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Opinión

IDENTIDAD MATERNAL DEL ESPÍRITU SANTO

19 de Junio, 2016
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MIGUEL MANZANERA, S.J.

El Papa San Juan Pablo II en su Carta a las Familias en el año 1994, considera a la Santísima Trinidad como la Familia Divina, creadora de la familia humana a su imagen y semejanza. Esta semejanza ayuda a comprender mejor la esencia del Dios cristiano y su plan al crear al hombre, como varón y mujer. Dada la novedad en ese enfoque, se necesita una catequesis pedagógica para comprender a la Trinidad como Padre, Madre e Hijo, impulsando así el desarrollo de la enseñanza esencial de la Iglesia Católica, basada en la revelación bíblica, en la tradición y en el magisterio. 

La Iglesia se está abriendo a la revelación, promovida por la Sabiduría Divina para profundizar la Verdad en la Caridad, tal como el mismo Jesús declaró en la última Cena a sus apóstoles: “Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello. Cuando venga la Rúaj de la Verdad os guiará hasta la verdad completa” (Jn 16, 12-13).

Aunque el Papa no lo menciona en la Carta a las Familias, Adán y Eva, la primera imagen humana de la Familia Divina fue desvirtuada por el pecado original y luego por el fratricidio de Abel, cometido por Caín (Gn 4). Sin embargo Dios no renunció a su plan y continuó su proyecto reconstituyendo a la primera familia ternaria: Adán, Eva y Set (Gn 4, 25), 

Pero mucho más claramente la irradiación de amor del Dios Trinitario se muestra cuando determinó unirse definitivamente a la familia humana mediante la encarnación del Hijo Divino por obra de la Rúaj Santa en el seno de la Virgen María, desposada con José. De esta manera la Sagrada Familia de Nazaret, compuesta por José, María y Jesús, viene a ser la primera imagen sacramental de la Familia Divina Trinitaria. Este gran misterio divino y humano, sin embargo, todavía no se ha profundizado.

Entre los teólogos modernos más reconocidos sobre este tema sobresale Yves Congar (1904-1995). Fue un sacerdote dominico francés que se esforzó por renovar a la Iglesia Católica para superar el aislacionismo en el que se encontraba en la sociedad y también en el mundo contemporáneo. Participó muy activamente en la preparación y en la realización del Concilio Vaticano II (1962-1965). Sus méritos fueron reconocidos por el Papa San Juan Pablo II nombrándole Cardenal en 1994, un año antes de su muerte.

Dentro de los numerosos escritos por Congar sobresale el voluminoso libro dedicado al Espíritu Santo (1980), donde expone ampliamente su identidad y misión, incluyendo una valiosa reflexión sobre la maternidad en Dios y la feminidad del Espíritu Santo, temas todavía desconocidos o poco conocidos para muchos cristianos.
La palabra Espíritu viene del vocablo hebreo “Rúaj” que es de género femenino. En la creación actúa como un águila majestuosa que aleteaba por encima de las aguas, emitiendo un viento o aliento divino que da vida (Gn 1, 2). El profeta Ezequiel describe la resurrección del pueblo de Israel a través de la Rúaj divina que invoca el profeta por orden de Yahveh y que hace que los huesos de los muertos recobren la vida (Ez 37, 1-14).

Congar aporta citas de antiguos documentos religiosos, donde la Rúaj Santa tiene una figura maternal. Ya en el Nuevo Testamento, Jesús, revelador del Padre, responde a Nicodemo subrayando que “quien no renazca de agua y de Rúaj no puede entrar en el Reino de Dios” (Jn 3, 8). De esta manera revela veladamente que la Rúaj es la Madre divina que otorga a los creyentes y bautizados una nueva filiación como hijos de Dios, Padre y Madre.

Ya cercano a la muerte, Jesús durante la última cena anunció la inminente venida del la Rúaj Divina, lo cual contrasta con la reserva que mantuvo durante su vida. Tan sólo en contadas ocasiones se menciona en los evangelios. “Cuando Jesús salió del agua, recién bautizado, se abrieron los cielos y vio a la Rúaj de Dios que bajaba como una paloma y se  posaba sobre Él. Una voz del cielo decía ‘Éste es mi Hijo amado en quien me complazco’. Entonces fue llevado al desierto por la Rúaj para ser tentado por el diablo” (Mt 3,16 - 4,1). San Jerónimo que tradujo la Biblia hebrea al latín, transcribe así el fragmento correspondiente del Evangelio a los Hebreos, texto hoy perdido: 

“Mi Madre me tomó de los cabellos y me llevó al desierto”. El mismo Jerónimo comenta que es lógico que Jesús llame “Mi Madre” a la Rúaj, pues en la lengua hebrea este término es femenino.

Esta identidad maternal de la Rúaj se hace visible en la figura de la Virgen María. Tal como se narra en los Hechos de los Apóstoles, de repente vino del cielo un ruido como de una ráfaga de viento impetuoso que llenó la casa. Se aparecieron unas lenguas como de fuego que se dividieron y se posaron sobre cada uno de ellos con la Virgen María y algunas mujeres, quedando llenos de la Rúaj Santa y comenzaron hablar en otras lenguas explicando las maravillas de Dios (Hch 2, 1- 4).

De esta manera se cumplió la promesa de Jesús a sus discípulos en la última cena: “Le pediré  al Padre y Él des dará otro Paráclito (Abogado) para que esté con vosotros para siempre, la Rúaj de la Verdad... No les dejaré huérfanos… La Rúaj Santa que el Padre enviará en mi nombre les enseñará todo lo yo les he dicho... Cuando venga la Rúaj de la Verdad que procede del Padre y que yo os enviaré, les dará testimonio de mí… Les conviene que yo me vaya, porque si no me voy Ella no vendrá a ustedes… Les llevará a la Verdad plena” (Hch 14-16).

¿Quién es esa misteriosa persona que va cumplir el papel de Madre, Educadora y Defensora, que protegerá a la Iglesia frente al Príncipe de este mundo y la llevará a la Caridad en la Verdad plena. La reserva de Jesús sobre la Rúaj Santa se refleja en la escasa reflexión de las Iglesias sobre este tema en los tres primeros siglos en la historia de la Iglesia, que progresivamente está siendo completada también en nuestros días. Dada la novedad de esa identidad maternal, hace falta todavía un esfuerzo pedagógico y catequético para aclarar esta visión familiar divina de Padre, Madre e Hijo, que complementa la enseñanza esencial de la Iglesia Católica quien a lo largo de los siglos va desarrollando, inspirada por la Sabiduría Divina.

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