Ir al contenido principal
 

Opinión

¿Cómo recuperaremos nuestra “democracia liberal”?

4 de Febrero, 2025
Compartir en:

¿CÓMO RECUPERAREMOS NUESTRA “DEMOCRACIA LIBERAL”?: ATOMIZANDO LA REPRESENTACIÓN POLÍTICA EN EL PODER LEGISLATIVO

El verbo transitivo “gobernar” significa “Dirigir un país o una colectividad política” (RAE; 2001) y describe las actividades que cada uno de los órganos que integran los poderes del Estado (ejecutivo, legislativo, judicial y electoral) realizan desde sus respectivas competencias/especialidades sobre la conducta del gobernado. Implica tanto el “acto unilateral de mando” como la “relación de mando”, sabiendo que ambos “tiene[n] como referencia al sujeto mandado[/gobernado]” (Bidart, G; 2020). Luego, el sustantivo “gobernabilidad” denota la “Cualidad de gobernable” (ídem). El adjetivo “gobernable” indica “Que puede ser gobernado” y hace referencia específica a la persona sobre la cual recae la actividad de gobierno, precisamente, el “sujeto gobernado”. 

Adicionalmente, en sentido griego, la “democracia” es “gobierno del pueblo o autogobierno” (Bidart, G.; 2020), y puede operar de común denominador tanto para el liberalismo como para el socialismo. En este orden de ideas, la “democracia liberal” significa “principalmente sufragio universal, y por consiguiente un medio de expresión de la libre voluntad de los individuos” (Bobbio, N.; 2018). En cambio, la “democracia socialista” denota un “ideal igualitario que sólo la reforma de la propiedad propuesta por el socialismo será capaz de realizar” (ídem). Bobbio enfatiza que para la “democracia liberal”, la democracia es una consecuencia (2018). Por el contrario, en la “democracia socialista”, la democracia es condición/presupuesto (ídem). La “democracia socialista” es también denominada “democracia popular”. 

La historia boliviana indica que “Desde principios de los años 1980 surgió un complejo sistema político en el que no dominaba ningún partido en particular. En cada elección desde 1985 y en adelante, el electorado por lo general se dividía en tres agrupamientos burdos de izquierda, centro y derecha, para el que cada alineación política se componía de un complejo de partidos (.). En ninguna elección después del último régimen de Siles obtuvo mayoría en las urnas candidato presidencial alguno antes de 2005. Así, cada elección presidencial implicaba negociaciones poselectorales complejas” (Klein, H; 2015), dentro de un sistema que “otorgaba gran poder a los pequeños partidos y a los grupos que se dividían de estos, muchos de los cuales se unían al partido que tomaba la presidencia, en arreglos de coalición” (ídem).

El precitado relato describe objetivamente el ejercicio de la representación/mandato políticos dentro del Poder legislativo -entonces nacional- del Estado en el cual funcionó una “democracia liberal” contemporánea, puesto que existió debate político con discusión, persuasión, pluralidad y heterogeneidad de opinión, igualdad de opinión política, acuerdo y consentimiento según principio de legalidad, además de respeto a la “minoría política” cuya opinión legitimó la voluntad Estatal (Amaya, J; 2016). 

Sin embargo, donde la historia percibió objetivamente el funcionamiento de una “democracia liberal” naciente, la teoría política contempló subjetivamente una “experiencia traumática de ‘ingobernabilidad’ ya legendaria, que hizo temer por el hundimiento de la democracia recién instalada. Esta parálisis fue mayor, dado que el gobierno no contaba con mayoría parlamentaria” (Lazarte, J.; “Reforma Electoral en Bolivia”; en: https://archivos.juridicas.unam.mx/www/bjv/libros/6/2527/8.pdf), calificándola como “Democracia Pactada” (Calderón, F. & Gamarra, E.; Crisis, Inflexión y Reforma del Sistema de Partidos en Bolivia”; 2003, en: https://journals.openedition.org/colombiaint/31487) para luego describir entre sus rasgos -mayormente negativos- la práctica tradicional de los partidos políticos, clientelismo político, concentración de mando en el Poder ejecutivo, caudillismo partidario y desarrollo de una maquinaria electoral que rota entre los tres partidos principales (ídem).

En el primer caso, la teoría política incurrió en una falacia de negación del antecedente: si se da mayoría parlamentaria se da gobernabilidad, por lo que si no se da mayoría parlamentaria consecuentemente no se debe dar gobernabilidad; prefiriendo, además, la “democracia socialista” de mayoría e imposición (esquema dominante/dominado) respecto a la “democracia liberal”. En el segundo, cometió falacia de petición de principio: tomando como premisa cierta de razonamiento la existencia de la utópica “democracia perfecta” a efecto de compararla luego con nuestra joven “democracia liberal”, y emitir conclusiones negativas. 

Ambos postulados de la teoría política omitieron considerar que la evidencia científica señala que “La democracia perfecta no puede existir o, de hecho, no ha existido nunca. Y no puede existir al menos por dos razones, que quisiera brevemente ilustrar. Los valores últimos -ésta es la primera razón- en los que se inspira la democracia, a partir de los cuales distinguimos los gobiernos democráticos de los que no lo son, son la libertad y la igualdad. (.). La libertad y la igualdad no son punto de partida, sino punto de llegada. La democracia puede ser considerada como un proceso, lento pero imparable, para acercarse a la meta. (.). La segunda razón (.) que el fundamento ético de la democracia es la autonomía del individuo” (Bobbio, N.; 2018).

No obstante, las descritas falacias operaron luego a manera de fundamento de nuevas teorías (rectius, falacias), planteadas dentro del esquema dominante/dominado propio de la “democracia socialista”, como la denominada “Empate catastrófico y punto de bifurcación. Crítica y Emancipación”, a saber: “Hubo distintas interpretaciones de cómo entender la crisis pero, fundamentalmente, nosotros sostuvimos que esta se da cuando hay problemas en la correlación de fuerzas del Estado, es decir, en la estructura de fuerzas con capacidad de decisión, en el conjunto de ideas dominantes ordenadoras de la vida política de la sociedad, que permiten una correspondencia moral entre dominantes y dominados” (García, A.; 2008, en: https://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/se/20100830012019/2S1a.pdf). Una de cuyas más importantes premisas es la falacia de atinencia que señala que: “Toda crisis estatal, entonces, puede ser reversible o bien puede continuar” (ídem) y que, paradójicamente, en sentido lingüístico, no pasa de ser una verdad de Perogrullo.

En esta espiral de mentiras, hay inclusive quien para definir “gobernabilidad” escapó a la semántica con la finalidad de conceptualizar de forma sentimental: “la gobernabilidad, como entendimiento del sentido común de la política” (ídem). En resumen, nada.

Llamativamente, mediante la reiterada utilización del vocablo “gobernabilidad” la teoría política colocó la causa de los problemas nacionales en el mandado/gobernado, calificándolo de “ingobernable”, pero no en el político habitual siempre deseoso de fungir de órgano de gobierno aunque incapaz de gobernar de forma diligente o con base en la evidencia científica por ignorancia y/o corrupción. 

¿Qué destruyó la naciente “democracia liberal”? La repetida difamación de la “democracia liberal” acompañada de la actuación política basada en sucesivas falacias jamás criticadas que se asumieron como verdades, mismas que lograron la modificación de las garantías constitucionales del sufragio universal según principio de “un ciudadano un voto”, igualdad de representación y libre expresión de la voluntad del individuo, por sus contrarias, mediante actos perversos disimulados como “bondadosos” (v.g. sufragio obligatorio -artículo 26.II.2 Constitución de 2009-, representación corporativa nacionalsocialista necesaria -artículo 147.II Constitución de 2009-, etc.), con la finalidad de sustituir la representación de iguales gobernados y el debate de sus representantes, por el ejercicio del dominio -encubierto como “lucha”- de las “clases/corporaciones” dominantes/mayoritarias sobre las dominadas/minoritarias dentro del parlamento convertido en delegación de múltiples corporaciones nacionalsocialistas, que bien justifican el adjetivo “plurinacional”.

¿Cómo se recuperará la “democracia liberal”? Abandonando el injusto e inmoral esquema dominante/dominado escondido detrás de la sistemática promoción de la obtención/ejercicio de la “mayoría absoluta” en el Poder legislativo (nacional y sub nacionales), y otras tantas instituciones constitucionales que crearon privilegiados a expensas de los desfavorecidos. En el mismo orden de ideas, proponiendo y promoviendo la mayor atomización posible de la representación política dentro del Poder legislativo, mientras los ciudadanos reorganizan con libertad sus partidos políticos. Garantizando, en adelante, que las fuerzas políticas puedan tener “mayoría relativa” pero no “mayoría absoluta”. 

Si no se aprende de la historia y no se le enseña al ciudadano, y con más razón, al ciudadano que funge de órgano político en el Poder legislativo, a debatir, persuadir, opinar, acordar, negociar, consentir, con fundamento en la evidencia científica y respeto a la “minoría política”, dentro del ordenamiento jurídico, no se avanzará en la recuperación de la “democracia liberal” y se caerá en un brutal círculo vicioso de venganza/extorsión. Ese que anticiparon y temen todos quienes delinquieron y dañaron al prójimo durante la autocracia MASista.

¿Qué impedirá la recuperación de la “democracia liberal”? La promoción de la supuesta necesidad de obtención/ejercicio de “mayoría absoluta” en el Poder legislativo mediante la predisposición de unificación de las facciones residuales del oficialismo MASista (ANF; 29/1/2025), y la parodia de primarias informales que viene realizando la pseudo oposición (INFOBAE; 19/12/2024). En la cual, ambas omiten considerar que el gobernado, a quien reputan a priori “ingobernable” parafraseando a sus teóricos, es quien, al final del día, sin importar las imposiciones del esquema dominante/dominado, elegirá a su representante. La primitiva metáfora de “un clavo saca a otro clavo” que opera como eje teórico de la pseudo oposición, en el mejor de los casos, cambiará una autocracia por otra, mediante su “eventual mayoría absoluta”, e igualmente tenderá a su reproducción vía re-postulación, etc., pero no reconstruirá nuestra “democracia liberal”. Ya se la vio en acción en 2019, cuando se auto colocó en la cresta de la ola y hundió la transición. 

Por tanto, la evidencia indica que la falaz equiparación teórica de la “mayoría absoluta” con “gobernabilidad”, dentro del esquema dominante/dominado propio del socialcomunismo (izquierda) y del nacionalsocialismo (derecha), omitiendo al “gobernable” (sometible) salvo para responsabilizarlo del fracaso del político, ejecutada sistemáticamente por la práctica política boliviana, causó la eliminación de la naciente “democracia liberal” con la instalación de una “democracia socialista” que opera como forma del fallido Estado plurinacional, cuyos perniciosos efectos pueden ser resueltos de forma gradual a través del aseguramiento de la atomización de la representación política en el Poder legislativo; máxime, sabiendo que las salidas rápidas y fáciles, nunca son salidas.

El autor es abogado constitucionalista y procesalista