Ir al contenido principal
 

Opinión

Comprendiendo nuestro lugar en el universo

4 de Febrero, 2025
Compartir en:

El doctor en Física Guillermo Abramsom, en su libro “Viaje a las Estrellas. De cómo y con qué los hombres midieron el universo”, publicado por Siglo XXI en la colección “Ciencia que ladra”, dice: “En una noche despejada, sin Luna, lejos de las luces de una gran ciudad, podemos ver miles de estrellas en el cielo. Es uno de los espectáculos naturales más hermosos y está al alcance de todo el mundo, sin necesidad de viajar a lugares exóticos, peligrosos ni lejanos. Miles de estrellas esparcidas en el cielo: una visión que desde la noche de los tiempos ha sido fuente de asombro e inspiración para la humanidad. La ciencia de la astronomía, claro está, tiene su origen en esta fascinación por el cielo estrellado. Pero en realidad la astronomía es algo más que una ciencia. Es una manera de comprender nuestro lugar en el universo”. 

A continuación, señala algunas preguntas que muchos seres humanos nos hemos hecho al mirar el cielo estrellado “¿Qué son esas cosas que vemos brillar en el cielo? ¿Qué es el sol y a dónde va durante la noche? ¿Cuántas estrellas hay? ¿Por qué la Luna cambia de aspecto? ¿Qué son los planetas y los cometas? ¿Hasta dónde llega el universo? ¿Cómo se originó y cómo terminará? ¿Cuál es nuestro rol en ese escenario del universo? ¿Existen otros seres conscientes observando el universo tal como lo hacemos nosotros?”

Son preguntas que apuntan al sentido trascendente de la vida, que se ha perdido junto con la religación del hombre consigo mismo, con los demás y con la naturaleza. Apuntan precisamente a aquello que cada vez se olvida con mayor intensidad, en medio de un mundo que día a día se hunde más y más en el consumismo, en medio de un mundo en el que tener el poder a como de lugar parece ser lo único que importa.

Mirar el cielo y encontrar la Cruz del Sur, ver la Luna en sus diferentes fases, contemplar Venus, Júpiter, Marte y Saturno (a veces en la misma noche y con la ayuda de un telescopio), ver cómo algunos planetas se alinean, observar el paso de un cometa … son cuestiones realmente espectaculares y sobrecogedoras, que debieran permitirnos ver y pensar “más allá de nuestras narices”.

Así, podríamos reflexionar sobre lo que hacemos cada día como seres humanos, tomar conciencia que habitamos un planeta conjuntamente otros seres humanos, y también con otros seres no humanos, dignos del mayor respeto y consideración: las plantas los animales, las rocas.

Con poco que pensemos, llegaremos al convencimiento de que estamos hechos de la misma materia de la que están hecho otros hombres mujeres y el resto de cuanto existe en el universo. Somos “polvo de estrellas” como dice Jorge Drexler en su bella canción titulada precisamente así, en la cual nos recuerda, entre otras cosas que “Vale una vida lo que un sol, una vida lo que un sol vale”.

Somos seres pensantes y conscientes de cuanto sucede y de quiénes somos, pero parece que no somos capaces de comprender cuál es nuestro lugar en el universo. Priorizando la fuerza de autoafirmación y relegando la de integración, nos hemos ubicado en un pedestal desde el cual pretendemos dominarlo todo. 

Esto ha llevado, en muchísimas ocasiones, a entronizar el mal como dueño y señor de cuanto existe y olvidar la realización del bien, al cual deberíamos estar convocados como mamíferos que hemos nacido en alguien y no en algo y nos hemos alimentado de alguien y no de algo.

Hace pocos días se ha recordado los 80 años de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz por el Ejército Rojo. Campo por el cual pasaron millones de personas, la gran mayoría de las cuales fue asesinada en las cámaras de gas y cremada posteriormente. ¿Qué habían hecho para merecer ello? Nada, sólo eran judíos, homosexuales o gitanos que, por ello y según dispuso el dios de entonces, Hitler, no tenían derecho a existir.

Lo grave es que, junto con el colosal desarrollo tecnológico en que vivimos, esto sigue pasando como si nada. Prueba de ello, son los miles de niños palestinos asesinados por órdenes de Netanyahu, quien parece haber olvidado lo que le pasó al pueblo judío bajo el nazismo. 

Y la cosa va para peor, cuando uno ve que en el mundo hay líderes desquiciados, que se creen amos y señores con derecho a apropiarse de lo que se les antoja, de expulsar a migrantes como si fueran delincuentes, de cambiar el nombre de los lugares geográficos, todo por volver a su país al sitial que, según ellos, le corresponde.

En este contexto, sin embargo, hay que afirmar nuevamente que no todo está perdido y que, así como hay quienes abusan de su transitorio poder, destilando odio y venganza, hay otros seres humanos que, inspirados en las estrellas y en el cielo estrellado, buscando religarse consigo mismos, con los demás y con la naturaleza y buscando el sentido de lo transcendente, luchan cada día por un mundo mejor, por un mundo regido por la convivialidad, la hospitalidad y otros valores semejantes.

Definitivamente, hay muchos seres humanos que buscan comprender su lugar en el universo.

El autor es abogado