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Opinión

Sobre “tiktokers”, contradicciones e implicancias

29 de Julio, 2022
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GUIDO ALEJO

La polémica surgida por la tarifa de cobros de una -ahora famosa- “tiktoker”, despertó múltiples reacciones en los pasados días, ello especialmente en el ámbito mediático y las RRSS, además de opiniones de personas relacionadas a los ámbitos académicos e intelectuales. Proliferaron criticas que luego fueron solapadas por resonantes mensajes de apoyo de personalidades mediáticas.

Uno de los enfoques más usados para interpretar los hechos fue el del racismo, dada la condición “indígena” de la “tiktoker” en cuestión y la supuesta arremetida racista de profesionales “blanco-mestizos”, que supuestamente “no aceptan que una campesina indígena pueda generar mayores ingresos que ellos”. Sin embargo, tomando en cuenta que la racialización también implica anclar a un grupo social, a una condición y rol concreto según sus características fenotípicas, los análisis que buscan evidenciar y desmontar el racismo también racializan.

La construcción imaginaria del "otro" condiciona la toma de posiciones y construcción de un "propio" en torno a su antípoda, para ello, la esencialización es fundamental, ya que permite separar y anteponer, pese a que la realidad suele demostrar lo contrario. En este caso, se asume implícitamente que sólo los "blanco-mestizos" son profesionales, así también se ancla a lo "indígena" a un estrato inferior. El racismo se practica incluso hacia el "propio", otorgándole una condición social estática, un rol, e incluso una opinión ¿Acaso no existen profesionales “indígenas” desde hace varias décadas?

Y no solo las limitaciones se evidencian en esta percepción, sino buena parte de expresiones de apoyo -a la tiktoker- se anclan en un abierto clasismo. Frases como "la envidia corroe a los que sencillamente no pueden” tienen una correlación con "el pobre es pobre porque quiere". Según estas expresiones, quienes se esfuerzan tienen el derecho a cobrar el doble o triple de 1000$, al igual, los servicios de los grandes "influencers" no están destinados a "empresitas" sino a quienes puedan pagarlo.

Implícitamente se caracteriza a las personas que critican como “envidiosos” que por fruto de su incapacidad e inacción, están destinados a la pobreza y ver el desfile de los “triunfadores”. Se demarca una línea imaginaria que justifica la diferencia de ingresos, asociándolos a las virtudes, creatividad y esfuerzos puramente personales ¿Acaso no se esfuerzan las personas que en la informalidad elaboran estrategias de sobrevivencia para eludir la precariedad?

Desde una mirada del mercado, la identidad se puede mercantilizar, es un producto, pero debe tener ciertas connotaciones. Mientras más performance y mitos se construyan, mejor; por ello, una "indígena" rural que vive una vida cotidiana no llamará la atención, es necesario entretejer esa realidad con otra que ya no forma parte de lo cotidiano, sino de una representación. En este sentido cobra importancia la demanda, es decir, a quién se oferta este producto.

Generalmente la mirada multiculturalista posmoderna -preponderante en las RRSS- demanda representaciones concretas y aquí es donde se generan mayores ingresos. Las representaciones de la identidad orientan su enfoque a este enorme mercado, allí donde abunda el romanticismo originario y donde se brinda cierto paternalismo inclusivo. No necesariamente los productos asociados con la identidad están orientados al ámbito popular, sino se sirven de él para acceder a espacios mediáticos ajenos a éste. Allí radica una diferencia clara del producto ofertado, pueden ofertarse aventuras, turismo y otras temáticas, pero si se oferta una “forma de vida” (precaria) la contradicción llegará tarde o temprano.

Y no, no necesariamente la critica vino exclusivamente de una facción “blanco-mestiza racista”, sino desde gran parte del mismo ámbito popular. Ello derivado por el desengaño de la ficción romántica de la precariedad en este caso concreto, y la desigualdad en la generación de ingresos/profesión como una constante recurrente. En este sentido, gran parte del vapuleo mediático estuvo destinado al grupo de donde proviene la “tiktoker” defendida.

El elemento perdedor, en este contexto, es la meritocracia, no aquella esgrimida por las élites -orientada a una reproducción endogámica- sino que se construye en la subjetividad popular, en el que la educación implica una mayor posibilidad de mejorar la calidad de vida, por ello los rostros morenos ya son comunes en la educación superior. En este sentido, los reclamos no buscan que una "tiktoker" quede en la pobreza, sino que quienes se esfuerzan ganen más de 1000$.

El drama boliviano es que somos el país con el peor Índice de Desarrollo Humano en la región, estamos habituados a la llunk'ucracia y la fuga de cerebros al extranjero, no se valora el trabajo intelectual ni científico, y -como ahora- se desprecia la implícita petición de una meritocracia alternativa, hay correlaciones claras.

Guido Alejo es arquitecto y analista

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