El 22 de enero se conmemora un aniversario más del Estado Plurinacional y es menester hacer un balance de las paradojas y los retos que tenemos en un país regido por este tipo de Estado, que aún se halla en construcción y que imaginamos debe desembocar en una edificación, que plasme la esencia misma de lo que significa la plurinacionalidad.
A partir de la Revolución Nacional se dio el intento fallido de crear un Estado-Nación en el cual la homogeneización cultural era el elemento aglutinador, bajo la categoría de la “igualdad”, el voto universal, “la tierra es para quien la trabaja”, entre otros y bajo el paraguas del mestizaje y la construcción de “lo boliviano”, se pretendía cubrir y tapar todas las diferencias culturales, sociales y económicas. Sin embargo, las desigualdades de clase y étnicas en el país, se visibilizaron años más tarde y fueron los sectores rezagados económica y culturalmente, los que a través de reivindicaciones, manifestaciones y protestas, empujaron, posicionaron y demandaron la creación de un Estado Plurinacional; un Estado que los cobije y los reconozca en igualdad de condiciones, no bajo la noción de “igualdad”, sino del respeto a las diferencias y particularidades.
Se trata de un Estado en el que quepamos todos y este es uno de los mayores retos de la construcción; que reconozca de manera genuina las culturas que alberga nuestro país, pero no bajo el elemento cuantitativo que implica la supremacía del número y la mayoría, sino, bajo el aspecto cualitativo, es decir, que más allá de la cantidad de habitantes que puede tener un determinado pueblo, no sean tratados como minoría. Aquí radica otra de las mayores paradojas y a la vez uno de los grandes desafíos, el Estado Plurinacional, ante todo significa que las culturas tienen el mismo valor, es decir, la misma jerarquía y lo que esto implica en todos los ámbitos: económico, social, cultural y político.
Para los pueblos indígenas, tan referenciados y mencionados en el actual Estado Plurinacional, la autonomía y la autodeterminación son vitales para su existencia y este es otro de los retos pendientes del actual Estado. En estos últimos años el “nuevo” Estado ha enfatizado discursivamente en el reconocimiento de los pueblos indígenas y en tener un gobierno indígena, sin embargo, en momentos concretos la autodeterminación y autonomía indígena no logran plasmarse y está por demás decir que estos dos derechos son fundamentales para la vida de los pueblos indígenas. Así mismo seguimos dentro el modelo extractivista modernizador que se contradice con el “vivir bien” de los pueblos indígenas.
Por otro lado, existe un gran esfuerzo por la inclusión de los tres tipos de democracia, hecho inédito en el continente: la representativa, participativa y comunitaria, desafiando así la hegemonía de la democracia de corte liberal o la inclusión de la economía plural, afrontando el discurso a la economía capitalista. Estas intenciones son loables, lo que falta es la construcción de un andamiaje, que de manera real pueda plasmar la Bolivia abigarrada de la que hablaba Zavaleta. Lograr la imbricación, convivencia y coexistencia de las diversas visiones, modos de producción y de vida que existen, dan riqueza y hacen único a nuestro país.
Con todo, guardamos las esperanzas de que el reconocimiento de la diversidad en “igualdad de condiciones” llegue y que verdaderamente la autonomía y autodeterminación sean sueños y derechos alcanzados por los pueblos indígenas que a lo largo de nuestra historia tanto han añorado y reclamado.