Después de graduarme de la universidad ingresé al vasto y competitivo mundo de quienes buscan empleo. Fue una experiencia reveladora, llena de entrevistas y currículos, de esperanzas y decepciones. Sin embargo, pronto me di cuenta que mi verdadero trabajo no estaba en el sendero tradicional, sino en el desafiante y emocionante camino del emprendimiento.
El emprendimiento es un terreno incierto, repleto de riesgos y recompensas potenciales. Decidí embarcarme en este viaje, enfrentándome a las operaciones matemáticas más complicadas, tratando de hacer que los números cuadraran y buscando maneras innovadoras de hacer crecer mi negocio. La situación económica actual no ha hecho más que añadir una capa de complejidad a este desafío, convirtiéndolo en una lucha no solo financiera, sino también psicológica y espiritual. Muchos amigos profesionales migraron en busca de mejorar sus ingresos para sus familias, seguramente también otros que no conozco. Actualmente ya no es muy importante la profesión, también es importante a quién se conoce para poder insertarse en una fuente laboral.
En medio de esta tormenta, me he encontrado a mí mismo volviendo a tiempos más simples. Recuerdo días en los que solo podía permitirme comer arroz, y otros en los que soñaba con poder cocinar algo que realmente me gustara. No endulzar mucho el desayuno se ha convertido en una pequeña estrategia de ahorro y, de paso, dejar el azúcar refinada ha demostrado ser beneficioso para mi cerebro.
Con el paso del tiempo, he empezado a sentir nuevamente los achaques de la edad. Mi ciática, ese persistente dolor en la espalda baja, ha regresado, recordándome que los años no pasan en vano. A menudo me encuentro escribiendo columnas de opinión, analizando lo que acontece en la sociedad, tal vez como una pequeña forma de rebelión contra la rutina y la monotonía. En otras ocasiones, me encuentro dialogando en mi interior, preguntándome en los momentos más oscuros, "¿Por qué mejor no me muero?". Pero entonces, una sonrisa de mi hijito lo cambia todo. Cada abrazo suyo es como el néctar de la vida, recordándome la hermosa oportunidad que me ha dado, el ser padre. En esos momentos, encuentro la respuesta a mis preguntas existenciales: "¿Por qué mejor no te vas a bañar?"
Ser padre me ha dado una nueva perspectiva y una razón renovada para luchar. Aunque los desafíos del emprendimiento y la vida misma pueden parecer abrumadores, es en esos pequeños momentos de amor y conexión donde encuentro la fuerza para seguir adelante. Mi hijo, con su inocente alegría, se convierte en mi ancla, mi motivación para no rendirme.
Así continúo en este camino del emprendimiento, consciente de que los retos siempre estarán presentes. Pero también sé que, al final del día, la sonrisa de mi hijito y los pequeños triunfos que logro, son las verdaderas recompensas que hacen que todo valga la pena.
El autor es sociólogo