
Lo que sostengo aquí, en la presente columna, es, como denuncia el título, que esos dos eventos políticos han cambiado y rediseñado el mapa político del país, con un sin número de derivas totalmente impensadas e inesperadas.
El escenario previo a las elecciones generales del 2019, signadas por el 21F, reflejaba agudos niveles de polarización. Donde las calles tomaron más protagonismo que los propios escenarios formales de la política. Es evidente que, en el electorado citadino, había una marcada bronca por el incumplimiento de los resultados del 21F y la habilitación forzada anticonstitucional del caudillo, con pretensiones eternas de poder. En las calles de las ciudades capitales, el rechazo cotidiano a Morales era evidente, silbado y abucheado en actos oficiales, incluso en desfiles patrios Observando mejor después, está claro que el rechazo no era precisamente al partido de gobierno. El rechazo, esencialmente, era contra Evo Morales y sus delirios mesiánicos. Esto quedó demostrado en las urnas el 2020, donde Arce obtuvo 500.000 votos más que su antecesor.
El escenario político electoral hoy, y esta es una de las derivas políticas de ese punto de inflexión que significo la crisis del 2019, ya no está polarizado entre el “evismo” y el “antievismo”, o, entre el “masismo y el “antimasismo”. La eventual candidatura de Luis Arce, en esta prematura carrera hacia el 2025, cambia radicalmente ese escenario. En el campo político tendríamos, entonces, tres bloques: los renovadores del MAS, el bloque opositor tradicional y los radicales del MAS a la cabeza de Evo Morales, el gran perdedor de estos episodios (Las “ondas sísmicas” del 21F tienen largo alcance). Naturalmente, antes de la crisis del 2019, incluso poco después, este escenario no estaba ni en los cálculos de los políticos, ni en las elucubraciones de los estudiosos de la política. Vean, como ese punto de inflexión, cambió radicalmente el escenario.
Ahora bien, en ese mismo horizonte, que provoca el 21F y la crisis del 2019, era impensado también la división al interior del bloque masista, que ahora parece más intensa. Era imposible pensar que la verdadera oposición al partido de gobierno iba a surgir de sus propias entrañas. Evo Morales, hoy, es la principal oposición. También, claro, ante la inexistencia de una verdadera oposición, ya que las dos fuerzas políticas, CC y Creemos, con un poco más de un tercio de escaños en la Asamblea, son verdaderamente inocuas, con agudos niveles de retardo mental
En esa división del MAS, queda claro, también, que la ideología no había sido el principal factor de cohesión. O, dicho de otro modo, los intereses, y la lucha por el poder en ambos bandos, determinan todas las decisiones. La ideología masista, entonces, es solo una cortina. En este momento, además en su lógica corporativa, todos los movimientos sociales aglutinados en el Pacto de Unidad, apoyan al que tiene el poder, al que maneja el aparato estatal, disponiendo espacios y recursos. Controlar a esa constelación de sindicatos en Bolivia es asegurarse la votación de cerca del 50% del padrón electoral, además de gobernabilidad. Los dirigentes de esos sindicatos apoyaran siempre, en esa relación corporativa, al que detenta el poder. Es muy probable, como todo es por interés, que el líder histórico del MAS, solo se quede con su guardia pretoriana; las seis federaciones del trópico, pues ahora no tiene nada para repartir, salvo ideología. Grande debe ser su angustia. En ese sentido, la correlación de fuerzas, en esa lucha intestinal, es muy favorable a Luis Arce. Incluso, si toma en cuenta las premisas de Maquiavelo, puede destruir a Morales ahora. Si no lo hace, y por aquellos azares de la política Morales retoma del poder, tendría que ser el primero en huir despavoridamente.
La crisis también revelo, con el gobierno de Añez, el pobre estado de la oposición Tuvieron la oportunidad de oro para gobernar distintamente, sin embargo, solo expusieron sus cualidades cleptocráticas. Incapaces de asimilar las virtudes pedagógicas de los errores del pasado.
Como se puede observar, los escenarios de la política hoy, están intensamente marcados e influidos por esos dos grandes acontecimientos: el 21F y la crisis del 2019. Sobre esos temas precisamente discurrirán mis próximas columnas.
El autor es profesor de la carrera de Ciencia Política de la Universidad Mayor de San Simón