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Opinión

Familia de Nazaret, imagen de la Trinidad Divina (I)

8 de Enero, 2018
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MIGUEL MANZANERA, S.J.
Tal vez parezca un tanto pretencioso hablar de la Trinidad Divina, el gran misterio del cristianismo, incomprensible para la razón humana, de cómo un solo Dios se despliega en tres personas divinas, sin caer por ello en el triteísmo, reconocimiento de tres dioses.

Para comprender ese misterio insondable puede ayudar el reflexionar sobre la familia humana, creada a imagen y semejanza de Elohim, nombre plural hebreo de Dios, tal como narra la creación del hombre en el primer capítulo del Génesis: “Y dijo Elohim: Hagamos al hombre a nuestra imagen y los creó varón y mujer, Adán y Eva. Y les ordenó: Sed fecundos y llenad la tierra. Por eso se unirá el varón a la mujer…” (Gn 1,26-28).

Este plan divino fracasó por la astucia del ofidio diabólico que tentó a Eva y a través de ella a Adán para que comieran del fruto prohibido. Elohim castigó a la familia humana por su desobediencia, pero compadecido permitió a Adán y Eva seguir viviendo. Como esposos se unieron y tuvieron un hijo, al que llamaron Set. De esta manera se formó la primera familia humana, imagen, aunque un tanto borrosa, de la familia trinitaria (Gn 4, 25).

Durante la historia del pueblo elegido aparecen algunas familias como imágenes, más o menos imperfectas del misterio divino, pero habrá que esperar varios miles de años hasta llegar en los tiempos mesiánicos a la realización de ese plan de Dios Familia en la Sagrada Familia de Nazaret, compuesta por José, María y Jesús.

El Protoevangelio de Santiago, documento antiguo que, si bien no está reconocido plenamente por la Iglesia, aporta datos fidedignos sobre la Sagrada Familia. La Virgen María es la figura clave, elegida por Dios ya desde el momento de ser concebida por sus padres, Joaquín y Ana, para no quedar contaminada por la mancha original que afecta a toda la humanidad como trágica herencia del pecado de Adán y Eva. La Iglesia desde tiempo inmemorial ha creído en la milagrosa concepción inmaculada de la Virgen María y ya, más recientemente, el 8 de diciembre de 1854, la proclamó como el dogma de la Inmaculada Concepción.

De José hay menos datos históricos plenamente comprobados. Según el Protoevangelio, arriba mencionado, este varón, como era obligatorio entre los judíos, había estado casado y tuvo varios hijos, pero luego quedó viudo. Pero luego fue elegido para desposar a María, quien a su vez había hecho la promesa de virginidad para entregarse totalmente al servicio de Dios, como Sierva de Yahveh.

José fue el esposo casto de María que vivía en la casa en Nazaret y allì recibió la visión del Ángel Gabriel quien le anunció que había sido elegida para ser la madre virginal del Hijo de Dios. Cuando José supo que María inexplicablemente estaba encinta, quedó perplejo y pensó dejarla en secreto para no ponerla en evidencia. Pero el Ángel de Dios le avisó de que no tuviera temor de aceptar a María porque ella era virgen y el niño que esperaba era obra de la Rúaj Santa y al que pondría por nombre Jesús, que significa “Yahveh salva”, porque salvaría al pueblo de sus pecados. Por eso le puso por nombre Jesús.

José obedeció. Para cumplir con la orden de empadronamiento del emperador romano César Augusto, tomó consigo a su esposa encinta y viajaron a Belén, población cercana a Jerusalén. Llegados al destino, María dio a luz a su hijo, quien según la profecía de Isaías (7, 14) recibió el nombre de Enmanuel o sea “Dios con nosotros.

Así se constituyó la Sagrada Familia de Nazaret, imagen terrena de la Familia Trinitaria, donde María fue la madre humana  y José hizo las veces de padre terreno, ambos cuidando y educando a Jesús, el Verbo encarnado.

Al cabo de un tiempo los Magos que llegaron del Oriente adoraron y glorificaron al Niño Jesús como Dios, rey y hombre. Poco tiempo después la Sagrada Familia tuvo que escapar a Egipto, ya que el Ángel Miguel avisó a José que el Rey Herodes buscaba al niño Jesús para matarlo. La Sagrada Familia permaneció allí unos tres años hasta que avisada por el Ángel regresó a su tierra natal, pero por otros caminos para librarse de las iras del Herodes el Grande que ordenó buscar al Niño para matarlo. Al cumplir Jesús 12 años, sus padres peregrinaron con él al Templo de Jerusalén y allí Jesús, hablando con los doctores de la Ley de Dios, les descubrió su identidad divina genealógica (Lc 2, 41-50). (Proseguirá).

Miguel Manzanera, S.J.

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