GABRIELA CANEDO
En un artículo anterior había caracterizado el 2019 como un año de protestas y revueltas. Una investigación de casi diez años en América Latina, realizada por Manuel Castells, y Fernando Calderón sostiene que estamos frente a un panorama negro, lo llaman kamchaca, palabra aymara que refiere a una niebla negra, densa, asfixiante, que hace perder el sentido de la orientación. Para el caso Latinoamericano, tanto la violencia, el miedo y la economía criminal son factores dominantes.
La metáfora de kamchaca, se puede aplicar a problemáticas más locales y otras más globales. Dentro las primeras, es alarmante que en dos semanas, de haber iniciado un nuevo año, los feminicidios en el país alcancen a más de una decena. Lo que nos retrata que cada día en algún lugar de Bolivia, una mujer ha sido asesinada por su pareja. Es atroz, espeluznante, el grado de violencia contra las mujeres, por la condición de ser mujer y de todo un orden patriarcal, que la construye en calidad de objeto y posesión de un varón. El desemboque de tal construcción, es el ejercicio de poder, a tal extremo que el varón se atribuye el derecho de quitarle la vida a la mujer. Esta problemática, de manera enfática y particular, nos remite al convencimiento de que la ruptura de lazos sociales, que son elementos imprescindibles para la construcción de identidad del ser humano, es el común denominador. Lo que se traduce en el ejercicio extremo de la violencia, y la deshumanización, pues no hay nada más agresivo que quitar la autonomía a una persona al punto de cegarle la vida. Urge la acción directa de la sociedad, y del Estado para hacer transformaciones profundas que no sólo rayen en la sanción. Es vital la prevención, por tanto el trabajo sobre la construcción de estereotipos e identidades y en el desmontaje de un sistema patriarcal a todo nivel.
Aplicada la metáfora de kamchaca a una problemática de orden global, la del cambio climático, expresada en los incendios, arroja un cuadro desolador. En medio año hemos vivido dos vorágines de fuego en la Chiquitanía y amazonia brasilera, y en Australia. Los estragos medioambientales, para Castells, y Calderón tienen que ver con modelos económicos neodesarrollistas donde el componente productivista fue destructor de la naturaleza. Apuntan que en este tema hay que realizar dos cambios o revoluciones, uno cómo se saca de la pobreza a todo un continente, y el otro es hacerlo sin destruir la naturaleza que paradójicamente es un atentado contra nosotros mismos.
El panorama negro, ha sido la sedimentación de un modelo económico deshumanizado que ha generado, entre otros factores, la individualización y la ruptura de los lazos sociales. Soñar y tender a que alcancemos en el país a que ni una mujer más sea asesinada, y por otro lado, apuntar a cuidar nuestro medio ambiente, suena a utopía, pero como dice Bauman, “una sociedad sin utopía no es habitable y en consecuencia, una vida sin utopía no es digna de ser vivida”.
Gabriela Canedo es socióloga y antropóloga