Hablar de Federalismo es un tema recurrente en los relatos políticos bolivianos como una bandera que permite aunar aspiraciones y frustraciones históricas regionales, especialmente ancladas en las profundas desigualdades que se han hecho estructurales en la realidad territorial boliviana, y, cuyos efectos repercuten en la migración interna y concentración de inversiones estatales en determinadas regiones.
Como ideal circunscrito en un relato político, el planteamiento de federalismo se atribuye la facultad de reducir las asimetrías regionales en base a la posibilidad de la descentralización de recursos y decisiones administrativas, esto en la misma lógica con la que se levantó la bandera de las autonomías departamentales. Sin embargo, como ideal de modelo de Estado, el Federalismo podría plantearse seriamente en momentos y condiciones históricas adecuadas, algo que en la actualidad no es conveniente - contradictoriamente- para las regiones menos favorecidas.
El Estado ha fracasado en la Modernización del país. Desde el Plan Bohan que significó la “marcha al oriente”, no se plantearon políticas serias de desarrollo de otras regiones. No se puso en práctica una planificación del territorio con miras al futuro ni la consecución del desarrollo equilibrado y armónico entre las regiones. El norte amazónico, el chaco, el sur altiplánico y gran parte de los valles quedaron a su suerte bajo la inercia de las distintas coyunturas económicas, mientras la inversiones, calidad de los servicios, oportunidades se centraban en sectores exclusivos de las grandes ciudades.
Bolivia está encaminada a reforzar sus asimetrías regionales. El país padece de un “ejecentrismo” con una inclinación hacia el oriente. Las metrópolis de La Paz, Cochabamba y Santa Cruz muestran una preponderancia creciente en la realidad territorial boliviana acrecentando brechas con el resto del país. Esta situación repercute en la migración interna y el flujo de capitales cuyos efectos se notan en el presente pero se notarán más en el futuro.
Las regiones expulsoras de población experimentan desde ya una reducción de la Población Económicamente Activa, lo que repercute en su productividad y dinámica económica, los jóvenes migran y la población envejece paulatinamente. A ello debe sumarse la condición económica informal mayoritaria de la población, la cual compromete el futuro de los adultos mayores negándoles beneficios como una jubilación digna. La reducción de las condiciones de competitividad de estas regiones también se hacen patentes, su acervo demográfico no podrá traducirse en un “bono demográfico”.
¿Puede ser el Federalismo la solución? El antecedente de la municipalización administrativa y territorial del país desde los años 90s brinda un panorama de los mecanismo del ejercicio del poder estatal. Con los municipios se ha democratizado la asignación de recursos y decisiones, más ello no ha repercutido necesariamente en el desarrollo multidimensional de los mismos, especialmente en el área rural, es más, las disputas por los recursos estatales son continuos y ello impide que los municipios busquen ser autosostenibles y autosuficientes.
Otro antecedente es la autonomía departamental. La institución de las Gobernaciones es otra muestra de democratización de decisiones y asignación de recursos (de forma limitada), lo que implica también el planteamiento de planes y programas de mayor envergadura. Lastimosamente las gobernaciones no han sido eficientes en cuanto a una planificación a escala regional, al menos como enunciados, tampoco han cumplido su rol de mediación efectiva entre los gobiernos locales y nacional en pos de objetivos a mediano y largo plazo.
En una escala nacional, el Gobierno central sigue una dinámica ajena a los problemas regionales presentes y futuros. Ha perdido la oportunidad histórica de establecer equilibrios geopolíticos en base al establecimiento de más polos de desarrollo. Se ha embarcado en la inercia fomentada desde el primer gobierno de Banzer, de mirar más al oriente, aunque más con intereses electorales. El “pacto fiscal” es un asunto eternamente postergado ya que la concentración de recursos económicos también implica la concentración de poder político, con la consiguiente fidelidad de sectores sociales subsidiarios.
En este sentido, la solución no necesariamente pasa por una mayor descentralización de decisiones y parte de recursos, ya que cuando se disponen de estas facultades -como en los gobiernos municipales y gobernaciones- las políticas efectivas de Desarrollo integral y equilibrado no se enuncian, ni se buscan la autosostenibilidad y autosuficiencia en recursos. Tampoco la solución pasa por la dependencia del gobierno central, el cual no tiene interés en cambiar la dinámica geopolítica y migratoria boliviana.
La Federalización, desde la mirada política vigente y dominante, implica implícitamente la acumulación de recursos económicos y su redistribución en las crecientes burocracias regionales, así como la reproducción -a mayor escala territorial- del patrimonialismo de Estado a niveles subnacionales. Es cuestión de recursos económicos, no de Desarrollo, y en ello una bandera política cobra relevancia sin necesidad de demostrar factibilidad. La política boliviana es estéril en cuanto a resultados trascendentes y obsesiva al conflicto, el proyecto federal caerá en esa lógica sin duda.
Si hipotéticamente Bolivia apuesta por el Federalismo a corto plazo, los departamentos que no forman parte del Eje central se encontrarán en una situación precaria, no solo por la poca disposición de recursos económicos para afrontar sus obligaciones, sino por la inercia de la emigración y la fuga de capitales. La pirámide poblacional de Potosí, por ejemplo, será diferente a la de Santa Cruz lo que repercutirá en el mercado interno y la productividad. A esto se suma la dispareja distribución de los recursos naturales, que son vitales en un país anclado en el extractivismo.
MAS QUE UNA BOLIVIA FEDERAL ES NECESARIO UNA BOLIVIA MULTIPOLAR
Si la administración estatal “centralizada” goza de una ventaja, es la de aglutinar recursos económicos que una Gobernación nunca podrá alcanzar, ello permite emprender grandes planes y proyectos a escala regional: nuevos “Planes Bohan”. En este sentido, el deber del Gobierno central es disponer de recursos, y el deber de los gobiernos subnacionales es el de planificar de forma colaborativa. El fin es el de consolidar nuevos “Ejes” según regiones económicas que trasciendan límites administrativos, ya sea en el norte amazónico y en el sur, esto es la “Multipolaridad”.
Es necesario el Desarrollo integral de las regiones expulsoras de población y ello no se logra con una mirada “municipalicentrista”, sino mediante otro tipo de vínculos, ya sea económicos y geográficos, traducidos en Planes Regionales de Desarrollo. Esto permitiría no sólo el despegue de las capitales departamentales, sino de las distintas ciudades intermedias, las cuales concentrarían servicios de calidad, además de posibilitar oportunidades para que la población no se vea obligada a emigrar… ¿es una obligación pasar a una régimen federal para realizar tales acciones? No.
La solución también pasa por una mayor eficiencia en la administración local, regional y nacional, lo que implica -en lo más mínimo- adicionar la idea de Desarrollo integral con resultados en la gestión. La acción política no sólo debe traducirse en la rivalidad continua en busca de poder (esfuerzo estéril en la realidad boliviana) sino en una mirada trascendente que se traduzca en la consecución de buena calidad de vida del conjunto de la población. Esto implica ceder en la mirada patrimonial que se tiene del Estado o en miradas mitómanas que han sumido al país en el atraso.
Corea del Sur es un país que en los años 60s tenía un índice de pobreza mayor al de Bolivia, hoy es una de las grandes potencias económicas mundiales, no le fue necesario apostar por el Federalismo para tal logro. Sin ir más lejos, varios países con el mayor Indice de Desarrollo Humano en Latinoamérica son Estados unitarios: Chile, Uruguay, Panamá y Costa Rica; mientras algunas Repúblicas federales presentan altos índices de desigualdad como Brasil y Venezuela.
En este sentido, si Bolivia quiere adoptar un modelo federal, debe hacerlo cuando sus regiones tengan un desarrollo similar, de lo contrario, las desigualdades sólo se acrecentarán, para ello es necesario trascender las expectativas políticas someras actuales. “El político piensa en la próxima elección; el estadista, en la próxima generación” decía Otto Von Bismarck, en Bolivia tenemos “políticos” de sobra, nos hacen falta Estadistas.
Guido Alejo es arquitecto y analista