
Manuel Ascencio Padilla Gallardo y Juana Azurduy Llanos de Padilla asentaron -finalmente- su cuartel general en “La Angostura” del río Mojotorillo en 1816, consolidando la “republiqueta de Tomina”. Además de los esposos Padilla, Jacinto Cueto, Manuel Cueto, Fermín Cueto, Mariano Suárez Polanco (Tata Polanco), Esteban Fernández, Agustín Ravelo, Pedro Bedoya, Vicente Umaña, Juan Huallparrimachi, Juan Antonio Álvarez de Arenales, Antonio López, José María (Mariano) Caballero, entre otros, participaron de la mencionada republiqueta en los montes de Tomina, Laguna, Sopachuy, San Pedro, Tarvita, Pomabamba, Villar y Segura, en ese tiempo conocidos como la “Frontera de Tomina”, acaudillando a cientos de naturales.
Pese a su deficiente armamento, este reducido núcleo rebelde sostenía combates día tras día en distintos lugares de la Frontera de Tomina. Los insurgentes, adaptados a su territorio, maniobraban con gran capacidad de movimiento y dispersión en caso de peligro, mediante un refinado sistema de “guerra de guerrillas” (guerrilla). La republiqueta de Tomina fue la mayor amenaza para el sistema colonial en Charcas/Alto Perú (hoy Bolivia) y la esperanza de preservación de la naciente libertad argentina, tanto que provocó que los ejércitos realistas concentrasen sus fuerzas en la Frontera de Tomina para destruirla.
Tras quince años de guerra civil, el virrey José de La Serna fue derrotado en la Batalla de Ayacucho el 9 de diciembre de 1824. Su capitulación fue pactada por el coronel José de Canterac con el general Antonio José de Sucre y Alcalá (Sucre). Entonces, convencido de la nueva realidad política, el coronel Francisco López de Quiroga y Campoverde realizó un hito histórico determinante para la independencia nacional: el 22 de febrero de 1825, al mando de sus “Dragones de la Frontera de Tomina” (Dragones), declaró la independencia de Charcas/Alto Perú.
Mientras tanto, el general Pedro Antonio Olañeta traicionó al Rey Fernando VII y al Virrey José de La Serna, omitiendo concurrir con sus tropas acantonadas en La Paz a la Batalla de Ayacucho. Paradójicamente, se mantuvo firme en la defensa del ideal monárquico y el sistema colonial. En este orden de ideas, se desplazó al sur de Potosí y tomó posición en Chichas.
Ciertamente, por la grave amenaza que todavía representaba el ejército del general Olañeta en el asiento de la Audiencia de Charcas, la independencia del Alto Perú estaba pendiente de consolidación.
El Gran Mariscal de Ayacucho, después de cruzar el río Desaguadero en camino hacia La Paz, sin la intromisión de Casimiro Olañeta redactó el proyecto de convocatoria a una Asamblea Deliberante para que decidiera sobre el futuro de Charcas/Alto Perú. Cuando el Libertador Simón Bolívar conoció dicho proyecto, primeramente se opuso a su publicación como se constata en las cartas cruzadas con Sucre, para finalmente admitirlo. El decreto de 9 de febrero de 1825 fue publicado en La Paz convocando a la Asamblea Deliberante.
Ya en La Paz, al Gran Mariscal de Ayacucho le fue informada la proclamación de la independencia de Charcas/Alto Perú del 22 de febrero de 1825: “tocaron a rebato las campanas (.) la muchedumbre colmó por completo el ámbito de la plaza, (.). Las tres y media marcaba el reloj (.) cuando hizo su entrada en la plaza, (.), el Coronel [Francisco] López [de Quiroga y Campoverde], (.) desfiló silenciosamente hasta colocarse en orden de batalla frente al Palacio de Cabildantes. Una vez allí, (.), empinándose sobre los estribos y agitando su espada (.), lanzó una vibrante proclama expresando que ya era tiempo de cesar una lucha que había sido larga y sangrienta, que la causa del rey estaba totalmente desprestigiada por sus propios altos defensores, que los americanos tenían ciertamente el derecho de ser libres y gobernarse por sí, que el absolutismo del General Olañeta podía traer nueva efusión de sangre, y que siendo conocidos los sentimientos dominantes en el pueblo de Chuquisaca, que tanto había sufrido por la causa de la Patria desde el 25 de mayo del año de 1809, él como jefe de la guarnición y con la tropa de su mando, (.), declara solemnemente la independencia del distrito de Chuquisaca, desde la ciudad de La Plata, su capital, y declaraba rotos todos los vínculos del Alto Perú con el Gobierno de España, de quien dejaba de ser colonia. Un entusiasta y formidable vocerío de aplauso con vítores y palmeteos acogió las últimas palabras del bizarro Coronel, quién desmontando penetró en la Casa Consistorial, donde se encontraban reunidos los cabildantes, a quienes hizo entrega del gobierno, poniéndose militarmente a orden de ellos. Sucedió a este acto caballeroso, propio de aquellos tiempos heroicos, una animada discusión: ellos porque él retuviese el poder; él porque ellos invistiesen autoridad superior dejándolo como simple defensor militar de la plaza. Por fin ellos vencieron y por unanimidad de opinión [Francisco] López [de Quiroga y Campoverde] fue investido del cargo de Gobernador, empezando inmediatamente el ejercicio de sus funciones” (Jáuregui Rosquellas, A.; “De Todos los Tiempos”; 1938, ps. 138-143).
Luego, Sucre le informó al Libertador Bolívar que “Al concluir mi correspondencia de hoy acaba de llegar don Mariano Calvimontes, conductor de una noticia importante. La ciudad de Chuquisaca, donde la América tuvo el origen de su libertad, fue libre el 22 de febrero. El Coronel Don Francisco López [de Quiroga y Campoverde], (.) proclamó la independencia y juró a las banderas de la libertad” (Archivo de A. J. de Sucre Presidencia de Charcas -A.A.J.S.P.CH.-, carta dirigida por el Gran Mariscal de Ayacucho al Ministro de Estado en el Departamento de la Guerra del Perú del 3/3/1825).
Aquí, es necesario conocer que el coronel Francisco López de Quiroga y Campoverde nació en la Doctrina de “San Salvador de Sopachuy” del Partido de la Frontera de Tomina el 3 de octubre de 1787. Acaecido el golpe de Estado del 18 de abril de 1828, liberará de su cautiverio al Gran Mariscal de Ayacucho, será ascendido por este al grado de General y recibirá de sus manos el título de “Libertador del Libertador”. Luego, Sucre lo designará miembro de la terna para sucederlo como Presidente de la República de Bolivia.
Francisco López de Quiroga y Campoverde es, en el más exacto de los términos, un padre fundador de la patria.
Mientras las fuerzas libertadoras del Gran Mariscal de Ayacucho llegaban a Charcas, las tropas del general Olañeta guarnecían la Villa Imperial de Potosí. En esta ciudad, a causa de la proclamación de independencia de Charcas/Alto Perú, la Segunda Junta de Comandantes del ejército rebelde del general Olañeta ordenó que los Dragones de la Frontera de Tomina (ciento ochenta hombres) bajo el mando de López de Quiroga fueran destruidos. Con este objetivo, se dispuso que el despiadado coronel José María Valdés alias “Barbarucho”, con su ejército de élite de cerca de mil efectivos de infantería y caballería, se trasladara inmediatamente a Chuquisaca.
López de Quiroga y el teniente coronel Manuel Eusebio Ruiz, informados de la aproximación de las tropas del Barbarucho, desplazaron patrullas hacia el río Pilcomayo. El pueblo de Chuquisaca, en conocimiento de la cercanía del enemigo que quería ahogar en sangre su independencia, construyó trincheras en la zona de San Roque para resistir. Frente a la certeza de un asalto de las tropas absolutistas, el coronel López de Quiroga manifestó que en defensa de la sagrada libertad de Charcas estaba resuelto “a sellar con su sangre el feliz cambio de la máquina política” (A.A.J.S.P.CH., Parte Oficial del 25/2/1825).
Con la invasión de las fuerzas del general Olañeta en marcha, el 14 de marzo de 1825, el coronel López de Quiroga se trasladó hasta el Pilcomayo a efecto de valorar en el terreno los hechos y tomar las medidas para impedir el avance de las tropas realistas. Por esta fecha y ante los sucesos del 22 de febrero de 1825 en Chuquisaca, el Gran Mariscal de Ayacucho, gozoso le manifestó al fronterizo López de Quiroga que “Las provincias del Perú Alto, reconocen a V.S. un americano digno, y su país, Chuquisaca, un hijo predilecto. Cuando no sea más que esto solo, V.S. se ha llenado de gloria. El Ejército Libertador y yo, damos a V.S las gracias por un acontecimiento que lo incorpora entre sus filas” (A.A.J.S.P.CH., nota dirigida por el Gran Mariscal de Ayacucho al coronel López de Quiroga, del 5/3/1825). También, Sucre le remarcó a López de Quiroga que “Muy en breve voy a marchar para asegurar la campaña, y nada debo advertir sobre choques parciales que pudieran comprometerse. Evítelo V.S. mucho más cuando tiene retirada” (ídem).
Recomendación asentida en el Parte Oficial de 1 de abril de 1825 enviado por López de Quiroga al Gran Mariscal de Ayacucho: “Con mis anteriores comunicaciones, indiqué a V.E. que el general español intentaba sorprenderme en Chuquisaca prevalido de la pequeña fuerza que yo tenía, en efecto el trece del próximo pasado Marzo a las 9 de la noche, recibí parte del honrado comandante D. Bernabé Vaca, a quién situé en el Pilcomayo, de haber entrado una división enemiga al Terrado 10 leguas distante de la Capital; con cuyo motivo el 14 al amanecer marché a descubrirla a la cabeza del escuadrón, a las tres leguas la vi a mi frente, y conociendo que me excedía con 500 Infantes que apoyaban su escuadrón, resolví abandonar la Plaza, haciendo que marche mi escuadrón sobre el camino de Yamparáez, al mismo tiempo que yo me destaqué con doce Dragones sobre la Plaza de Yotala, desde donde los conduje por distinto camino que el que mandé a tomar al cuerpo, pero desde las inmediaciones de la ciudad, barié en busca de mi columna la que encontré en Yamparáez” (A.A.J.S.P.CH., Parte Oficial dirigido por el coronel López de Quiroga al Gran Mariscal de Ayacucho, del 1/4/1825).
Los Dragones de López de Quiroga tomaron camino hacia el asiento de la Audiencia en una retirada ordenada. El Barbarucho pensó que aquellos se retiraban sin dar batalla para defender La Plata/Chuquisaca; empero, se sorprendió cuando se dividieron en dos grupos en las cercanías de Yotala. El teniente coronel Ruiz con un grupo de los Dragones tomó el camino hacia Yamparáez, instruido de alertar a los indígenas de la región sobre la presencia de las tropas realistas, para luego volverse a juntar con el otro grupo en la misma Yamparáez. Ante esta maniobra, Valdés ordenó que un buen número de sus milicianos persiguiese y destrozara a los Dragones que con alguna dificultad trepaban la montaña camino a las frígidas pampas de Yamparáez. López de Quiroga continuó su retirada con serenidad cual si estuviera escoltando al Barbarucho para enfrentarlo en Chuquisaca. Sin que el perseguidor sospechara de las intenciones de López de Quiroga, este cambió súbitamente de ruta hacia “Totacoa” con rumbo a Yamparáez. El descrito ardid perturbó a Valdés quien, frente a la repentina maniobra, se vio forzado a seguir con la persecución. El coronel López de Quiroga, simulando una penosa fuga, hostigado en apariencia por las fuerzas del Barbarucho, había tomado el camino hacia la Frontera de Tomina.
Francisco López de Quiroga y Eusebio Ruíz eran de los pocos veteranos de los quince años de guerra por la independencia de Charcas/Alto Perú y, ante el acecho de las últimas tropas realistas, para salvar a Chuquisaca de las garras de Valdés, no tuvieron más opción que arrastrarlo a campo abierto y batirlo en las quebradas y montes de Tomina usando el sistema de guerrilla, con aproximadamente cien leguas de recorrido hasta derrotarlo en las pampas adyacentes al río Matela, la madrugada del 27 de marzo de 1825.
López de Quiroga y Ruiz no solo distrajeron a los realistas sino que los cansaron llevándolos por los senderos más escabrosos, para arremeter contra ellos donde menos esperasen, en cortas escaramuzas, diezmándolos, aprisionándolos y apropiándose de sus caballos, monturas, armas y municiones. Describiendo las circunstancias del recorrido, el 1 de abril de 1825, el coronel López de Quiroga le informó al Gran Mariscal de Ayacucho que: “continué hasta Tarabuco, por ser lugar más aparente para proteger la Provincia, privando así al enemigo de los grandes recursos que le podía proporcionar el distrito de Tomina como para los conocimientos que me asistían de la localidad de aquellos destinos. Permanecí en este punto con la mayor precaución hasta el 22 en que vino a atacarme, circunvalando el pueblo por tres puntos, cuando ya tenía mi tropa de fuerza, y yo había quedado con solo doce lanceros y el referido Vaca, al verme con tan corto número, osó venir a la carga las dos mitades de Caballería que hacían cabeza de su división; luego que logré separarlas del grueso de su infantería, mandé volver caras, y cargar con sable en mano la que fue ejecutada por mis Dragones, con tanto coraje que conseguí castigarlos completamente tomándoles 18 prisioneros, con todo su armamento, caballerías y monturas; en seguida me retiré al paso al resto del escuadrón que lo tenía situado a las dos leguas, el enemigo continuó su marcha en mi alcance con más viveza, todo este día, y la noche” (A.A.J.S.P.CH., Parte Oficial dirigido por el coronel López de Quiroga al Gran Mariscal de Ayacucho, del 1/4/1825).
Los Dragones tomaron el camino hacia la Frontera de Tomina, pronto se detuvieron en “Marcani”. Desde este punto, por orden de López de Quiroga, con una fracción de sus Dragones, el teniente coronel Ruíz se dirigió a la hacienda “Paslapaya” de propiedad de los revolucionarios Fermín y Manuel Cueto para pedirles ayuda. Estos lo ayudaron, como consta en la carta dirigida por don Fermín Cueto a Sucre el 4 de mayo de 1825: “se halla presente el Sor. Coronel Francisco López quien puede informar a V.E. de lo mucho que he obrado para ayudarlo contra el revelde Barbarucho” (Archivo y Biblioteca I.S.B.O.-Sucre, carta dirigida por Fermín Cueto al Gran Mariscal de Ayacucho, mayo de 1825; providencia de 4/5/1825). Desde Paslapaya, Eusebio Ruíz se encaminó a San Salvador de Sopachuy, punto convenido para juntarse con los Dragones de López de Quiroga.
Entretanto, los Dragones de López de Quiroga eran perseguidos tenazmente por las fuerzas del Barbarucho en el camino a Tacopaya (Zudáñez). Sin embargo, esporádicamente, estas eran diezmadas por los Dragones. Valdés no tuvo más opción que buscar una batalla franca que no pudo tener por la estrategia esquiva de los Dragones.
Las cansadas tropas del Barbarucho, tras la huella de los Dragones, se aproximaron al pueblo de Tomina donde, creyendo que era posible obligarlos a una batalla franca, quisieron tomarlo. López de Quiroga dejó una pequeña tropa en el pueblo y con otra se posicionó en una altura, desde la cual, en corta escaramuza, mataron a muchos soldados de Valdés. Después, López de Quiroga se encaminó a su natal Sopachuy.
Ruíz esperaba a López de Quiroga en Sopachuy, reforzado con los guerrilleros de Manuel Cueto, hermano del finado Comandante Supremo de la republiqueta de Tomina, coronel Jacinto Cueto quien fue sucesor de Manuel Ascencio Padilla Gallardo.
Los Dragones de López de Quiroga pronto se vieron obligados a bajar a los llanos del valle de Tarabuquillo con rumbo a Sopachuy, enfrentando, de un momento a otro, combates con las fuerzas de Valdés, especialmente en las partes altas que rodean estas llanuras. Así, López de Quiroga logró sacar al cruel Barbarucho del asiento de la Real Audiencia, a muchas leguas de distancia, sin comprometer la seguridad de su población, para combatirlo mediante guerrilla.
Ínterin, el general Olañeta todavía estaba estacionado en Potosí, sin información precisa sobre la suerte de Valdés y los Dragones de Francisco López de Quiroga.
En aproximadamente cien leguas de persecución, el Barbarucho había sido introducido en los agrestes senderos del cerro “Matela”. Los Dragones de López de Quiroga treparon este cerro para luego descender súbitamente a la quebrada del río Matela y evadirse por la cuesta de “Tipas”. Así, por la garganta de “Rodeo” alcanzaron la hacienda “Pacrani” (Pampas del Carmen).
La tarde del 26 de marzo de 1825, los Dragones arribaron a la altipampa de la hacienda Pacrani de propiedad de Josef Benito López de Quiroga y María Gómez de Estrada y Campoverde, padres de Francisco López de Quiroga y Campoverde.
Se atrincheraron en la cornisa de “Oke Loma” de la cordillera de Sopachuy. Desde las alturas de Pacrani, López de Quiroga, Ruiz, Cueto, los Dragones y los guerrilleros observaron los movimientos de los realistas quienes los buscaban. La tropa de Valdés no sospechó que cayó en una trampa, que fue emboscada ni que durante la noche/madrugada iba a ser atacada en su propio campamento. Desde su posición el Barbarucho no tenía fácil acceso a las alturas de Pacrani.
A la hora convenida, Dragones y guerrilleros descendieron al río Matela por el norte y por el sur, atacando a las tropas del coronel Valdés hasta entrada la mañana del 27 de marzo de 1825, matándole muchos hombres. Después del enorme daño causado a la tropa del Barbarucho, Dragones y guerrilleros se replegaron a los sitios seguros desde donde tenían en la mira a los realistas para destruirlos. Valdés, feroz y temerario como era, pese a conocer su situación de derrota y estar rodeado por el enemigo, no se rindió, desde su incómoda posición intentó parlamentar, lo que fue rechazado por López de Quiroga.
Consciente de su situación y para evitar un nuevo ataque que lo aniquilaría definitivamente, a media mañana del 27 de marzo de 1825 el Barbarucho levantó su campamento y, abandonando a sus heridos, armas y municiones, huyó despavorido con su diezmada tropa por la ladera oriental del cerro Matela para tomar las playas del río “Grande de Sopachuy” o “Milanés” con rumbo al pueblo “San Pedro”, pasando luego apresuradamente por Pomabamba (Azurduy), Cinti y Chichas, en un recorrido no menor a otras cien leguas. El coronel Valdés no fue perseguido por los Dragones puesto que hombres y caballos estaban sin descansar por más de 20 días de trajines forzados.
Está demostrado que la tropa del Barbarucho no llegó siquiera a los alrededores de La Plata/Chuquisaca, y menos tomó la plaza como algunos historiadores aseveraron sin fundamento.
Paralelamente, el coronel Carlos Medinaceli, hombre de confianza del general Olañeta, se sublevó a este y proclamó “la independencia en Chichas el 30 de marzo, y el 1 de abril atacó al general Olañeta, buscando en sus posiciones de Vitichi, y, habiéndolo encontrado en Tumusla” (Lecuna, V.; “Documentos Referentes a La Creación de Bolivia”; 1924, reedición 1975, Tomos 1 y 2). En el Parte Oficial que Medinaceli remitió a Sucre y que este, luego, acompañó a su informe dirigido al Ministro de Guerra del Ejército Libertador, aquél señaló que: “Al Exmo. Señor Antonio José de Sucre.- Lleno del mayor júbilo tomo la pluma para comunicarle el feliz encuentro que he tenido el día de ayer con el enemigo, general Olañeta y la División que lo acompañaba; esta quedó en mi poder, todo el parque e intereses, lo mismo que el indicado general, quien se halla herido de muerte, a causa de haberse empeñado en la acción en tales términos que llegó a acontecerle esta desgracia. Después de haber logrado esta victoria, me propusieron una capitulación, a la que la humanidad me ha exigido condescender en virtud de que el llanto y sumisión con que me propusieron me hizo entrar en ella, de la que y todo lo acontecido, dará a V.E. el portador razón individual, lo que no puedo verificar por medio de ésta, por hallarme coordinando un desorden, cual es el que causa la guerra, la que se decidió a las 7 de la noche.- En el momento de un pequeño desahogo daré a V.E. un parte individual por un detalle.- Al concluir ésta, he tenido parte de que el general Olañeta acaba de expirar. Y tengo el honor de transmitir a V.E., a quien había, desde el 29, asegurado término de la guerra en estas provincias.- Dios guarde a V.S.- J. de Sucre.- (Del Patriota de Guayaquil de 21 de mayo)” (ídem).
Volviendo al tema principal, el anotado Parte Oficial dirigido por López de Quiroga al Gran Mariscal de Ayacucho el 1 de abril de 1825 continúa describiendo que: “El siguiente 23 [Valdés] me dio alcance en la quebrada de Pazota, donde hize alto por refrescar las caballerías que se hallaban bastante fatigadas, más yo continué en retirada deteniendo tan fuerte columna con solo una mitad de Lanceros que cubría mi retaguardia, pero biendo que en este llano podía ser destrozada mi caballería tomé poseción de una colina, y desde allí me replegué a la altura de Quinsachata, la que también tomaron los enemigos casi al mismo tiempo que yo, sin embargo del vivo fuego con que: los disputé el terreno, y se continuó la acción en mi retirada por mas de seis leguas, hasta que me vi precisado a formar las mitades para cargarlos por no quedarme ya más recurso para salvar mi tropa, en el momento los enemigos replegaron toda su caballería al centro de su Infantería, escarmentados de lo que les había sucedido en los llanos de Tarabuco, y aprovechándome de la ocasión, desfilé llevándolos siempre a tiro de Pistola. El 24 y 25 los hice de igual modo, marchar y contramarchar por terrenos bastante ásperos, con el interesante objeto de fatigar su infantería, hasta que el 26 me situé en la altura de Pacrani [Pampas del Carmen], a cuyo pie estaba su campamento a nuestra vista, y hasta donde tuvieron más de 150 hombres menos, entre prisioneros, desertores, y muertos. En esta noche situé a su retaguardia dos mitades para que tomándolos por ambos flancos los hostilizasen, mientras yo pase el frente los llamaba más al centro: el suceso acreditó mis planes, pues en toda la noche se vieron confundidos a balazos, con esta maniobra se les impuso de tal manera que el jefe español [Barbarucho] creyó perdida su empresa, y tuvo la guapeza de mandarme el oficio que en copia acompaño a V.E. con el Nº 1º. con los parlamentarios D:D. Lorenzo Campoblanco, y el Teniente Coronel D. Benigno Suaztegui, al que contesté en el mismo sobre que trajo lo que estraña la de el Nº 2º. En el momento que recibió la contestación levantó el campo, y se dirigió en retirada en la que le he perseguido con ventajas, desde donde ya no he creído prudente el seguirlo por la absoluta imposibilidad de las caballerías, y tropa que en 15 días no se ha quitado las sillas, ni la tropa a reposado un momento, muy cerca de 100 leguas que se han caminado con la mayor precipitación. El resultado de esta jornada, es el haberle tomado 52 prisioneros, la mayor parte de caballería, todos armados, y municionados, quedan en la Provincia muchos dispersos sobre los que tengo dadas órdenes para recogerlos, y principalmente el armamento. Nada sé Sr. Exmo. del auxilio que de Oruro y Cochabamba, que tantas veces me ofreció el señor Ortega, tampoco sé de V.E., ni he recibido contestaciones a mis repetidas comunicaciones. Mañana paso a la Capital, donde tal vez encontraré sus deseadas superiores órdenes. Los guerrilleros de Cordillera en nada han querido ayudarme, al paso que tanto urgían las circunstancias; y solo se empleaban en hacer gemir los pueblos con todo género de excesos: sobre cuyo particular daré a V.E. aviso circunstanciado desde la Plata. Creo un deber mío, recomendar a la alta consideración de V.E. al asesor de gobierno Teniente Coronel Manuel Eusebio Ruiz, al comandante Bernabé Vaca, y al presbítero doctor Huerta que a mi lado en los lances del mayor apuro se mantuvieron con serenidad, inspirando con su ejemplo todo el valor que demandaban las circunstancias. Dios guarde a V.E. muchos años Tarabuco 1º de abril de 1825. Exmo. Señor.- Francisco López. Exmo. Señor General en Jefe Antonio José de Sucre” (A.A.J.S.P.CH., Parte Oficial dirigido por el coronel López de Quiroga al Gran Mariscal de Ayacucho, del 1/4/1825).
Después de la derrota en la Batalla de Matela, Valdés desapareció de escena. Sucre pensó que el Barbarucho todavía comandaba unos 400 hombres, lo cual no era cierto tras su derrota en Matela (Archivo del Mariscal Sucre, original, Parte Oficial dirigido por el Gran Mariscal de Ayacucho al Libertador Bolívar, del 3/4/1825). Para aclarar su conjetura, Sucre ordenó que el coronel Francisco Burdett O’Connor buscase a Valdés y lo venciera definitivamente (ídem).
Se infiere que el Barbarucho avanzó hacia el Suroeste para unirse al comando del general Olañeta, ignorando que este había muerto el 2 de abril de 1825 en Tumusla. Empero, dada la desintegración de su tropa, decidió ir hacia la fortaleza de Cotagaita y rendirse. El 7 de abril, Valdés llegó a la carretera real, a un lugar llamado “Chequelte”, donde se encontró al coronel José María Pérez de Urdininea, perteneciente a la guardia de avanzada de la pequeña expedición de Álvarez de Arenales que estaba viniendo desde Salta. Urdininea despachó al Barbarucho con algunos guardias hacia Potosí para que se presentara ante Sucre. Aproximadamente a la medianoche del 8 de abril, el Mariscal de Ayacucho recibió la noticia de la rendición de Valdés en Chequelte y, en la mañana del día siguiente, 9 de abril, emitió su proclama “a todas las autoridades del Alto Perú, informándoles de la captura ‘del último enemigo que aún permanecía en Perú’” (Arnade, Ch.; “La Dramática Insurgencia de Bolivia”; 1982, p. 206). Aseveró que con la “rendición declaraba ‘la absoluta y final terminación de la guerra” (ídem) después de quince años.
Por tanto, está categóricamente demostrado que la Batalla de Matela ganada por el “Libertador del Libertador” Francisco López de Quiroga y Campoverde, en la madrugada del 27 de marzo de 1825, protegió el asiento de la Real Audiencia, preservó la independencia de Charcas/Alto Perú, quebró la unidad del ejército realista de Pedro Antonio Olañeta, impidió que la aguerrida y enorme división del Barbarucho Valdés (aproximadamente mil hombres) se reuniera en Chichas con los mil cuatrocientos hombres de la división del general Olañeta, posibilitó la independencia de Chichas, tras quince años de guerra civil se basó en la eficaz unión/cooperación de los sobrevivientes guerrilleros de la republiqueta de Tomina con los rebeldes realistas para la preservación de la libertad común, constituyó trascendental precedente de la embrionaria identidad nacional, fue sin lugar a duda la última gran gesta heroica de la guerra de independencia y operó como acto definitivo para la creación de la República de Bolivia.
El autor es doctor en derecho e historiador