GABRIELA CANEDO
Este 08 de marzo, en distintos países, las mujeres nos movilizamos para celebrar, los derechos conquistados y reivindicar aquellos que aún nos son vetados, principalmente el de vivir una vida sin violencia.
No cabe duda que aquello que nuestras abuelas no pudieron disfrutar o ejercer con plenitud, nosotras tenemos la fortuna de poder hacerlo. No solo me refiero al hecho de ejercer el voto como un derecho ciudadano, o a estudiar; sino al de poder hablar, escribir, opinar, participar, disentir y de participar activamente en la política, decidir en el espacio privado, ocupar cargos y puestos de decisión.
Si es que en la actualidad podemos hacerlo es porque hubo mujeres, que al vivir un contexto de prohibición lucharon por estos derechos. A algunas les costó la decapitación, a otras morir carbonizadas en su fuente laboral, por reclamar mejores salarios y jornadas de trabajo que no superasen las 10 horas.
Hoy en día, con más fuerza las reivindicaciones feministas se expande, como olas que crecen, abogando por temáticas fundamentales como el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos, y vivir una vida sin violencia. Dichas reivindicaciones no son menores en un contexto en el que los índices de feminicidios se han disparado en todo el mundo. Es decir, las mujeres estamos siendo atentadas contra lo más substancial que todo ser humano tiene, la vida. Si antes el patriarcado nos imposibilitaba emitir el voto, estudiar, hoy lo hace quitándonos la vida.
Todo lo ganado tiene nombre de mujeres, y queremos darles tributo, a quienes se jugaron el pellejo por las generaciones futuras. A ellas, a las que ya no están presentes, a las actuales y a las que germinan. A Sor Juana Inés de la Cruz, Olympia de Gauges, Sojouner Truth, Flora Tristán, Marie Curie, Indira Gandhi, Betty Friedan, Adela Zamudio, Rosa Luxemburgo, Virginia Woolf, Alfonsina Storni, Frida Kahlo, Eva Perón, Simone de Beauvoir y una lista interminables de feministas que en distintos campos posibilitaron conquistas, se enfrentaron a regímenes y contextos machistas, a las activistas como Rigoberta Menchú, Malala Yousafzai, a las asesinadas Marielle Franco, Bertha Cáceres, entre las muchas que la vida les fue segada. A las anónimas, a Sofía, Ana, Wilma, Carla, Sonia, Juana, María, que cada día luchan desde el lugar que ocupan por desestructurar el patriarcado. A todas ellas, gracias por animarnos a “Que nada nos limite. Que nada nos defina. Que nada nos sujete. Que la libertad sea nuestra propia sustancia” (Simone de Beauvoir).
Gabriela Canedo V.