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En medio del ecocidio causado por las irresponsables políticas depredadoras del gobernante Movimiento al Socialismo (MAS), los propagandistas de la inconstitucional candidatura Evo Morales – Álvaro García se esfuerzan por inundar los Medios estatales y paraestatales con otra mentira. Se trata de “convencer” (si es que ello cabe) al electorado de un futuro seguro, si es que el desgobierno actual continúa usurpando el poder. Veamos dos consideraciones sobre el tema.
La siembra de muerte causada por el gobierno de Morales, que arrasó de manera criminal la selva amazónica de la Chiquitanía, ha motivado la preocupación del gobierno. No se trata de una preocupación por el desastre ecológico, provocado principalmente por los ilegales asentamientos humanos permitidos por el MAS, sino por la puesta en evidencia de la responsabilidad que en ello tiene el gobierno. La respuesta de los hombres de Morales consistió en salir al paso agitando una mentira; respuesta que es explicativa de la mezquindad y falta de valor civil, tan propia de gentes que al no tener principios faltan a cada instante a la verdad. Esto último no es algo que preocupe a los militantes de este partido, ya que demostraron no tener el mínimo sentido de la responsabilidad que conlleva los actos de gobierno.
Para completar la interminable lista de inconductas, a un puñado de activistas del partido de gobierno, autodenominados “indígenas” de la Chiquitanía, no se les ocurrió nada mejor que marchar en respaldo a Evo Morales, bajo el “argumento” (es un decir) de ser protagonistas del llamado proceso de cambio. Dando la espalda a la devastación de la flora y la fauna causada en esa región amazónica, ajeno al mayoritario sentimiento nacional de consternación ante este crimen ecológico, el MAS hace gala de su falta de respeto por el país. Con la esperanza de mitigar en algo los efectos de estos traspiés, no han encontrado nada mejor, pues, que el agitar esta nueva mentira que comentamos.
El “futuro asegurado”, como consigna pre-electoral, se constituye hoy en el eje de la campaña del gobierno. El mañoso objetivo que el MAS persigue con ello no es, por supuesto, tranquilizar a la ciudadanía con una opción electoral, cuyo contenido los inconstitucionales candidatos Evo Morales y Álvaro García no tendrían la capacidad de explicar. Al contrario los objetivos son otros y variados. Se encuentra el de desviar la indignación general por la destrucción de la Chiquitanía, el de distraer la atención de la opinión pública respecto a las amenazas que pende sobre los Medios independientes (obligándoles a la autocensura, consiguientemente) y el de instrumentalizar, por medio del tribunal electoral, diversas maniobras para encubrir su descenso en la preferencia electoral; descenso que adelanta su derrota en las elecciones.
A esta “estrategia” (para llamar de alguna forma al burlote) se adhieren todos, encabezados, claro está, por el equipo títere que ocupa los puestos de tribunos electorales y cuya tarea no es sino el de ocultar la realidad política electoral. La manera en la que lo hacen no es otra que el autoritarismo, como queda expresada en la prohibición de difundir una encuesta respecto a la intención del voto, realizada, entre otras instituciones, por la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), de la ciudad de La Paz.
Lo que no puede ocultar el MAS por medio ni del tribunal electoral, ni del poder judicial, la fiscalía y demás instituciones estatales, es la cambiante realidad política electoral adversa al partido gobernante. Esta realidad de la mayoría de la ciudadanía es la respuesta nacional a la devastación de la Chiquitanía, a la desatención a las demandas sociales de los médicos, una vez más obligados a entrar a la huelga y al atropello oficialista a los derechos constitucionales referidos, principalmente, al derecho de información. Entonces, ¿qué hacen? Pues agitar la mentira de un futuro seguro. Mentira, porque la depredación de la riqueza forestal, destrucción de la Chiquitanía mediante, extiende la amenaza real, en el hipotético caso que se imponga el fraude, sobre el resto de la selva amazónica boliviana. También es falso un auspicioso futuro para el sector de la salud, a la luz de la forma irresponsable y demagógica con que se pretende imponer un sistema gratuito de atención médica.
Asimismo, en lo económico el futuro se muestra sombrío. La base sobre la que se levanta la matriz económica que impulsa el MAS es la de la explotación de los recursos naturales no renovables, particularmente el petróleo. Entre las más importantes derivaciones de este recurso se encuentra la fabricación del plástico, mundialmente cuestionado por su negativo efecto sobre el medio ambiente, al no ser material biodegradable. También se encuentra la derivación referida a los carburantes, que mueve a la industria automotriz. En Bolivia, esta industria se encuentra representada por los importadores de vehículos (antiguamente catalogados como un sector más de la oligarquía); grupo empresarial que resultó uno de los más beneficiados por el gobierno “socialista” del MAS. Pues bien; a nivel global la tendencia que se observa en la industria automotriz es su viraje en el uso del combustible fósil hacia la energía eléctrica. Este cambio nos habla de un futuro no lejano, sino inmediato. La oferta de vehículos totalmente eléctricos ya es una realidad en el mercado y no únicamente en los países desarrollados. Recientemente, por ejemplo, una firma ha presentado en simultáneo (Argentina, Brasil, Chile y Colombia) esta oferta al mercado sudamericano. Que la rama eléctrica de vehículos crezca rápidamente es previsible, a raíz del dramático cambio climático que vivimos.
Lo mismo ocurre con otras ramas industriales, como la de la construcción (otro sector oligárquico, beneficiado por el gobierno “socialista” del MAS), en particular la del cemento. En este caso se trata de una actividad industrial altamente contaminadora del medio ambiente, por lo que también aquí, la tendencia mundial marca un viraje hacia el uso de materiales alternativos que conlleven la protección al medio ambiente. En Bolivia, el sector de la construcción simplemente no se da por enterado del desarrollo de tales materiales alternativos. ¿Para qué hacerlo, si el espíritu contaminador de Evo Morales ha llevado a instalar cementeras por doquier en el país?
Con todo, los desarrollos tecnológicos para proteger el medio ambiente son incontenibles y en tanto el país se mantenga estancado en la explotación de recursos fósiles y de plantas industriales con elevados niveles de contaminación ambiental, se ampliará la brecha tecnológica de su matriz productiva, con relación al resto del mundo, acentuando la condición de país atrasado. Lo que el MAS propone como modelo de desarrollo representa precisamente este estancamiento, por cuanto la propuesta de este partido no es sino lo que hace más de medio siglo ya propusiera el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR). En aquella oportunidad tampoco se logró cerrar la brecha que marca nuestro atraso tecnológico. El carácter depredador que exhibe el gobierno del MAS tiene, por tanto, en su propuesta misma una de sus fuentes.
Como se observa, en ningún sentido tiene Bolivia asegurada su futuro, si Morales y compañía continúan usurpando el poder. Felizmente, la mayoría de la ciudadanía también ha reconocido esta nueva mentira. En la condiciones de acoso a las libertades constitucionales (en particular a la de la libre información) y el papel policiaco que gustoso ahora cumple el tribunal electoral, esta identificación refleja muy bien el grado de madurez política democrática alcanzada. Debe destacarse ello, para contraponerla al comportamiento de algunos sectores de la población que todavía apoyan la falta de futuro que representa el MAS; lo hacen en gran medida a cambio de cuentos de hadas y una que otra prebenda, obviamente. Se trata, en verdad, de sectores políticamente atrasados (al margen, claro, de grupos a quienes les interesa que el esquema gubernamental de corrupción y prebendalización de las relaciones sociales continúe) que, sin embargo, no alcanzan para sacar de su condición de minoría, en las preferencias electorales, al MAS.
Omar Guzmán es sociólogo y escritor