Los criminales incendios forestales y los irreparables daños causados a la biodiversidad, se registrará como el “acontecimiento del año”, por el impacto que ha tenido y tiene en el medio ambiente y lo que supone para las presentes y futuras generaciones. También quedará registrado el trabajo de Daniela Justiniano (Personaje del Año por la redacción de EL DEBER) y los cientos de voluntarios que luchan en primera línea y protegen el patrimonio natural de Bolivia.
Los incendios consumieron este año 10.1 millones de hectáreas, y 6 de cada 10 incendios ocurrieron en bosques, y 68% del total nacional sucedió en el departamento de Santa Cruz. Todo esto obedece a una combinación de factores como el cambio climático, la inefectividad o ausencia de sanciones a los infractores y las erráticas decisiones políticas. Las denominadas “normas incendiarias”: seis leyes y dos decretos supremos, y resoluciones de la Autoridad de Fiscalización y Control Social de Bosques y Tierra, fueron expedidas con el propósito de ampliar la frontera agrícola de tres a trece millones de hectáreas en 10 años.
En esta columna hemos insistido en la necesidad de crear una Comisión Internacional que se encargue de establecer las causas, autores y responsables del mayor crimen medioambiental de los últimos tiempos. Y debe ser conformada con expertos de la Organización de las Naciones Unidas, habida cuenta que este crimen vulnera su propia Declaración Universal de Derechos de la Madre Tierra, que busca precisamente promover mediante la enseñanza, la educación, y la concientización, el respeto a estos derechos, y asegurar a través de medidas y mecanismos prontos y progresivos de carácter nacional e internacional, su reconocimiento y aplicación universal y efectivos, entre todos los pueblos del Mundo. Los expertos deben determinar, por ejemplo, el “derecho propietario” de la Madre Naturaleza, terminar de perfilar los delitos de ecocidio y biocidio, todo esto con la finalidad de evitar la torpeza de algunos gobernantes de impedir el apoyo del grupo de los 7 países más grandes del mundo a título de la soberanía nacional.
Por ello, existen preguntas pendientes como, por ejemplo, ¿por qué no se declaró zona de desastre nacional y se canalizó la ayuda externa, etc.? ¿Por qué el gobierno central ha tenido un comportamiento contradictorio, y displicente con esta catástrofe nacional e internacional? ¿Cuál el grado de responsabilidad de los gobiernos subnacionales?
En la prensa cruceña, Roberto Vides, director de la Fundación para la Conservación del Bosque Seco Chiquitano, afirma que el incendio es un desastre inducido por el hombre y es una tragedia para la vida silvestre, los recursos y el patrimonio natural del país y del mundo. A tiempo de sostener que las pérdidas son incalculables, el funcionario sostiene que si se consideran 500.000 hectáreas de bosque incendiado se debe lamentar la pérdida de 40 millones de árboles maderables, lo cual representa, en términos económicos, 1.140 millones de dólares. Sin embargo, ese monto económico es nada, comparado con las pérdidas de biodiversidad y servicios ecosistémicos. Para el experto ha ocurrido un biocidio, porque se han eliminado a miles de especies, de biodiversidad, la vida de animales, de plantas, hongos, insectos y microrganismo que hacen que la vida funcione. Lo peor aún no se conoce ni se ha cuantificado: el posincendios.
La Comisión debe buscar cómo recuperar o reparar los cuantiosos daños a la biodiversidad, que brinda servicios ambientales como la regulación del clima y absorción de agua. La Madre Tierra tiene derecho a vivir, a su regeneración, a continuar con sus ciclos y procesos vitales libres de alteraciones humanas, a mantener su identidad e integridad, a ser auto-regulada, e interrelacionada, al agua como fuente de vida, a la salud integral, libre de contaminación, polución y desechos tóxicos, a no ser alterada genéticamente y modificada, y a su restauración plena y urgente.
Nadie en su sano juicio debe oponerse a una investigación internacional no sólo para despejar susceptibilidades, sancionar a los culpables y sentar un precedente sino también para buscar cómo reparar este crimen en contra de la Madre Tierra. Todos debemos tener presentes que la naturaleza no necesita de las personas, sino, todo lo contrario, somos las personas las que necesitamos de la naturaleza.
El autor es jurista y autor de varios libros