
Ocurrió lo que se veía venir por el evidente deterioro de su salud: el 21 de abril pasado, murió el papa Francisco. La noticia causó pesar en la mayoría de la Iglesia Católica y en muchísimas personas que, sin ser parte de ella, vieron su práctica y la aplaudieron. Por supuesto, con mucho entusiasmo se sumaron a los sentimientos de pesar impostores que militan en el “socialismo” del siglo XX. Y tampoco faltaron entusiastas detractores de su labor, que no paran de compararlo con uno de sus antecesores, sin reparar en que este último anduvo del brazo con diversos dictadores y guardó un silencio atroz cuando, por ejemplo, fue asesinado en El Salvador el obispo Oscar Arnulfo Romero, mientras celebraba una misa en marzo de 1980.
Tampoco faltaron “conversos” como el presidente argentino Milei quien, después de haber tratado al Papa de imbécil y haber dicho que era el representante del maligno en la tierra y que impulsaba el comunismo, enterado de su muerte no sólo expresó sus condolencias, sino que declaró siete días de duelo y anunció su viaje a Roma para su entierro.
El que probablemente rompió el récord de estupidez ante lo ocurrido, fue un tuitero venezolano que vive en USA, adulón sin límites del presidente Trump, quien escribió que fue “el papa más comunista de toda la Iglesia”.
Intentemos un balance del pontificado de Francisco, señalando lo que nos parecen facetas destacables de su actuar y aquello que nos parece que no estuvo bien.
Fue el primer Papa latinoamericano, el primer jesuita en llegar a ese alto cargo y el primero que decidió llamarse “Francisco”, en homenaje a san Francisco de Asís, (1181/1182 – 1226), conocido como poverello por su vida alejada de los lujos materiales, que fue un evidente amante de la naturaleza y de todo cuanto había sido creado por Dios y estaba en ella.
Precisamente la defensa de la Madre Tierra fue una de las principales preocupaciones del papa Francisco, y la expresó en su encíclica, Laudato Si (Alabado seas) sobre el cuidado de la casa común, del 2014 de mayo de 2015, en la cual, evocando a san Francisco de Asís, nos recuerda que “Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella”. Se trata de un enfoque de ecología integral que involucra el medio ambiente, la política, la economía, la cultura, la vida cotidiana y la espiritualidad ecológica.
En la misma línea escribió la encíclica Fratelli Tutti, en la cual afirma: “La fraternidad debe promoverse no sólo con palabras, sino con hechos. Hechos que se concreten en la ‘mejor política’, aquella que no está sujeta a los intereses de las finanzas, sino al servicio del bien común, capaz de poner en el centro la dignidad de cada ser humano y asegurar el trabajo a todos, para que cada uno pueda desarrollar sus propias capacidades. Una política que, lejos de los populismos, sepa encontrar soluciones a lo que atenta contra los derechos humanos fundamentales y que esté dirigida a eliminar definitivamente el hambre y la trata”. En esta encíclica afirma sin dubitar: “estamos en el mismo barco: o nos salvamos todos o no se salvará nadie”.
En la misma línea, por último, se sitúa la exhortación apostólica “Querida Amazonia”, en la cual dice: “El Padre Dios, que creó cada ser del universo con infinito amor, nos convoca a ser sus instrumentos en orden a escuchar el grito de la Amazonia”
En relación al amor es fundamental su exhortación apostólica Amoris Laetitia, en la cual defiende abiertamente a los ancianos, normalmente despreciados por los cultores del libre mercado, y se manifiesta muy claramente sobre la necesidad de no marginar a los divorciados, lo que le ocasionó reproches. Su postura respecto a los homosexuales, le trajo problemas, pese a que no avanzó en la materia como muchos hubieran deseado.
Promovió como nadie el diálogo inter religioso, reconociendo que el cristianismo no es la religión verdadera ni la única que hay en el mundo. En esa línea avanzó con la propuesta del gran teólogo suizo Hans Küng, quien en su momento manifestó que un acercamiento entre las religiones podría hacer posible la paz en el mundo.
Fue el papa de los migrantes, a quienes defendió a capa y espada. Aylan Kurdi, el niño sirio muerto en la costa, podría ser el emblema del drama de millones de personas que hoy se ven sometidas a una cruel y despiadada persecución en Estados Unidos y Europa.
También hizo escuchar su voz potente en contra del genocidio que se está produciendo en Gaza: “La crueldad en Gaza me duele. Ayer bombardearon niños, esto no es una guerra, es crueldad”, declaró conmovido. En otra intervención señaló: “Cuando se ven cadáveres de niños asesinados, cuando por presunción de guerrilleros se bombardea una escuela, eso está mal. ¡Está mal, es feo!”. Pidió por la reconciliación entre judíos y palestinos y exigió la liberación de los rehenes que se encuentran en manos del grupo terrorista Hamás.
Promovió reformas dentro de la Iglesia Católica, intentando recuperar el espíritu del concilio Vaticano II que fue abandonado por sus inmediatos antecesores. Una de esas reformas fue permitir que mujeres ocupen altos cargos en la estructura de poder de la Iglesia, lo que también le ocasionó críticas.
No estuvo bien cuando guardó silencio frente a los abusos de las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua, y cuando, en medio de un análisis simplista de la realidad, prohijó a los gobiernos de Evo Morales, autores de actos de represión contra indígenas y personas con discapacidad que no se sometían a sus dictados y de persecución de opositores o de quienes no comulgaban con sus ideas, como sucedió, por ejemplo, con José María Bakovic, que acudió a él pidiendo su intercesión ante las decenas de procesos que le instauraron, sin haber sido escuchado.
El tiempo permitirá valorar con mayor objetividad el papado de Francisco que, sin embargo, marcó un punto de inflexión en la historia de la Iglesia Católica. QDDG.
El autor es abogado