Javier Aliaga
La Paz, 12 de enero (ANF).- A mediados de los años ochenta, Bolivia comenzó a configurarse como un país urbano dejando atrás su condición mayoritariamente rural. La migración a las ciudades del eje central convirtió al país en un territorio tricéfalo con los departamentos de La Paz, Cochabamba y Santa Cruz, y sus sedes capitales, como los más poblados y económicamente más fuertes.
Pero, esto ha ocurrido y continúa sin que las autoridades reparen en la urgencia de políticas urbanas y territoriales para las ciudades, ni en soluciones a los problemas de las zonas periurbanas o periféricas, al despoblamiento del territorio y al empobrecimiento del área rural, que a diario pierde a sus jóvenes cuadros y su población económicamente activa.
Sobre esos temas conversaron la socióloga e investigadora de la problemática urbana Escarley Torrico y el sociólogo urbano René Pereira Morató en una entrevista concedida al programa “Hablar de Bolivia con una taza de café”, que la ANF difunde en sus plataformas digitales.
En los últimos 15 años, Torrico ha investigado los procesos de urbanización en Bolivia con énfasis en las políticas neoliberales y las transformaciones que han causado en las ciudades, en tanto que Pereira Morató también es autor de varios estudios en la especialidad y su último libro titula “Análisis de situación de las Políticas sobre Hábitat Urbano y Vivienda en Bolivia”.
Como antecedente, Torrico señaló que hasta los años setenta las ciudades mineras del occidente eran las más relevantes del país con La Paz como gran capital, de tal forma que Bolivia se consideraba un territorio con macrocefalia, es decir, que contaba con una sede o cabeza principal, mientras que el resto del país estaba casi despoblado y poco integrado.
La macrocefalia, apuntaron los expertos, es la característica de Argentina, Perú y Chile que, respectivamente, tienen al “gran Buenos Aires”, una Lima metropolitana o un “gran Santiago”, pero no de Bolivia, cuya particularidad es la “tricefalia” en el eje central.
Las medidas de ajuste estructural económico provocaron una migración desde el campo y las ciudades mineras hacia los departamentos de La Paz, Cochabamba, Santa Cruz, descollando la ciudad de El Alto, con tasas de crecimiento de 8 % anual, un dato extraordinario tomando en cuenta que en demografía el 3 % ya se considera un crecimiento acelerado, explicó Torrico.
A grandes rasgos, un segundo cambio se produce con el proceso de descentralización, cuando la población de las capitales se desconcentra hacia las localidades intermedias; un tercero, con la expansión hacia ciudades de frontera o comerciales, a las gasíferas o las soyeras, y ya en el último censo se ha constatado el surgimiento de las ciudades de más de 2.000 habitantes.
Pereira Morató: “Mirar sólo a las ciudades no nos hace bien”
Para Pereira Morató, la concentración de la población en las tres metrópolis “es muy positiva por la generación de riqueza y prestación de servicios”, pero también crea una asimetría con los otros departamentos que no se benefician de las bondades de la metropolización.
El sociólogo afirmó que las autoridades nacionales no ven con la urgencia debida estos temas de fondo, ni tienen políticas ante el despoblamiento rural, la “estampida” migratoria de la juventud desde zonas pobres a las ciudades y atribuyó esa falta de visión a que los funcionarios están centrados en proyectos efectistas o “cool” en las ciudades para buscar réditos políticos.
Además, llamó la atención y cuestionó las políticas urbanas que impulsa, según dijo, Naciones Unidas en países como Bolivia porque, supuestamente, no trabajan desde el diagnóstico de la realidad, sino desde una posición “vertical”.
“Mirar solo, como está haciendo ahora Naciones Unidas, a las ciudades y convertirlas en objetos de políticas no nos hace bien porque no nos está haciendo mirar el territorio en su integralidad”, subrayó y agregó que frente a lo que propone ONU-Habitat él promueve el trabajo no sólo con las ciudades sino con políticas territoriales que incluyan lo rural.
La realidad de las zonas periféricas de las ciudades donde llega la población migrante, y que se constituyen en un territorio híbrido, una interface entre el mundo urbano y el rural, tampoco está contemplada en las planificaciones urbanas, cuestionó Pereira Morató.
En ese contexto, dijo que el “esquema de objetivos inclusivos, de un urbanismo social son cuentos de hadas porque estamos en un modelo capitalista, neoliberal, donde se invierte no en la periferia, sino en las áreas donde tiene que generar el plusvalor, el lucro y la ganancia”.
¿Qué hacemos con el territorio despoblado?
Torrico observó que otro de los problemas es la falta de una planificación sobre qué se hace con el territorio nacional, una carencia que implica responsabilidades en la academia, pero también entre las autoridades porque no están tratando estos temas de forma integral.
La última vez que se hizo una reflexión sobre cómo poblar el país fue con el Plan Bohan de 1950 y la Marcha al Oriente, que tuvo como resultado la transformación de la pequeña ciudad que entonces era Santa Cruz en la actual metrópoli.
“Mientras no exista esta reflexión de los políticos, de la opinión pública respecto a qué va a pasar en términos territoriales con Bolivia, me parece que ahí hay muy poca capacidad de hacer política pública en términos de largo plazo”, agregó al expresar su esperanza de que los candidatos en los comicios subnacionales agenden estos temas como prioridades del debate.
Sobre la migración campo-ciudad, Torrico señaló que esos procesos suelen analizarse como si fueran naturales y no tuvieran un contexto, pero respondieron a momentos históricos, en particular el de los años setenta cuando la movilidad de grandes sectores se explicó por la demanda de mano de obra en el proceso de industrialización de las ciudades.
Posteriormente, en los años ochenta y noventa se produjo un proceso de desindustrialización y de precarización en las ciudades, pero eso no frenó la urbanización.
Para Torrico, esa es la característica fundamental de la urbanización del país que se produce cuando el Estado se retrae, cuando hay procesos de privatización de los servicios, ampliación de la frontera agrícola, apertura de fronteras y ya ni siquiera se aspira a tener ciudades industrializadas.
De tal forma que el proceso de urbanización “es bastante violento” porque se hizo en condiciones de “precariedad terrible”, pero también porque a la gente del campo se la sacó del área rural para que busque una vida en la ciudad, pero se la abandonó sin darle atención.
Pereira Morató añadió que la migración es “imparable” y mientras continúe el retraimiento el Estado y la hegemonía de las políticas de mercado, ese proceso va a continuar del campo a la ciudad y entre ciudades porque precisamente no habrá inversión en el área rural.
Asimismo, propuso impulsar el nuevo paradigma “del derecho a la ciudad”, consistente en empoderar a los ciudadanos para que sean partícipes de la construcción de sus contextos urbanos, a partir de una política que “mire a los ciudadanos como sujetos importantes”.
Para finalizar, Torrico abogó por no pensar los problemas en términos de blanco y negro, o de polarizaciones, porque la realidad es dinámica como en los territorios periurbanos, donde “ni todos los que viven ahí son pobres, sino todos los que son pobres están ahí”.
“Esto es algo que hay que entender y creo que en Bolivia lo entendemos muy poco”, reafirmó Torrico, mientras que Pereira Morató coincidió en que las miradas dicotómicas entre lo urbano y lo rural han sido superadas por la misma gente que llega a los alrededores de las ciudades.
ja// ANF