
Transcurrió la conmemoración de los 146 años de la heroica defensa de Calama por el Litoral boliviano y, como ha sido una constante durante su gestión, el discurso del Presidente Luis Arce Catacora fue nimio. Resultó ser uno más de esos mensajes protocolares que se pronuncian por obligación, para cumplir, porque algo hay que decir, aunque no se sabe exactamente qué decir. En lo esencial, que es la reivindicación marítima, careció de contenido estratégico y de visión de futuro.
En la primera parte, el mandatario se limitó a hacer referencias dispersas a algunos hechos históricos. Fue un resumen desestructurado e incompleto del conocido Libro del Mar, ya que citó solo tres de las varias negociaciones realizadas: la revisión ante la Liga de las Naciones (1920), las notas reversales de 1950 y el abrazo de Charaña (1975). Este último, evaluado desde los actores —dos dictadores— y no por sus resultados, que, según historiadores diplomáticos, fue el proceso que mayores avances logró al demarcar una oferta de corredor soberano al Pacífico.
Luego pasó a enumerar diez acciones realizadas desde él 2021 por la llamada diplomacia de los pueblos. La mayoría son conversaciones que, en lo fáctico, no materializan los intereses nacionales; como diría la canción son “palabras, palabras… palabras, tan solo palabras que hay entre los dos”.
El discurso fue tan nimio que la prensa en sus titulares rescató los dos anuncios: 1. El inicio de trámites para disolver DIREMAR y 2. Una evaluación a los procesos iniciados en la Corte Internacional de Justicia. Ambas son dos cuestiones administrativas de naturaleza interna, que no tienen efecto en el relacionamiento bilateral.
Sobre el cierre de DIREMAR, el presidente textualmente dijo “iniciar el trámite”. Como en el sector público los trámites suelen durar años y ya tienen un presupuesto asignado de 11,4 millones de bolivianos para esta gestión – la mayor parte para sueldos -, siendo optimistas podemos presumir que su clausura efectiva ocurrirá el último día de su mandato; y si somos realistas ésta será concretada por el próximo gobierno.
Lo lógico y oportuno hubiera sido desmantelar DIREMAR luego de haberse cumplido los propósitos establecidos en su Decreto de creación. Es decir, en lo formal, en los meses posteriores de haberse pronunciado el fallo del Silala que fue el 1 de diciembre del 2022. Sin embargo, desde lo real, debió acabar el 14 de abrí del 2022, fecha en la que concluyeron los alegatos orales y nada ya restaba por hacer, solo esperar el fallo de la Corte.
Ni duda cabe, es una muestra del no importismo con que son manejados los asuntos gubernamentales. Mantener una entidad sin propósito por más de dos años, evidencia el desinterés en la gestión estatal. En una economía con alto déficit fiscal, donde la austeridad es urgente, resulta paradójico financiar una “institución fantasma”, que solo tiene propósito y beneficio en el recuerdo quimérico de las autoridades.
Sobre la evaluación, podrá ser útil para analistas, académicos historiadores, que tienen una veta para reconstruir lo ocurrido, porque quienes afirman que todo está en la página web de la Corte Internacional de Justicia mienten. La letra chica está en los archivos de Diremar, no en vano el Decreto de creación ( DS N° 2760) en su artículo 14 establece la reserva y confidencialidad de la información identificada y generada en el curso de sus actividades y contrataciones. Si el propósito es transparentar, ojalá los archivos sean verdaderamente públicos.
Al final, la población, sin ser expertos en la Ley SAFCO, en su evaluación por la responsabilidad ejecutiva, ex post, por resultados y con dos pruebas materiales que son los fallos adversos en la demanda marítima y del Silala, la conclusión es evidente ¡fue un rotundo fracaso!. Esa es la unánime voz de los bolivianos y como vox populi, vox dei, nada más cabe decir.
Si los gobiernos insisten en reducir la causa marítima a discursos de ritual y simulacros burocráticos, el reclamo del mar quedará como un eco del pasado. Se requiere una estrategia de Estado, que revierta el estado calamitoso de la reivindicación marítima, que dejó la diplomacia de los pueblos.
El autor es diplomático de carrera.