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Opinión

Leche no Pura

11 de Junio, 2017
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AGUSTÍN ECHALAR ASCARRUNZ

La semana pasada ha tenido lugar un enorme escándalo en la industria peruana, Gloria, que es más que una marca, algo que simbólicamente es casi tan importante como el ceviche, o la inca cola, ha sido puesta en evidencia a partir de algunos de sus sub productos que llevan la marca de “Pura Vida”  y “Bonlé”, para resumir, lo que ha sucedido por varios años, tal vez más de una década, es que se ha estado vendiendo un líquido blanco, como si fuera 100% leche de vaca, cuando en realidad solo contenía un 60% de esta, y el resto era agüita, soya, y otros saborizantes. En algún momento esos productos tenían una aclaración insuficiente, decía por ejemplo producto lácteo, y no leche, pero aclaremos, que producto lácteo, es en realidad un sinónimo de leche, y lo importante era mencionar que un 40% de ese producto no tenía nada que ver con una vaca.

¿Nos interesa a nosotros, aquí en Bolivia, este papelón de una de las empresas líderes del hermano país? Si, y mucho, porque Gloria está presente en Bolivia a través de Pil, porque “Pura Vida” se comercializa en los supermercados y en las tiendas y porque hoy en día el negocio de la leche es también en Bolivia uno donde se manejan por lo menos un par de cientos de millones de dólares y además está globalizado.

En otras palabras, nosotros, ¿hemos estado consumiendo una leche no tan leche por ahorrar no un 40% pero si un 20% de platita por cada bolsa de un litro? Es posible que así sea.

¿Es este un escándalo de dimensiones bíblicas? No necesariamente. Es posible que el valor nutritivo de estos productos no sean tan deficientes, y que a pesar de todo, sean productos buenos. El problema está en que hay un cierto engaño de por medio, y eso no se debe tolerar más. El desportillazo que ha sufrido Gloria con este escándalo, le está costando mucho dinero en el Perú.

En nuestro caso no estoy seguro que sería un buen camino retirar de golpe todos los productos sospechosos de contener propaganda engañosa del mercado. El asunto es que este evento, que ha sucedido allende nuestras fronteras nos ayude a crear un sistema más controlado de la comercialización de los productos.

No se trata de magnificar el problema, aclaremos que no estaban vendiendo veneno, más allá de que se trata de una práctica deshonesta no solo hacía el consumidor, sino hacia el empresario correcto que vende la leche entera. Lo que importa es cambiar nuestra cultura, ser más específicos a la hora de poner etiquetas y nombres, no hacer propaganda engañosa, y desde la situación del consumidor, exigir también detalles más claros.

Bolivia no está huérfana en cuanto a la regulación de la comercialización de alimentos, el Senasag tiene normas que a veces impiden el surgimiento de un emprendimiento artesanal, pero obviamente todo eso no tiene gran sentido si tomamos en cuenta el laberinto informal en el que vivimos, empezando por el contrabando y continuando con las fábricas clandestinas.

Cuando yo era niño, venía a la casa cada mañana la lechera y dejaba dos litros de leche, la cual tenía que ser hervida antes de tomarla, al enfriarse quedaba arriba la nata, ese manjar que apreciábamos enormemente en el desayuno, a veces no se formaba mucha nata, y entonces sabíamos que la lechera había añadido algo o mucho de agua a la leche, se hacía el reclamo pertinente, con amenaza de cambiar de proveedora, y por lo menos por unos meses la nata recuperaba su grosor.  La vida era más “pura” antes, pero no necesariamente la “leche”.

Concluyo diciendo que este es un tema serio, y debe ser manejado en su justa medida, sin sensacionalismos, ni discursos patrioteros, lo importante es aprender tanto de los errores propios como de los ajenos y avanzar en un consumismo sensato, empezando por dar más leche a nuestros hijos, y en lo posible de la más pura.

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