aguayo industrial es más rápida y utiliza otros materiales; estos textiles conservan los diseños y colores que fueron creados en algún momento por las tejedoras en diferentes regiones andinas del país. Sin embargo, los productos artesanales expresan vivencias, sentimientos y tradición milenaria.
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