Este mes de agosto se ha inaugurado el “moderno” edificio de la Asamblea Legislativa Plurinacional, que conjuntamente con la Casa Grande del Pueblo conforman el nuevo conjunto monumental que -según el discurso gubernamental- implica un “nuevo Estado”, una “nueva época” que marca una ruptura con el Estado republicano de carácter colonial, de manera similar a la época del Nacionalismo Boliviano, en el que se proclamaba una ruptura con el pasado.
En la inauguración del nuevo edificio el presidente de la cámara de diputados pregonaba: “Hoy cambiamos el hemiciclo republicano por uno plurinacional”, mientras el vicepresidente Choquehuanca mencionaba "es para gobernarnos nosotros mismos, eso significa con leyes hechas por nosotros, por nuestros pueblos, no con leyes foráneas". El discurso alrededor de los nuevos edificios plurinacionales es contundente mas no necesariamente coherente y tiene muchas aristas, en este sentido, es útil y necesario centrarse en algunos puntos importantes.
Los fenómenos políticos y socioculturales tienen su correlación en sus expresiones arquitectónicas y estéticas, las cuales pueden decir más que los discursos políticos, pueden develar el carácter de un Estado o un grupo social determinado. La imagen urbana es el resultado de esas disputas y negociaciones que se efectúan a través de la historia. El caso de la arquitectura estatal boliviana muestra esas transiciones y disputas ideológicas, desde la abierta dependencia occidental expresada en el neoclásico (el antiguo parlamento y palacio de gobierno), la intención de conformar un Estado Nación -el Nacionalismo Boliviano- con un antecedente en Tiwanaku (Monoblock, Museo de la Revolución Nacional) y ahora la plurinacionalidad materializada en la Casa Grande del Pueblo y la Nueva Asamblea Legislativa Plurinacional.
Cada periodo tiene una arquitectura característica, en la que se expresan los ideales del Estado. En el caso de la Plurinacionalidad, el reconocimiento e inclusión de los “pueblos indígenas originarios campesinos” es una máxima discursiva, remarcando ideas como la soberanía y la descolonización. En relación a la arquitectura estas ideas podrían expresarse en la recuperación de la tecnología, la concepción del espacio y diseño prehispánico, también la valorización de la arquitectura “popular” e “indígena” tradicional contemporánea, ya sean las malocas y pahuichis amazónicos o los mal llamados “cholets” urbanos. ¿Cómo se expresa este ideario en los dos nuevos edificios de la plaza Murillo?
Tomando en cuenta el discurso estatal, la disociación con la arquitectura es clara, aunque -como veremos posteriormente- tiene su razón de ser. Desde lo volumétrico, no se puede evidenciar la recuperación de la espacialidad y disposición arquitectónica de los volúmenes propia de las urbes prehispánicas, mas sí es notoria la adopción de la concepción occidental del rascacielo. En el diseño no se expresa lineamientos de conexión con el cosmos como la orientación astronómica, pero sí se recurre a ornamentos relacionados a lo “indígena prehispánico” andino y amazónico, muestra que también infiere el uso político ornamental de lo “indígena” en otras dimensiones. En cuanto a los colores, el predominio monocromático hace que estos edificios tengan más parangón con el minimalismo occidental que con las coloridas expresiones arquitectónicas “populares”.
Otro elemento interesante en el caso específico del nuevo edificio de la ALP, es la forma misma del “hemiciclo” de clara inspiración grecorromana y de uso mayoritario en los parlamentos de los países con democracias liberales, en este elemento se nota la continuidad de la concepción republicana del espacio de debate, ¿pudo tomarse otra forma espacial en consonancia con la “descolonización”? En lugar de un hemiciclo pudo plantearse un círculo en el que el debate tendría un sentido más plural e igualitario, además el círculo es un elemento presente en la arquitectura tanto prehispánica como vernácula, y forma parte misma de la disposición de las asambleas comunitarias y barriales de base.
La disociación entre discurso y hecho arquitectónico es la expresión de dos motivaciones gubernamentales centrales. El discurso, concretamente el de carácter “indígena ancestral” -llamado “pachamamismo” por sus críticos- sirve para dar sostén a un imaginario de Estado que se quiere proyectar al mundo. El hecho arquitectónico, además de una expresión de poder, tiene un objetivo diferente, el de conciliar de forma somera con los imaginarios de una sociedad mayoritaria que está en un proceso de “automodernización popular” utilitaria. Este último objetivo puede interpretarse como la continuidad de la implementación de una “Modernidad Aparente” a través de la arquitectura estatal.
La “Modernidad Aparente” es una condición estatal que tiene correlación con el carácter aparente del mismo, así como lo indicaba Zavaleta, Bolivia es un Estado Aparente que representa fragmentos de la sociedad que son construidos por las elites gobernantes, este sesgo estructural obnubila otras posibilidades contemporáneas de construcción de imaginario de Nación que provienen de lo “popular”. Estos fragmentos están anclados en ideas posmodernas culturalistas que imaginan una sociedad -con su dinámica y horizonte- que está disociada de la realidad mayoritaria. La “Modernidad Aparente” en este marco, no solo es consecuencia del truncado proyecto de modernización del Estado, es la acción de construir una imagen de vanguardia para encubrir un carácter estatal de esencia anquilosada que rehúye a cambios estructurales.
En el ámbito arquitectónico la “Modernidad Aparente” se expresa en la parafernalia estética y formal de otros grandes e importantes edificios estatales. El estilo high tech occidental de los edificios paceños de la AJAM y YPFB contradicen el discurso estatal de lo “indígena plurinacional” y la “descolonización”, mientras los nuevos recintos escolares reproducen un minimalismo blanquiazul en áreas periurbanas y rurales; las estaciones del teleférico presentan nombres aymaras que no necesariamente se corresponden con la forma del edificio. En este aspecto, la arquitectura plurinacional palidece ante el estilo Neotiwanacota del Nacionalismo Boliviano, época en la cual se pretendió implementar una arquitectura nacional.
Sin embargo, la acción estatal de aparentar una modernidad occidental -mediante la arquitectura- no es totalmente ajena a la vitalidad del ámbito “popular”, aunque ésta es más selectiva y creativa. Así cobra sentido la contradicción plurinacional, un discurso metafísico que encubre la imposición de equipamientos arquitectónicos que pretenden responder a expectativas inherentes de una población mayoritaria, la cual estuvo históricamente restringida a condiciones que impedían su desarrollo pleno, es decir, el de acceder a recursos simbólicos asociados a lo contemporáneo y una reproducción social con mayor goce de derechos. La “modernidad aparente” en ese sentido, es un mecanismo estatal de sosiego social inmediato que no pretende soluciones estructurales.
Este carácter de la relación entre Estado y sociedad es una condición constante y causa de los altos índices de informalidad. El Estado no se ha constituido en vanguardia y agente que impulse o direccione las dinámicas sociales, al contrario, su posición es de retaguardia y de reacción más que de acción. El Estado se adapta a condiciones sociales mayoritarias en proceso de difusión y procura acceder a distintos recursos de la informalidad y centralizarlas, en este caso, esos recursos son los imaginarios “populares”. Aparentar “Modernidad” en base al empleo de fierro, vidrio y cemento elude ejercicios elementales como la planificación y -en un aspecto más amplio- la construcción de un imaginario de Nación coherente con los tiempos actuales, Estado Aparente.
En este sentido, se hace necesaria la superación de lo aparente si se quiere una verdadera transformación estatal. Ello no se logra construyendo “modernos” edificios con iconos “indígenas” ornamentales, ni recurriendo alegóricamente a Tiwanaku como se hizo en el siglo XX. Es necesario recuperar la esencia misma de lo que fueron las grandes civilizaciones prehispánicas que constituyeron Estados reales y plenos. En Tiwanaku encararon sus problemas estructurales con pragmatismo, visión, planificación, orden, creatividad y coherencia, en ello Tiwanaku fue más “moderno” de lo que es hoy Bolivia.
Guido Alejo es arquitecto y analista