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Opinión

AVIVAR LA ESPERANZA EN EL MESÍAS

5 de Diciembre, 2009
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MIGUEL MANZANERA, S.J.
Por, Miguel Manzanera, SJ (.)
Según su propio calendario la Iglesia Católica inicia el nuevo año aproximadamente un mes antes del calendario civil occidental. No lo hace con afán de rechazar el calendario usual, que prácticamente es universal, sino simplemente para mantener viva la tradición de las fiestas litúrgicas a lo largo del año. Pedagógicamente cada año se vuelven a celebrar, manteniendo una cierta secuencia cronológica, los momentos claves de la historia de la salvación. No se trata de una simple repetición cíclica, sino más profundamente de recordar y revivir la historia pasada y proyectarla hacia el futuro final de los tiempos.
Entre las fiestas más importantes sobresale la Navidad, el 25 de diciembre, momento clave en la historia que sucedió hace unos dos mil años. La Iglesia quiere que celebremos solemnemente aquel día esplendoroso en el que la Virgen María, habilitada milagrosamente por la energía de la Rúaj Santa, recibe la encarnación del Logos Eterno y da a luz a Jesús, el Salvador. El misterio del nacimiento del Hijo de Dios encarnado es tan fundamental que no sólo diferencia cualitativamente a la religión cristiana de otras religiones, sino que además da una nueva esperanza a la humanidad. Al hacerse hombre el Hijo de Dios nos abre la esperanza de que los hombres podamos ser también hijos de Dios. Por ello la Iglesia antepone a la Navidad el tiempo del adviento o sea de cuatro semanas de preparación al primer advenimiento del Señor.
La preparación que propone la Iglesia en el adviento se funde con la historia previa al nacimiento de Jesús, desde el inicio del mundo y particularmente desde la creación del hombre. Dado el enorme lapso de tiempo la Iglesia se concentra en la historia del pueblo de Israel, a partir del Éxodo de Egipto, unos 1250 años antes de la era cristiana. El pueblo de Israel bajo la guía de Moisés durante su travesía por el desierto recibe la revelación del verdadero Dios Yahveh que le ofrece realizar una alianza con Él con la base ética del Decálogo.
Una vez asentado en la tierra prometida, el pueblo elegido atravesará muchas vicisitudes. Si bien muchos israelitas serán fieles a la alianza, otros cometerán toda clase de idolatrías, infidelidades, injusticias y atropellos. Los mismos gobernantes, primero jueces y luego reyes, no siempre serán fieles a la alianza. Muchos se desviarán de la Ley del Señor, arrastrando al pueblo con sus malos ejemplos.
Con una finalidad pedagógica el Señor permitirá la humillación de su pueblo. El destierro en Babilonia, por casi medio siglo, desde 587 a 538 a.C., es un tiempo de purificación y de conversión. Aquí resurge con fuerza la esperanza en el Mesías que será enviado por Dios. En uno de los textos más significativos, el profeta Isaías describe al Mesías descendiente de David que gobernará al pueblo en fidelidad a la alianza: “Se posará sobre Él la Rúaj (Espíritu)) de Yahveh, Rúaj de Sabiduría e Inteligencia, Rúaj de Consejo y de Fortaleza, Rúaj de Ciencia y Temor de Yahveh. No juzgará por las apariencias, ni sentenciará de oídas. Juzgará con Justicia a los débiles y sentenciará con Rectitud a los pobres de la tierra. Herirá al hombre cruel con la vara de su boca y matará al malvado con la Rúaj (soplo) de sus labios. Justicia será el ceñidor de su cintura, Verdad el cinturón de sus flancos” (Is 11, 5).
En ese texto la Iglesia ha reconocido el retrato del Mesías esperado, que se cumplió en la persona de Jesús. Él se mostró como la Verdad, la Sabiduría, la Inteligencia y la Ciencia de Dios, virtudes noéticas necesarias para guiar al pueblo. Al mismo se identificó con la Justicia y la Rectitud para juzgar correctamente y con la Fortaleza para cumplir sin desfallecer su misión. Él tuvo que hacer frente a las insidias del príncipe del mal, que representa a la falsedad, a la injusticia, al odio, al rencor y al desconocimiento del verdadero Dios. Movido por la Misericordia, se ofreció, como el Siervo de Yahveh, a cargar con los pecados de su pueblo para traernos la Paz (Is 53, 5). Él es el que vendrá al final de los tiempos con gloria y majestad.
Con ello el Mesías esperado se convierte en la imagen o el perfil que debe tener todo gobernante terreno. Estamos ahora en Bolivia en pleno tiempo electoral. Pidamos al Señor para que su Rúaj oriente al pueblo boliviano, en su gran mayoría creyente en el verdadero Dios, para que tengamos gobernantes según el perfil, arriba expuesto, de Jesús, el Mesías salvador, cuyo nacimiento festejaremos al final de las cuatro semanas del tiempo del adviento.
----- (.) El autor es sacerdote jesuita y teólogo

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