“Los nadies que no profesan religiones sino supersticiones, que no hacen arte, sino artesanía, que no practican cultura, sino folklore”. Así versa en el libro de los abrazos del escritor uruguayo Eduardo Galeano que nos acaba de dejar, cuando se refiere a los “nadies”, o a los que Eric Wolf llama, “la gente sin historia”, los desterrados, los oprimidos, los subalternos, los pobres, los desvalidos, y un conjunto de denominaciones que damos a los que no importan, a los que aparecen en la crónica roja local y no repercuten en las noticias internacionales. El pasaje de Galeano me traslada a Kenia y a los hechos ocurridos hace tres semanas, cuando 148 estudiantes en la Universidad de Garissa, fueron acribillados por la milicia yihadista de Al-Qaeda, a nombre del Islám. Cabe señalar que esta milicia somalíe es fundamentalista, y tal como los musulmanes somalíes se solidarizaron con las familias de los estudiantes caídos dijeron que nada tiene que ver su religión con los criminales yihadistas. Con todo, más de una centena de estudiantes fueron asesinados, de manera cruel, a nombre de la religión, la fe y la creencia. La historia de cristianos perseguidos por su confesión religiosa se vuelve a repetir. Estudiantes muertos en Garissa por ser cristianos. Este hecho me trae a la memoria la apocalíptica frase que Huntington dijo algunos años atrás, que los conflictos hoy en día, principalmente serán culturales, y nos espera un choque de civilizaciones.
En África, tierra de los “nadies”, la cultura y el actuar a nombre de ella como ultimísimo y precepto definitorio del conjunto de la vida, donde no caben las diferencias, la pluralidad, la tolerancia y mucho menos el reconocimiento, está a la orden del día. Asimismo, no es extraño que este grupo fundamentalista, haya atacado una universidad, que en sentido estricto es un espacio de conocimiento universal, donde los estudiantes jóvenes, cuestionadores tienen la capacidad de aperturar el entendimiento, ampliar el conocimiento con la finalidad de dar respuesta a los problemas de su sociedad, que además del hambre, el analfabetismo, la desnutrición, la muerte precoz por causas prevenibles, el enfrentamiento religioso y cultural es el que más luto y violencia trae a países africanos como Kenia y Somalia.
Kenia es un botón de muestra de lo que vive el continente del Sur, y nos llama la atención la poca cobertura, reflexión y poca indignación que la comunidad internacional mostró ante semejante hecho aterrador. Fueron tratados al pie de la letra como “nadies”. Las muertes, la violencia en nombre de un Dios, hace que el mundo este “patas arriba”, y al parecer estamos acostumbrados a esta posición pues no encuentro indicios de cordura expresada en inclusión, convivencia entre diferentes, respeto a la libertad, un mínimo de justicia, y que cada quien crea en lo que quiera; todo esto queda en el libro de las utopías y los idilios. Por esta ausencia de salud mental que padecemos los humanos, Kenia y “los nadies” nos duele.