WINSTON ESTREMADOIRO
Empiezo por reconocer que no conozco el sur de Potosí de primera mano. Me quedé con las ganas después que lo impidió una montonera, llamadas en el país “manifestaciones”, que cerraban el tráfico de trenes y atestados buses con destino a la Ciudad Imperial. La otra tarde recalé en un documental chileno de Love Nature, sobre el altiplano boliviano de hermosas lagunas multicolores de minerales que las colorean. Son un refugio temporal de flamencos que migran desde Europa y el sur africano para
escarbar el fondo nutritivo de lagos dulces y salados, allí y aquí.
No fue filmado por patrioteros potosinos que hoy arman juicios para castigar autócratas por caer en la trampa chilena de confundir ‘río’ con ‘manantial’, argumento central de la controversia legal sobre las aguas de Silala en la Corte Internacional de Justicia de La Haya, en los Países Bajos u Holanda. Seguramente creían el ‘cuento del tío’ del demagogo, adulado por una turba mapochina clamando “mar para Bolivia” en un estadio santiaguino. Si otrora hubo un ministro que ‘traía el mar en su maletín’ (tal vez “made in China”), quizá pensaron que el altiplánico lo cargaba en su “chuspa” de coca chapareña. ¿Será prueba de que la demagogia no reconoce etnias ni ancestros?
En fin, andamos de tumbo en tumbo. Ayer diplomáticos de saco y corbata, hoy cocaleros de greñas partidas al medio: ambos ilusos. Si en 1879 Chile ocupó el Litoral y el único héroe boliviano es un civil, ahora el despojador anunció que “usará las aguas del Silala como le plazca y sin pagar nada”, según el titular de un órgano de prensa independiente. La clave está en el poder económico y militar. Ahí tenemos mucho que avanzar respecto a Chile, por mucho que falsos profetas prometieran que alcanzaríamos a Suiza en 20 años.
Mucho se ha hablado del estilo ruso de guerra en Ucrania. Para mí, el mejor resumen es que Rusia tiene el territorio, China la gente, y Estados Unidos los medios de comunicación. No se vaya a creer que es cosecha personal: el embrión lo leí en “Mao, la Historia Desconocida” (2005), escrita por una china, Jung Chang, y un inglés, Jon Halliday. La invasión de Ucrania lo corroboró. Tal vez Vladimir Putin pensó que era cosa de un paseo por la que se conocía como Kiev, hoy Kyiv. Los valientes ucranianos probaron ser un hueso duro de roer, y los rusos volvieron a misiles y artillería pesada para destruir edificios e infraestructura. Peor aún, su bombardeo de hospitales y escuelas, y las matanzas y violaciones de civiles en Bucha y otros lugares por descubrir, revelan una faceta quizá sugerida, pero soslayada: volver a la barbarie que desconoce reglas civilizadas que convenciones y acuerdos han pergeñado, quizá para reducir la crueldad de algo que por definición es brutal: la guerra.
Hay una arista más de la estrategia rusa en su invasión de Ucrania: la intención expresa de borrar de la especie humana al pueblo
ucraniano. ¡Qué atrevimiento!, tal vez pensó el líder del Kremlin sobre un pueblo que no inclinó la cerviz ante el poderío de la ‘Gran Rusia’. Tal siniestro designio es parte de los misiles, bombas de racimo, violación de mujeres y asesinato de civiles por los rusos. A la táctica rusa de ceder tierra mientras se pierde, sobrevino la noción de aprovechar la relativa debilidad de Ucrania para borrarles del mapa.
En Bolivia, tal vez la ignorancia del común de la gente confunde “genocidio” y “etnocidio”. El primer concepto se refiere a los genes que hermanan a las poblaciones: desde el estudio del genoma humano nos vincula, (y quizá encuentra más parecidos que diferencias con otras especies animales). El tan mentado “etnocidio” de los ‘originarios’ por ‘blancoides’ confunde culturas y etnias; desconoce que los aimaras se diferencian de los quechua por el idioma; que los segundos forjaron un imperio, mientras que
los primeros apenas pasaron de cacicazgos avasallados por Incas quechuas y luego por europeos.
Y no me vengan con que Tiahuanaco es aimara: es puquina o de alguna otra cultura andina y precolombina. ¿Acaso la prehistoria andina no es una sucesión de ensayos organizativos de Estado? Semejantes falacias esconden que el que monta, manda; el pez grande se come al chico. Pregúntenle a las tribus de pieles rojas –guerreros, mujeres, niños y ancianos-- diezmadas por el ejército yanqui para adueñarse de tierras indígenas y facilitar la “conquista del Oeste” mediante su ferrovía transcontinental.
Como dijera Thomas Hobbes, “el hombre es un lobo del hombre”. Rusia se propone cometer genocidio con Ucrania, como Chile abusó ocupando el mar boliviano y EE.UU cometió etnocidio con los “pieles rojas”. La clave es el poder: el que ‘mon’, ‘man’.
Winston Estremadoiro