El espíritu de la época es el de las pasiones tristes afirma el sociólogo Francoise Dubet. Recibiremos el 2025 en un contexto aciago, las guerras entre Israel y Palestina y entre Ucrania y Rusia han sembrado mucho dolor y aún no hay indicios de que la bandera blanca ondee. A esto se suma las migraciones y desplazamientos forzados, incendios voraces y huracanes impetuosos, el ejercicio de la violencia en un abanico amplio, hambre y escasez de agua, precariedad laboral, polarización política que repercute en el desgaste del tejido social, discursos de odio y revancha, desconfianza del “otro” y de las instituciones, información falsa que se esparce y corre a la velocidad de la luz, y la lista puede ser vasta. En tal sentido, no es de extrañar que nos encontremos en la época de las pasiones tristes, en la que las sociedades actuales se ven invadidas por sentimientos desalentadores como la ira, la frustración, el miedo, la indignación, el resentimiento, el desaliento y también la desesperanza. Ninguna de ellas alienta a la construcción de un mundo mejor.
Dubet se suma a la corriente de Zygmund Bauman, el teórico de las sociedades “líquidas”, pues ambos coinciden en afirmar que vivimos en sociedades en las que la cohesión social y la posibilidad de construir comunidad con base en valores comunes se ha debilitado. El desasosiego y la falta de certezas en todas sus dimensiones las caracterizan. Las relaciones humanas son frágiles, efímeras y despersonalizadas.
Sin embargo, frente al desánimo y pesimismo, una constante del ser humano es que ha resistido y se ha negado a darse por vencido. Hoy no es la excepción, en una realidad peliaguda en cuyo horizonte no atisba ninguna certeza a la cual asirse para sentir un mínimo de seguridad que permita controlar nuestras vidas, seguimos y avanzamos, deseando que tiempos mejores resuenen como un eco persistente. En los momentos más oscuros, la capacidad de comenzar de nuevo nunca desaparece por completo. La esperanza, aunque frágil e ingenua, muchas veces incrédula, emerge como resistencia ante todo lo nocivo.
En este sentido, recibiremos el año nuevo con celebraciones, rituales, cábalas y deseos mutuos de bienestar, que en conjunto expresan el anhelo de que nos toquen días mejores. Celebre, realice los rituales de su preferencia pues el poder de éstos no radica en su eficacia literal, sino en su capacidad de reunir comunidades, reforzar lazos y renovar el compromiso con la vida, incluso en medio de las adversidades. Nos preparan espiritualmente para recibir lo que venga.
Que la esperanza sea nuestra resistencia ante la época de las pasiones tristes y que como dice la canción de Silvio Rodríguez: “Venga la esperanza, pase por aquí/ Venga de 40, venga de 2000/ Venga la esperanza de cualquier color/Verde, roja o negra pero con amor”.
Queridos amigos y amigas van mis mejores deseos para que se nos avecine un mundo menos sombrío y para que ustedes tengan un bondadoso 2025.
La autora es socióloga y antropóloga