
Hace unos meses tuve la oportunidad de visitar Tarija. Durante mi estadía, me interioricé en una problemática profunda que atraviesa la región y que, desde otros lugares, solemos ignorar: la crisis ambiental del río Guadalquivir. Tarija, conocida como la tierra de las campiñas y viñedos, celebró en abril sus fiestas, pero bajo esa apariencia festiva, se oculta una lucha silenciosa por la supervivencia de uno de sus símbolos más icónicos: el río Guadalquivir.
El Guadalquivir, nombre heredado de otras aguas lejanas y andaluzas, no es simplemente un río, sino es la columna vertebral de la ciudad de Tarija. A su orilla nació la ciudad y fue su curso el que guio el asentamiento humano. Es, además, la principal fuente de agua para la ciudad y sus alrededores, sosteniendo la agricultura, la vida urbana y la identidad misma del valle. Sin embargo, su caudal disminuye de forma preocupante, y con él también se desvanece la esperanza de quienes dependen de su vitalidad.
Según me contaron vecinos y defensores ambientales, el río está siendo asestado de muerte lenta. La contaminación por aguas residuales vertidas sin tratamiento, la deforestación en su cuenca y el mal manejo de sus recursos hídricos han generado una preocupación creciente. A esto se suma la presión urbana: el crecimiento desordenado de la ciudad y los intereses de algunas constructoras han alterado su cauce con el objetivo de urbanizar terrenos ganados al lecho del río, lo que agrava aún más la degradación de su entorno.
Sin embargo, en medio de esta situación crítica, pude conocer una experiencia en la que los ciudadanos están inmiscuidos y comprometidos con salvaguardar el río. El proyecto "Guardianes del Guadalquivir regeneran bosques urbanos inundables “, cuyo nombre no es una metáfora, sino son un colectivo de vecinos de los barrios La Huerta y Valle Hermoso, que llevan adelante una iniciativa comunitaria, y que busca proteger y restaurar el río, empezando por uno de sus afluentes clave: la quebrada El Monte, pues han comprendido que proteger al Guadalquivir comienza por salvar sus afluentes.
Esta quebrada, parte esencial de la cuenca del Guadalquivir, sufre hoy los estragos del descuido humano: aguas servidas, basura, animales muertos, sustancias tóxicas, loteamientos ilegales que quiebran su cauce. El deterioro del bosque urbano nativo de la quebrada es evidente, y con él, la degradación de los ecosistemas locales, la erosión del suelo, y el avance de urbanizaciones desordenadas en zonas de alto riesgo.
La iniciativa es concreta y creativa. Con ella se pretende reducir la contaminación ambiental de la quebrada El Monte mediante acciones puntuales de conservación y restauración. Se ha construido 100 metros de muro Krainer, una técnica ecológica que consiste en colocar troncos en planos horizontales para frenar la erosión y estabilizar taludes. Estos muros funcionan como escudos naturales, preservando el lecho del río y sus bordes. A esto se suma la reforestación con especies nativas -cactus, sauces, bambú y árboles de gran porte- que contribuyen a recuperar la vegetación ribereña.
Pero eso no es todo. En el barrio La Huerta, existe una concientización ecológica pues, para evitar el loteamiento de un área verde, los vecinos construyeron una plaza ecológica, caracterizada por la ausencia de cemento. Cada elemento de su infraestructura -cuentan con bancas, basureros y un biofiltro que trata y recicla las aguas grises- fue elaborado con materiales nobles y sostenibles, como un manifiesto en contra del urbanismo que devora. Han instalado huertos urbanos y lombricarios que producen abono orgánico, generando ingresos locales. Han hecho de la educación ambiental una tarea cotidiana, una forma de reconstruir el vínculo entre la comunidad y su entorno. En definitiva, Los Guardianes del Guadalquivir no solo están protegiendo el río sino dando una lección de una manera de habitar el mundo. Nos están recordando que no hay ciudad viva sin río vivo.
El Guadalquivir ha sido inspiración de coplas, cantos de enamorados, y es símbolo de identidad. Si no se lo cuidad ahora, quedara apenas como un recuerdo en las canciones:"A las orillas del Guadalquivir/Mi pena te vengo a cantar/las penas de mi corazón/destruido por tu amor”
La autora es socióloga y antropóloga