En las próximas horas se realizará el funeral de estado para el ex presidente de los Estados Unidos de Norteamérica James Earl “Jimmy” Carter jr., fallecido el pasado 29 de diciembre a los 100 años de edad.
En general, las noticias que dieron cuenta de su muerte mostraron consternación, como lo demuestra, por ejemplo, el titular que BBC Mundo le dedicó: “Muere Jimmy Carter, el presidente de EE.UU. que nunca involucró a su país en una guerra y le devolvió a Panamá la soberanía del Canal”. Fue presidente de EE. UU. un solo periodo, problemas económicos de su país y la crisis de los rehenes en Irán lo desprestigiaron, dando paso al triunfo de Ronald Reagan en 1980.
Carter será recordado, y de hecho lo es ya, por la gran tarea que desplegó en relación a los derechos humanos, tanto cuando fue presidente como cuando dejó de serlo, pues no debe olvidarse que, al dejar la presidencia, fundó el Centro Carter que es, hasta el día de hoy una referencia en la materia, pese a los denuestos que en el último tiempo ha proferido en su contra el dictador venezolano Maduro.
Lo cierto es que, cuando llegó a la presidencia, Carter era un desconocido y el mundo supo más de él luego de su victoria. Fue el hombre de la “Comisión Trilateral”, conformada por miembros de Estados Unidos, Europa occidental y Japón que, creada en 1973 por David Rockefeller, se dedicaba a estudiar la situación mundial y proponer medidas y acciones para enfrentarla.
La Trilateral consideró que las dictaduras militares que gobernaban los países del cono Sur de América Latina, si bien habían cumplido un importante papel en la contención del avance del bloque soviético en esa parte del mundo, se habían vuelto un obstáculo para la nueva fase de desarrollo del sistema capitalista. Dice al respecto Teothónio dos Santos: “La década de 1970 estuvo marcada por la contra ofensiva de la Comisión Trilateral, con el fin de unir a Estados Unidos, Europa y Japón contra la ofensiva del Tercer Mundo y del campo socialista, apoyándose en la política de derechos humanos del presidente norteamericano Jimmy Carter. Se trataba de producir una desvinculación activa entre las democracias occidentales y los gobiernos dictatoriales de base militar que habían inspirado hasta hacía poco tiempo. Esos regímenes habían cumplido su papel represivo y ahora tendían a desarrollar pretensiones nacionalistas inaceptables para una economía mundial en globalización”.
Los derechos humanos fueron, entonces, instrumento para destruir el bloque socialista, siempre acusado (y con toda razón) de vulnerar los derechos humanos, y para defenestrar a las dictaduras militares del Cono Sur de América Latina que, mediante acciones de feroz represión, vulneraron también los derechos humanos de sus poblaciones. Adicionalmente, en el caso del bloque socialista, la Comisión Trilateral sugirió la adopción de una política consistente en mostrar en la práctica y dentro de los propios países socialistas, que el sistema capitalista era superior, lo que se produjo mediante la invasión de los países del bloque soviético por fábricas y productos norteamericanos y europeos. Los efectos de estas decisiones se vieron años después, cuando las dictaduras latinoamericanas fueron reemplazadas por democracias y el bloque soviético se cayó como un castillo de naipes a partir de noviembre de 1989, cuando fue derribado el ominoso muro de Berlín.
Por supuesto que, ante la adopción de la política de derechos humanos por parte de Carter, no faltaron quienes alzaron la voz para señalar que se trataba de un intento del imperialismo para mantener su hegemonía; y tampoco faltaron quienes recordaron lo que Marx había dicho de los derechos del hombre (no de los derechos del ciudadano) un siglo antes, cuando afirmó que se trataba de los derechos del miembro de la sociedad burguesa, es decir, del hombre egoísta, del hombre separado del hombre y de la comunidad.
Conviene, sin embargo, recordar lo que se vivía durante las dictaduras militares de la seguridad nacional en esta parte del mundo: prohibición del ejercicio de los derechos de asociación, libertad de pensamiento, reunión, manifestación, como no sea para denostar al comunismo y echar loas a los gobiernos que supuestamente protegían la civilización occidental y cristiana. Prohibición del funcionamiento de sindicatos y partidos políticos y cualquier tipo de organización que se considerase peligrosa por las dictaduras. Cierre e intervención de las universidades. Práctica indiscriminada de la persecución, la tortura y el asesinato de adversarios políticos (se recomienda leer, entre otros, los libros “Nunca Más”, “Fui testigo” y “Nunca más para Bolivia”, que dan cuenta de lo sucedido en estos aspectos en Argentina Chile y Bolivia, respectivamente). Utilización abusiva de la religión en beneficio de las dictaduras.
Eso y mucho más se vivía en nuestros países, lo que demuestra que la aplicación de una política de promoción y respecto a los derechos humanos, estaba por encima de trasnochados discursos dogmáticos, pues permitiría la recuperación de la democracia, como finalmente sucedió.
La historia recordará a Carter, como ya se dijo, como el presidente de los derechos humanos; a pesar de todo y de todos.
El autor es abogado