Bueno, ya decidí… Yo también me postulo como candidato presidencial. Quiero servir a la patria y sacar a Bolivia del túnel oscuro en el que está desde que Evo Morales asumió el poder en 2006. Quiero salvar al pueblo boliviano y para ello llamo a la unidad de todos los candidatos de oposición. Creo que mi candidatura puede ser factor de unidad, conmigo en el centro, por supuesto. Los demás tienen que rendirse a la evidencia de que mi propuesta es la mejor.
No tengo sigla, ni dinero para comprarla, ni seguidores (ni siquiera mis amigos), pero creo que soy la mejor opción para unir a la oposición contra el MAS, al que he desmenuzado críticamente desde hace muchos años, cuando muchos de los que ahora se erigen en rabiosos opositores estaban todavía en luna de miel. Mi consecuencia salta a la vista, no así la de otros “pasa-pasa”.
No tengo un programa bien desarrollado y por escrito, pero ya se ha visto que eso no cuenta mucho en una población poco afecta a la lectura. He escuchado a la gente quejarse de que los partidos “no tienen programas” cuando en realidad no los han leído por pereza. Entonces, es mejor unas cuantas consignas que funcionan siempre bien: “renovación política”, “lucha contra la corrupción”, “justicia independiente”, “reducir la burocracia”, “apoyo a la pequeña industria", “cuidado de la madre tierra”, “relaciones de amistad con todos los países”.
No hago grandes promesas como otros: la gente ya está escarmentada luego de casi 20 años de mentiras del MAS. Mientras más grandes las promesas (“seremos como Suiza”, “mar de gas”, “ganaremos en La Haya”), más estrepitoso es el descalabro.
Si no consigo una sigla a buen precio, haré alguna alianza de último momento para obtener así algunos escaños en la Asamblea Legislativa. Lo pragmático sería negociar con el caballo ganador, según indiquen las encuestas. Ofrezco a cambio los votos de mi taxi-partido y mi reputación de persona honesta e independiente.
La inflación de candidatos me favorece, aunque sean una manga de oportunistas (no como yo). Algunos lanzaron postulaciones sietemesinas, en cambio yo he esperado para que madure el feto. A los sietemesinos les falta oxígeno, aún no tienen completamente formados los órganos, sobre todo el cerebro.
Casi ninguno de los veinte reciclados o novatos tiene sigla ni posibilidades económicas de financiar su campaña electoral (salvo un altanero empresario). La única razón por la que amenazaron con lanzarse a la piscina vacía es para ganar notoriedad, hacer visibles sus desconocidos rostros, y cuando ya estemos cerca de las fechas del calendario electoral donde tendrán que presentar una sigla vigente y otros requisitos, darán cuidadosamente dos pasos atrás para no resbalar en el trampolín mojado. ¿Qué obtendrán a cambio? Negociarán su 2% o 3% de intención de voto a cambio de algún puesto. Yo también puedo hacer eso.
Falta más de medio año para las elecciones, pero ya están los oligofrénicos espontáneos lanzándose al ruedo de una contienda en la que son como el pelo en la sopa. Saben que no tienen ninguna posibilidad en las elecciones, pero todos quieren medirse en una primera vuelta, abriendo el camino para que el candidato del MAS gane con volapié. Podrían invitar como candidato a la vicepresidencia a Jorge Richter, por la enorme habilidad que tiene de escupir para arriba.
Yo también puedo ser candidato, cualquiera puede, ¿por qué no? Primera etapa, me lanzo al vacío sin red para saber si hay almas caritativas que me tomen en serio y me atrapen antes de que me aplaste sobre el pavimento. Doy charlas y entrevistas (tengo bastante experiencia académica internacional en eso), recorro el país para que conozcan o recuerden mi cara, y afirmo cándidamente que busco articular la unidad de la oposición, sin ambiciones personales pero… veamos los resultados de la primera vuelta.
Segunda etapa, ya me han visto un poco aquí y allá, mi nombre suena para bien o para mal (como dijo Dalí: “Que hablen bien o mal, lo importante es que hablen de mí, aunque confieso que me gusta que hablen mal porque eso significa que las cosas me van muy bien”), y ahora aparezco con 1% o 3% en mis propias encuestas más optimistas, entonces ya puedo reunirme con otros candidatos con la perspectiva de hacer una alianza, ya que no tengo ni sigla, ni programa, ni carisma… Entonces, para participar en esa demoledora primera vuelta, más me vale subirme al carro de uno que esté un poquito mejor situado que yo.
Tengo que apurarme, porque ya todos los demás están correteando como guanacos entre Santa Cruz, Cochabamba, El Alto y La Paz, para conseguirse pareja. Les iría mejor si usan Tinder… Las parejas más incongruentes hacen empanaditas, algunas con disimulo. Entre bombones y bomberos, pollitos de Milei, colas de paja y neofascistas renacidos no hacen montón. Sumando diez candidatos autoproclamados, seremos muy eficientes y conseguiremos restarle un 12% a 15% de votos al candidato de oposición con más probabilidades (según las encuestas independientes), con lo que el triunfo del MAS estaría garantizado en una primera vuelta. Ya sabemos quiénes se están frotando las manos de pura felicidad.
Exmasistas, exmilitares, expolicías, exfuncionarios, exprofesores y otros exoplanetas quieren girar en torno de la apetecida silla presidencial, aunque sea una vueltita, sin darse cuenta de lo que le vendrá encima al próximo presidente. Las ambiciones personales ciegan y por eso la lista de quienes ya han anunciado sus candidaturas “de unidad”, se estira como moco de pavo. No debería mencionarlos porque son mi competencia, pero soy generoso. En orden alfabético, como tamborileros del desfile del desastre nacional: Ballivián, Bohrt, Chi, Costas, Cuellar, del Granado, Doria Medina, Galindo, Lara, Lema, Marinkovic, Mariscal, Patzi, Reyes Villa, Sánchez, Saravia, Soliz, Uriona, Zambrana… Hay de todo en esta comparsa de animales menos simpática que el carnaval de Saint-Saëns.
Choquehuanca, el pajpaku de la plaza Murillo, es el más vivo: no se mete en el ajo. Su oportunismo data de varias décadas y su verborrea es hemorrágica. No va a quemar sus cartuchos. El sujeto es un fresco y lo que quiere es cualquier puesto en el Estado que le reporte un buen salario, poco trabajo, muchos viajes de turismo (disfrazado de “visitas oficiales”), y la posibilidad de usar sus influencias para traficar favores y enriquecerse.
En ese panorama, sumar mi humilde candidatura a la de tantos aspirantes, no es una locura. Si ellos pueden, yo también. Y si yo puedo, cualquiera puede. Vamos, vamos, ya falta poco para tocar fondo en el abismo. Con el concurso de muchos candidatos, lo vamos a lograr.
El autor es escritor y cineasta
@AlfonsoGumucio