OMAR QAMASA GUZMAN BOUTIER
La “política del silencio” forma parte fundamental de la estrategia electoral del MAS. Apoyados en experiencias anteriores, Morales y los suyos apuestan a cosechar el mismo éxito relativo con ello, como en su momento lo hicieron Max Fernández o Carlos Palenque. Sin embargo, entre uno y otro intento media una “variable”, que torna diferente la eficacia de la estrategia del silencio; nos referimos al momento político en cada caso en que se apostó por el mutismo. Por ello puede decirse que también el éxito de esta estrategia antidemocrática se encuentra, en esta ocasión, en entredicho.
La política del silencio, como parte central de la estrategia electoral de la candidatura inconstitucional del oficialismo tiene, en el actual período, como dijimos, antecedentes en tanto posibilidad pre-electoral. En el pasado fue empleada por el líder de Unidad Cívica Solidaridad (UCS) primero e inmediatamente después, por Carlos Palenque, de Conciencia de Patria (CONDEPA). Este último la adoptaba de manera ocasional, principalmente cuando de debatir en público se trataba, con críticos de reconocida solvencia intelectual; mientras que Fernández la adoptaba de forma permanente. Hoy en día, el gobernante Movimiento al Socialismo (MAS) combina ambas opciones.
Mantiene silencio generalizado; lo que incluye no sólo a los candidatos inconstitucionalmente habilitados, sino también a Ministros y a todo dirigente de relativa notoriedad de ese partido. Por otro lado, también evade toda confrontación de ideas, con los candidatos opositores. En cualquier caso, tanto ayer como hoy, el carácter antidemocrático de esta conducta es evidente. Que Evo Morales rehuya debatir con Carlos Mesa (su principal contrincante electoral), no es únicamente resultado del temor que siente, sino, en lo principal, una total falta de respecto al electorado. Se supone que en democracia, el electorado debería elegir entre diversas opciones y para ello, un requisito democrático es la libre confrontación de ideas, entre los candidatos.
El silencio del MAS, para evitar debatir contrasta con la avalancha publicitaria que inunda los Medios estatales y para-estatales. A esa publicidad del Estado se suman, claro, las notas publicitarias y las fingidas “entrevistas” periodistas; estas últimas diseñadas, en cada ocasión, de acuerdo al libreto gubernamental. De esa manera, la manipulación informativa se complementa con la estrategia antidemocrática de Morales – Linera. La grotesca intención de este binomio es vaciar la confrontación electoral en curso, de toda necesidad de oferta propositiva; oferta que es consubstancial a un enfrentamiento democrático electoral. De manera simultánea a ello, la presión (o sea el chantaje) contra actores sociales incómodos para el MAS, así como la prebendalización masiva a dirigentes sociales corruptos para fingir apoyo social, complementan la estrategia formulada desde el Palacio de Gobierno.
Este comportamiento no únicamente refleja la ausencia de oferta del MAS para el país, sino el espíritu antidemocrático global, que los aspirantes a dictadores (los candidatos oficialistas) portan. El atropello a los supuestos básicos de la confrontación electoral, por tanto, tiene la finalidad de minimizar, lo más que se pueda, la necesidad de la sociedad por el debate de ideas y propuestas, entre los principales candidatos. De esa manera, el gobierno pretende desincentivar a la población no sólo ya del debate de propuestas, sino incluso del seguimiento al manejo, la administración y la conducción del proceso electoral en curso. Los peones para este trabajo que ensucia la democracia, no son sino los funcionarios discrecionalmente designados por el MAS, en los órganos judiciales y electorales.
Pero, lo que a Max Fernández o a Carlos Palenque les funcionó con relativo éxito (mantener e incluso incrementar el caudal electoral) no muestra la misma utilidad para el MAS. Al contrario, la política del silencio alimenta, en la ciudadanía, la certeza de la debilidad propositiva de este partido. Asimismo, incrementa la percepción sobre este partido, en sentido de que su participación en las elecciones, con candidatos inconstitucionales, tiene el objetivo oculto de proteger, luego de las elecciones y el cambio de gobierno, a sus principales dirigentes, de las investigaciones de corrupción a lo largo del gobierno de Morales y Linera.
¿Por qué la diferencia de la eficacia en el uso de la estrategia del silencio, entre un período (el de Fernández y Palenque) y otro (el del MAS)? Debido a que el momento político construido por la sociedad, para cada uno de los casos, es diferente. A pesar de esta diferencia, sin embargo, no llega a anularse un elemento común a esos períodos: la vocación democrática de la población. En efecto, las pulsiones democráticas de la sociedad, en la década de 1990, durante el tiempo del radicalismo del libre mercado, se manifestaba en el cuestionamiento casi generalizado a dicho proyecto. Los entonces partidos UCS y CONDEPA, de corte populista, se beneficiaron de ello, al igual que lo haría años más tarde el MAS. No tuvieron la necesidad de formular proposiciones solventes de políticas públicas o de gestión, para engatusar al electorado.
Esa misma pulsión democrática se presenta en la actualidad. Pero, entre una pulsión democrática y otra, el sentido de ésta varía. En el primer caso, el sentido de la democracia, ciertamente, estaba dado por el contenido colectivo de los derechos democráticos, mientras que en la actualidad, la pulsión democrática se encuentra alimentada por el contenido de los derechos ciudadanos e individuales. Esta diferencia vuelva a plantear un problema de muy vieja data en las ciencias sociales en general y específicamente, en la política práctica, en la teoría política, en el campo epistemológico e incluso en el de la filosofía. Se trata, en definitiva, del reto de amalgamar, en términos de complementación, la democracia como defensa de los derechos colectivos con la democracia asumida como el respeto a los derechos individuales.
Claro está que este reto no será abordado en presente período pre-electoral. Sin embargo de ello, no puede perderse de vista la necesidad de reflexionar sobre ello, debido al impulso democrático inherente a ambos períodos políticos, que hemos tomado como ejemplo. Fue este impulso el que, en definitiva, derrotó al totalitarismo del libre mercado y ahora, es el mismo impulso, el que preanuncia la derrota democrática del totalitarismo político del MAS.
Omar Qamasa Guzman Boutier es escritor y sociólogo