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Opinión

EL ROSARIO, ORACIÓN POPULAR DE LA FE CRISTIANA

12 de Octubre, 2009
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MIGUEL MANZANERA, S.J.
Por, Miguel Manzanera, SJ (.)
El 7 de octubre la Iglesia Católica celebra la fiesta de la Nuestra Sra. del Rosario, una de las advocaciones marianas más populares, ya que va unida con la devoción del Santo Rosario que se ha mantenido a través de los siglos desde la Edad Media en que surgió esa devoción.
Se considera que su iniciador fue Santo Domingo de Guzmán (1170- 1221), fundador de la Orden de Frailes Predicadores, llamados dominicos. Pero, si bien Santo Domingo y los dominicos fueron los grandes promotores de la devoción a la Virgen María, sin embargo, esta atribución no es exacta desde el punto de vista histórico.
El rezo del Avemaría es anterior a Santo Domingo, aunque se recitaba sólo el texto bíblico del saludo angélico a María y de la bendición de Isabel encinta a su pariente también encinta (Lc 1, 28, 42). El nombre “Jesús”, con el que se cierra la primera parte del avemaría, y la segunda parte - el “Santa María” - fueron introducidos hacia finales del siglo XV, en torno al año 1483.
La recitación de las Avemarías se propagó entre la gente sencilla como un equivalente popular a la oración de los 150 salmos bíblicos, distribuidos a través de las horas del día, que debían rezar los sacerdotes, obligación que sigue vigente en la Iglesia con el nombre de la “Liturgia de las horas”.
La recitación del saludo a María no implicaba la contemplación de los misterios de la vida de Cristo. Fue un cartujo de Colonia, Domingo de Prusia, quien entre 1410 y 1439 propuso a los fieles hacer una alusión verbal a un pasaje evangélico, como una jaculatoria final después de cada Avemaría.
Esta propuesta se difundió en el siglo XV y de este modo proliferaron muchos salterios marianos de este tipo. Las referencias finales al Evangelio fueron sumamente numerosas, hasta llegar a unas 300, según las regiones y las devociones más queridas.
El dominico Alano de la Roche (1428- 1478) promovió el “salterio mariano”, que en ese período comenzó a llamarse “Rosario de la Bienaventurada Virgen María”, gracias a su predicación y a las confraternidades marianas que fundó.
Más tarde en 1521 otro dominico Alberto da Castello seleccionó 15 pasajes evangélicos de meditación en los que se hacía referencia en la jaculatoria al final de las avemarías.
Pero definitivamente fue San Pío V quien promovió y configuró en 1569 la esencia del Rosario con los quince misterios de dolor, de gozo y de gloria. Este gran papa, dominico, promovió una campaña de oración del Rosario y con su guía espiritual contribuyó a la victoria de la alianza cristiana veneciana española sobre la flota otomana en el golfo de Lepanto el 7 de octubre de 1571.
Esta victoria, considerada milagrosa por la inferioridad numérica de la armada cristiana que, combatiendo bajo los estandartes de la Santa Cruz y del Santo Rosario, detuvo el avance del Islam sobre Europa. Pocos meses después Pío V instituyó la fiesta de la Virgen de las Victorias, después conocida como Nuestra Señora del Rosario, celebrando a María como “auxilio de los cristianos”.
Sin variaciones mayores se mantuvo la devoción del Santo Rosario, hasta que en octubre de 2002 el papa Juan Pablo II
en la carta apostólica «El Rosario de la Virgen María», incluyó cinco nuevos misterios a esta oración, referidos a la vida pública de Cristo desde el Bautismo a la Pasión. Estos misterios son llamados de la luz, puesto que en su vida pública Jesús se manifestó como la “luz del mundo” (Jn 9, 5).
Esta devoción de ningún modo pretende quitar la centralidad de la celebración de la Santa Misa, sino que viene a complementarla con la contemplación de los misterios más significativos en la vida de Jesús, que ciertamente fueron acompañados e incluso algunos de ellos protagonizados por la Virgen María. De esta manera se profundiza en la historia de la salvación.
Promovido por las apariciones de la Virgen María en Lourdes y en Fátima, el Rosario sigue siendo un arma poderosa contra el mal. En la actualidad el cristianismo se enfrenta a poderosas ideologías perniciosas como el ateísmo, el laicismo, el relativismo, el erotismo desenfrenado y el totalitarismo político entre otras, que tratan de erradicar a la Iglesia del mundo y a la misma fe cristiana.
Tal como indica Juan Pablo II “Mientras en la cultura contemporánea, incluso entre tantas contradicciones, aflora una nueva exigencia de espiritualidad, impulsada también por influjo de otras religiones, es más urgente que nunca que nuestras comunidades cristianas se conviertan en "auténticas escuelas de oración".
Ojalá se renueve la devoción del Rosario en las familias y en las comunidades y, allí donde se ha perdido, se recupere para afianzar la misma estabilidad familiar y comunitaria, tal como expresaba el gran misionero de la Santa Cruz, el P. Patrick Payton: “Familia que reza unida, permanece unida”.
-------------- (.) Sacerdote jesuita, académico y doctor en Teología

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