
En su Exhortación Apostólica Redemptoris Custos (15-8-1989), sobre la figura y la misión de san José en la vida de Cristo y de la Iglesia, en el centésimo aniversario de la encíclica Quamquam pluries de León XIII, el Papa Juan Pablo II, escribía: “Precisamente José de Nazaret «participó» en este misterio (de la Encarnación [n.d.a].) como ninguna otra persona, a excepción de María, la Madre del Verbo Encarnado. El participó en este misterio junto con ella, comprometido en la realidad del mismo hecho salvífico, siendo depositario del mismo amor, por cuyo poder el eterno Padre «nos predestinó a la adopción de hijos suyos por Jesucristo»”. Y continuaba: “[Si] María es la humilde sierva del Señor, preparada desde la eternidad para la misión de ser Madre de Dios; José es aquel que Dios ha elegido para ser «el coordinador del nacimiento del Señor», aquél que tiene el encargo de proveer a la inserción «ordenada» del Hijo de Dios en el mundo, en el respeto de las disposiciones divinas y de las leyes humanas. Toda la vida, tanto «privada» como «escondida» de Jesús ha sido confiada a su custodia”.
Leonardo Boff, en su obra “San José. Padre de Jesús en una sociedad sin padre”, se propone responder a la pregunta de si san José tiene alguna relación única y singular con el padre celestial, de manera que pueda afirmarse que representa la personificación del Padre y, a partir de ello, responder al interrogante de ¿cuál es su relación con el Hijo encarnado y con María, su esposa, en la que el Espíritu Santo “plantó su tienda”?, así como ¿cuál es el significado de la familia Jesús-María-José en relación con la familia divina Padre-hijo- Espíritu Santo? Al finalizar su obra, responde que hay una evidente relación Padre – Hijo – Espíritu Santo y José – María y Jesús.
Lejos estamos, por nuestras limitaciones, de abordar teológicamente la figura de san José, razón por la cual intentaremos dar una visión humana de éste porque, pese a las palabras que anteceden, el común de las personas ha confinado a san José a un lugar secundario o complementario, siendo incluso silenciado o desaparecido. Se trata, por tanto, de destacar que su figura está más allá de las referencias a la familia en general y a la paternidad en particular. Entremos, pues, en materia, de la mano de autores como el mencionado Boff, su hermano Clodovis, Jacques Duquesne, Hugo Echegaray, Tarcisio Stramare y Bonifacio Llamera.
Conviene, de inicio, aclarar que san José no fue un hombre sin mujer que vivió dentro de una familia de desiguales, tal cual se evidencia de varios textos de los evangelios que afirman que tuvo mujer, que primero fue novio y después esposo de María; por otro lado, los mismos evangelios no hablan de una familia en la cual María haya sido quien hablaba y meditaba, en tanto Jesús hacía milagros y José guardaba silencio. José tampoco fue anciano y viudo y entre él y María hubo evidentemente amor.
Diversos autores describen la sociedad judía del tiempo de Jesús, en la cual naturalmente vivió también José. Así, Leonardo Boff habla de los escribas, los doctores de la ley que pertenecían al mundo de las letras; de la burocracia estatal, de la cual formaban parte los cobradores de impuestos y los saduceos; de la clase sacerdotal o levítica del Templo y de los grupos de judíos piadosos, como los esenios, zelotes y fariseos. Hugo Echegaray (“La práctica de Jesús”) afirma que, en la época, los grupos de poder eran la clase rica, de la cual formaban parte los sumos sacerdotes; los escribas (doctores de la ley) y los fariseos; la comunidad de la alianza o los esenios y los zelotes. Por su parte, Jacques Duquesne (“La izquierda de Cristo”) habla de los herodianos (judíos partidarios del poder establecido), los saduceos (también partidarios del orden establecido, porque creían que el mismo era favorable para la religión), los fariseos (que desconfiaban de la política como de la peste) y los zelotes (considerados como los revolucionarios de la época).
San José no formó parte de ninguno de esos grupos. Fue lo que hoy llamaríamos un ciudadano común, de base; un artesano carpintero, dedicado a la construcción de casas, techos, yugos, muebles, ruedas, estantes, bancos, carretas, remos y mástiles. Los carpinteros eran considerados honorables, a diferencia de otras personas cuyo oficio no gozaba de la misma reputación. No fue un mendigo, pero tampoco fue un hombre rico.
Como ya se dijo, y en medio de las costumbres judías de entonces, primero novio y después esposo de María, constituyéndose en su compañero, con todo lo que esta palabra significa. Acompañante de un proyecto de vida y no un mero acompañante que la consolaba ante la soledad.
Fue, por fin, padre de Jesús, con todo lo que la paternidad significa: ser ejemplo de vida, guía y consejero ante los problemas y dificultades que enfrentaba su hijo, defensor de éste cuando era necesario, excepto, claro está, en lo referido al plan de salvación del Padre.
A esta persona, el papa Francisco se la dedicado una genial oración, perfectamente aplicable a los tiempos que vivimos:
"Glorioso Patriarca San José, cuyo poder puede hacer posibles las cosas imposibles, ven en mi auxilio en estos momentos de angustia y dificultad. Toma bajo tu protección las gravísimas y difíciles situaciones que te encomiendo, para que obtengan feliz solución. Padre mío amado, toda mi confianza está puesta en Ti. No se diga que te invoqué en vano, y dado que todo lo puedes con Jesús y María, muéstrame que tu bondad es tan grande. como tu poder”.
En este 19 de marzo, que se celebra la fiesta de san José y el día del padre en Bolivia, hemos intentado un acercamiento a su figura, desde lo humano, para entender un poco mejor su figura y su papel.
Por lo demás, ¡Feliz día del padre!
El autor es abogado