GABRIELA CANEDO
Ante la ley hay un guardián, un campesino se presenta frente a este y solicita que le permita entrar en la ley. Pero el guardián contesta que no puede dejarlo entrar. El campesino no había previsto estas dificultades; la ley debía ser accesible siempre para todos piensa él; pero al fijarse en el guardián (…) decide que le conviene más esperar. El guardián le da un banquito y le permite sentarse a un costado de la puerta. Allí espera días y años (…) (Franz Kafka)
Ese campesino es Franclin Gutiérrez, se encuentra “ante la ley” esperando días y años, frente a la indiferencia del poderoso guardián que le ha negado la libertad. Como sacado de un cuento de Kafka, el proceso de este joven dirigente se ha extendido por innumerables audiencias suspendidas, inspecciones oculares postergadas, no una o dos, sino en cinco oportunidades. El poderoso guardián decidió que se debía ingresar a La Asunta en helicóptero para realizar la pericia. Propósito complejo, cuando existe posibilidad de trasladarse por vía terrestre.
Ante la ley Franclin agoniza, porque detrás suyo esta todo el drama de su familia. Parte de él ya murió con la partida de su pequeño hijo, mientras el poderoso guardián permanece impasible, cerrándole las puertas. El Instituto de Terapia e investigación sobre las secuelas de tortura y la violencia estatal (que nombre más cabal para este caso kafkiano) ha realizado una evaluación médica a las dos hijas que le quedan, y como era de esperarse ambas sufren trastornos, depresión y traumas. Es lógico, una familia de cinco integrantes, se ha reducido a tres, y con episodios dramáticos.
Pero a nadie le importa y obviamente menos al poderoso quien ha fichado a este dirigente como uno de sus opositores. Bajo el argumento de que “se es culpable hasta que se demuestres lo contrario”, Franclin se encuentra recluido aproximadamente ya 400 días, y desde la celda muestra entereza en su faceta de dirigente “soy un perseguido político y el país lo sabe” declaró. Sin embargo, en su perfil de padre y esposo siente la impotencia y se quiebra en llanto cada vez que se suspende sus audiencias y se le niega la libertad. En cada ocasión, existe una mayor disparidad de estatura entre él y el guardián en desmedro de Franclin. Todo arroja que no existe la más mínima voluntad de realizar una investigación seria.
En este caso, el guardián, además de violar el derecho a la libertad de Franclin, mediante la reclusión sin evidencias contundentes, estaría recayendo en maltrato a la niñez, y omitiendo las reglas internacionales que velan por la protección del menor, debido al estado en el que se encuentran sus dos hijas. La reunificación familiar es apremiante. Por humanidad y por justicia, urge la libertad para Franclin Gutiérrez.
Gabriela Canedo V. es socióloga y antropóloga