El Alto es un laboratorio arquitectónico, un centro de continua experimentación en la cual se representan las proyecciones, los imaginarios de gran parte de la sociedad boliviana. No es extraño que la imagen urbana alteña se asemeje a gran parte de la urbanidad de la Bolivia contemporánea, especialmente en las nuevas centralidades de las metrópolis, en áreas de expansión de las ciudades capitales y en las ciudades intermedias.
Si bien un laboratorio implica una continua búsqueda, en muchos casos la arquitectura de corte “popular” -incluso sus estratos altos- está sujeta a estigmas y prejuicios (frutos de un rancio darwinismo social), aunque también a críticas válidas como sus límites puntuales en confort y habitabilidad. Sin embargo, más que ahondar en discusiones que suelen ser estériles y coyunturales, es propositivo ver las posibilidades futuras que los imaginarios arquitectónicos presentan, especialmente enmarcados en posibilidades de desarrollo y visión de ciudad.
En El Alto, el núcleo cultural de herencia aymara incorpora de forma dinámica elementos de la modernidad, esa incorporación se da con un alto grado de autonomía, lo que la diferencia de la modernización de corte occidental que caracteriza a las burguesías tradicionales. Por ello -en lo arquitectónico- la ritualidad (ceremonias pre y post construcción), funcionalidad (habitar/producir) y la concepción del edificio (como sujeto, no como objeto) son constantes, mientras los recursos estéticos son pasajeros.
En relación a los recursos estéticos, los edificios de los ricos alteños (qamiri en idioma aymara) se caracterizan por una diversidad de referencias, en el artículo “El Alto: la reconfiguración de los imaginarios a través de la estética” (2021) se identifican 5 variantes en una muestra de 268 edificios: “Geométrica” (17%), “Ecléctico Historicista” (16%), “Andina” (28%), “Minimalismo policromo” (36%) y “Futurista-Transformer” (3%). La importancia de observar este aspecto implica no sólo la superación de reduccionismos -como el término “cholet”- sino la identificación de la subjetividad social y sus proyecciones a través de la arquitectura.
En el caso concreto de la estética “Futurista-Transformer” -como el edificio “Bumblebee”- ésta se caracteriza por la representación de elementos de alta tecnología a través de estructuras y placas metálicas, pero incluso aquí hay particularidades, la reproducción de un personaje de ficción (Iron Man, Bumblebee) muestra en parte cierta subjetividad individual orientada al espectáculo, mientras la representación de elementos futuristas de alta tecnología (circuitos, tuercas) muestra una subjetividad colectiva con más proyección. Esto se traduce en la difusión actual de estas referencias estéticas, lo “transformer” son casos puntuales, mientras lo “futurista” se constituye en la referencia más vigorosa y de mayor difusión.
En esa misma línea, la vigente feria de la Alasita muestra una correlación con la diversidad del hecho arquitectónico, aunque en una dimensión más simbólica y ritual. Las estéticas “andina”, “minimalista policroma” y especialmente la “futurista-transformer” son representadas claramente en las miniaturas, tomando el pulso a las tendencias que más se difunden. Es necesario remarcar que para la elaboración de una miniatura existen dos filtros, la del artesano que elige el edificio de referencia para la miniatura y la del comprador que elige aquello que forma parte de sus expectativas.
La representación estética arquitectónica muestra cierto sentido de proyección a un contexto deseado, es decir, una visión de sí y de la ciudad: un imaginario. En este sentido, la asociación de la alta tecnología con lo contemporáneo es un hecho, la pervivencia de lo andino ancestral implica continuidad histórica. Es importante remarcar la incorporación simbólica de una modernidad imaginada en el que el grado de autonomía es importante, por ello los edificios construidos en El Alto se están distanciando -estéticamente- del minimalismo occidental y académico imperante en Calacoto o el Urubó, sin embargo, tampoco se muestra una gran influencia china como se grafica en el Cómic Altopía.
Mediante la lectura de referencias arquitectónicas se evidencia una apertura a influencias externas, ya sean grecorromanas, árabes, chinas, minimalistas, high tech. Esto desmonta, en su dimensión, relatos políticos que arguyen a un endogenismo y aletargamiento cultural como una condición inherente en esta parte del país. Así también las representaciones estéticas de alta tecnología en la arquitectura, tienen correlato con el surgimiento periódico de jóvenes y niños hábiles en robótica y desarrollo de maquinaria artesanal; no es extraña la aseveración del reconocido economista paquistaní Mahbub Ul Haq que en los 90s identificó en El Alto un potencial para proyectarse tecnológicamente como Corea del Sur.
La dinámica económica alteña se basa en la manufactura y el comercio, la innovación tecnológica enmarcada en la Revolución 3.0 y 4.0 puede ser un horizonte factible, pero son necesarias condiciones favorables en cuanto a infraestructura y políticas a largo plazo, así como la cualificación de recursos humanos. Ya existen imaginarios sociales de base que pueden sostener una vocación de la ciudad, una visión de sí en relación a la metrópoli. Es necesario un Plan de largo aliento como el Plan Bohan lo fue para Santa Cruz.
Ojalá que, a futuro las representaciones arquitectónicas de alta tecnología no solo se limiten en una dimensión simbólica, sino en verdaderos desarrollos domóticos que puedan elevar la habitabilidad, las cuales se entremezclen con rituales como la ch’alla demostrando un fuerte núcleo cultural, todo ello en edificios coloridos que mantengan una imagen urbana de las más más singulares del mundo.
Guido Alejo es arquitecto y analista