GABRIELA CANEDO
Hace un par de semanas, tuve la grata de experiencia de asistir a la Fiesta de Santa Vera Cruz Tatala, esta vez con afán etnográfico, quise ver las características principales de dicha fiesta que por cierto, atraviesa el continente.
La festividad comenzó como la fiesta de la Chakana o Cruz del Sur, porque entre el 2 y 3 de mayo dicha constelación se encuentra en su posición más vertical con respecto a la zona andina, de tal modo que permitía prever como seria la producción agrícola. A esto se suma que mayo marca el fin de la época de la cosecha y el inicio de un nuevo ciclo.
La fiesta de Santa Vera Cruz cobija a gente campesina y urbana, que con una intención particular, se dirigen a pedir al Tatala de Vera Cruz que este año sea un año de abundancia y fecundidad. Unos pidiendo que exista buena producción, que la cosecha sea próspera, que los animales (vacas, ovejas, gallinas) se reproduzcan, pues tanto la agricultura como la pequeña crianza de animales, se constituyen en pilares de la reproducción económica campesina. Es así que campesinos de las alturas y de un sinfín de lugares llegan a Santa Vera Cruz, con la respectiva bosta de animales, que despide un olor especial, que se constituye en ofrenda, y que junto a la coca y a la infaltable chicha o en su versión moderna, la cerveza, rezan, piden que vengan tiempos fértiles y fecundos.
La charla y los recuerdos no están ausentes, y es así como la gente espera el albor del 3 de mayo. El armado de pequeñas mesas como ofrendas en las que para unos los animales y los productos agrícolas ocupan un lugar central, para otros, pequeñas figuras de bebés se convierte en la estructura de la “mesa”.
Largas colas de gente con el objetivo de llegar a ver de cerca y tocar la figura del Tatala, una imagen morena del Cristo crucificado, y de recibir su bendición, con la esperanza de que la fertilidad haga de las suyas. La gente espera, camina, avanza, todo con el objetivo de saludar, estar frente del Tata Vera Cruz y solicitarle fecundidad y fertilidad.
Una de las características especiales de la fiesta de Santa Vera Cruz y del Tatala es la concurrencia de parejas o mujeres que no han podido embarazarse y que van en pos de que la fertilidad les visite y llegue. Van esperanzadas a pedir una wawa. Es así que una larga fila se forma, de mujeres que esperan que alguna otra mujer o pareja que haya recibido la gracia o la bendición de embarazarse el año anterior, regrese a devolver el favor, es decir, retorne a la fiesta regresando la wawa recibida, representada en un muñeco. Este ritual representa la transferencia de la energía, de la fertilidad de una mujer hacia otra. Asimismo, parejas que ya no desean tener más hijos, van a poner a los pies del Tatala un muñeco con la intención de dar gracias y de parar su descendencia.
De esta manera, como cada año, el mes de mayo en Santa Vera Cruz se ve impregnado de abundancia, de deseos en los que la multiplicación y la reproducción se vuelven el motor de la fiesta. Y al compás de las coplas pícaras y el sonido de los acordeones, que viva la fertilidad, que viva la abundancia y que viva el Tatala.