OMAR QAMASA GUZMAN BOUTIER
El hecho que servirá de motivo para el comentario en esta columna se refiere al empadronamiento de ciudadanos en Riberalta (Beni) para que, en las elecciones nacionales próximas, puedan sufragar en Pando (¡?). A este hecho se sumaron, de forma colateral, otros pero de menor importancia, aunque sí complementarios. Nos referimos a las justificaciones del Sereci (Pando), para “explicar” aquella irregularidad y a las del tribunal electoral con algo que, como ya es costumbre en los tribunos electorales, no guardaba coherencia alguna. En definitiva, ante la denuncia los tribunos electorales optaron por mirar a un costado.
Forman parte también del hecho principal otras reacciones, tanto en la sociedad como en el gobierno. La primera referida a la denuncia en sí (formulada la segunda semana de este mes), acerca del empadronamiento fuera de toda norma en el Beni, a supuestos votantes de Pando. La segunda reacción proviene de la otra punta del tablero, o sea del gobernante partido Movimiento al Socialismo (MAS). En este último caso, a mediados de la tercera semana del presente mes, una senadora del Beni por el MAS, anunció iniciar un juicio a una radioemisora de ese departamento, precisamente por las denuncias de aquél extraño empadronamiento. Es este conjunto de hechos, consecuentemente, lo que configura, en sentido amplio, al hecho mayor que comentamos.
El irregular empadronamiento y los menudos hechos colaterales desde el lado estatal constituyen, sin embargo, solamente la punta del ovillo, puesto ahora una vez más al descubierto. Nos referimos al proyecto del gobierno por fraguar la mayoritaria voluntad democrática de la ciudadanía. Voluntad que, según todas las proyecciones electorales, tiende a ratificar e incrementar la contundencia del rechazo de la población al gobierno antidemocrático del MAS, para las próximas elecciones nacionales. Fruto de la desesperación, el gobierno intenta una y otra vez abrir un espacio, por mínimo que sea, a fin de introducir por medio de él alguna probabilidad de viabilidad de éxito, en el intento de torcer la tendencia electoral de rechazo a la inconstitucional candidatura Morales – García. Pero esos esfuerzos fracasan, dejando en claro para todos (excepto para los más acérrimos defensores del oficialismo), la inutilidad de los mismos.
Todos los intentos, desde el manejo por intermedio de funcionarios serviles y sin personalidad profesional, del tribunal constitucional, el poder judicial, el tribunal electoral, hasta el amedrentamiento a sectores sociales íntegros (como en los Yungas, del departamento de La Paz), el apresamiento de dirigentes sindicales contrarios al MAS, así como la libre disposición de los medios de comunicación para-estatales (redes de televisión, radios y prensa escrita), simplemente no tienen el efecto esperado por los personeros del palacio de gobierno. Al contrario, con cada uno de estos intentos se hace más evidente la desesperación en las filas del oficialismo por un lado y por el otro, inversamente, se afianza la seguridad que adquiere el rechazo democrático de la ciudadanía, por saberse mayoritaria. A la vez, poco a poco, esta seguridad va influyendo sobre el ánimo de quienes todavía no definieron su preferencia electoral, para la cita de los últimos meses del año. Esto quiere decir que el permanente atropello a los principios democráticos que lanzan los seguidores de los candidatos truchos y la inutilidad de tales manotazos por revertir el adverso cuadro pre-electoral, apenas resultan patéticos esfuerzos de ahogado.
Toda esta situación, particularmente la del ámbito de la sociedad, configura una atmósfera, un ambiente general, que en buenas cuentas define el carácter de la actual coyuntura política boliviana. Y es en esta atmósfera, en este ambiente, en el que se inscribe el comportamiento democrático de la ciudadanía, ante los permanentes atropellos a la democracia por parte del gobierno. No puede abstraerse, pues, de esta atmósfera el comportamiento ciudadano. Esto quiere decir, también, que la atmósfera misma actúa como amplificador del sentimiento democrático de la mayoría de la población. Por último, la atmósfera a su vez cumple la función de “conductor” de esas pulsiones democráticas; lo que significa que a nivel nacional la voluntad democrática adquiere cada vez mayores grados de unificación. No importa si esta voluntad, en rechazo a los atropellos del gobierno y sus agentes en la justicia y en el órgano electoral, se manifieste en uno u otro departamento, región o ciudad, porque esa voluntad termina expandiéndose rápidamente a todo el país.
En este marco debe entenderse la respuesta de la sociedad a la mañosa inscripción de ciudadanos en el Beni, para que puedan sufragar en Pando en las elecciones nacionales próximas. Más allá de la valiosa denuncia específica de una senadora de oposición del irregular hecho o la difusión de una radioemisora (recordemos, ahora amenazada de ser enjuiciada por una parlamentaria del MAS), destaquemos dos hechos. Primero, la atmósfera favorable en la sociedad, para la recepción, difusión y ampliación de estas denuncias, en pro de la defensa de la democracia. Sin una atmósfera de estas características, la denuncia misma no habría pasado de ser una protesta al vacío, sin mayor esperanza que la sociedad la recepcionara. Por supuesto, tampoco podría haberse hablado de la masiva y exitosa difusión de la denuncia; aquí hablamos no de la difusión, claro, solamente a través de los medios convencionales y ni siquiera de medios alternos como internet, sino incluso, dada la fertilidad que ofrece la atmósfera, de la difusión “persona a persona”. Precisamente por todo ello tuvo la denuncia una ampliación general, nacionalmente hablando. La enorme ampliación es, pues, el resultado al que puede llegarse en una atmósfera de este tipo.
En segundo término, la “substancia” de esta atmósfera, es decir, aquello que le dota de fuerza social, es igualmente un elemento a destacar. Con ello nos referimos al estado de ánimo que se observa en la sociedad, en lo que a la defensa de la democracia se refiere. Diríamos que, apoyados en todo nuestro razonamiento precedente a propósito del ejemplo del Beni, la rapidez con que la denuncia se ha expandido refleja el estado de alerta en el que se encuentra la sociedad. A este estado nos referimos cuando hablamos de la substancia social de la atmósfera. Una atmósfera, insistamos, que hace fracasar una y otra vez todos los intentos del MAS por crear las condiciones institucionales para el desconocimiento a la voluntad democrática de la mayoría de la población. Una voluntad que adelanta con solidez la inevitable derrota de la candidatura inconstitucional del MAS.
Omar Qamasa Guzman Boutier es escritor y sociólogo