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Opinión

La familia como núcleo vital: reconocerla, cuidarla y sostenerla

14 de Mayo, 2025
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Cada 15 de mayo celebramos el Día Internacional de la Familia, una fecha que visibiliza la importancia de este núcleo fundamental. Este 2025, el lema es: “Políticas orientadas a la familia para el desarrollo sostenible”. Más allá de los gestos simbólicos y las frases optimistas, esta fecha debería invitar a mirar las condiciones reales en las que las familias crían, sostienen y educan a las nuevas generaciones.

 Honrar a la familia no solo implica celebrar, sino también crear condiciones para que su vida cotidiana sea posible, saludable y sostenible. Desde el enfoque ecológico del desarrollo humano de Urie Bronfenbrenner, entendemos que la familia es el primer entorno donde los niños experimentan sus primeros vínculos. El desarrollo depende de factores genéticos y del entorno, pero este no es aislado. La familia se nutre de sistemas más amplios, y uno de los más relevantes, es la comunidad. 

El rol de la comunidad es esencial para el bienestar de quienes cuidan y son cuidados. Cuando madres, padres y cuidadores cuentan con redes de apoyo, centros educativos y de cuidado, así como políticas públicas eficaces, no solo se alivia la carga individual, sino que se fortalece la capacidad colectiva de acompañar la crianza. 

Esto demuestra que no podemos seguir viendo a la familia como una unidad desconectada de su contexto. Esta mirada invita a repensar cómo están siendo sostenidos quienes cuidan. Sabemos que la presencia emocional y física de los cuidadores es fundamental para el desarrollo infantil, pero las exigencias sociales los obligan a trabajar más allá de lo razonable. Muchos no pueden ofrecer la atención que desearían. Las familias están siendo desbordadas por las demandas del sistema, y los niños muchas veces crecen en soledad, bajo la influencia del entorno digital y los algoritmos. 

Hoy los cuidadores enfrentan una doble exigencia: trabajar como si no criaran y criar como si no trabajaran. Las jornadas laborales extensas imponen una carga que limita la presencia plena. La falta de políticas públicas de cuidado deja a las familias sin respaldo para equilibrar vida laboral y familiar. Esta presión constante las agota e impide sostener la crianza de forma saludable y sostenible. 

Si queremos que las familias formen personas plenas, debemos garantizarles las condiciones para hacerlo. El amor no basta cuando faltan tiempo, recursos y acompañamiento. La familia no cría sola: lo hace inmersa en un entramado social que puede sostenerla o dejarla desbordada.

Pensar la familia como unidad aislada es injusto y peligroso: invisibiliza el agotamiento, las violencias silenciosas y la falta de recursos. Honrarla requiere más que celebraciones simbólicas: implica crear condiciones reales para que pueda florecer. Esto será posible si dejamos de ver la crianza como un reto individual y comenzamos a asumirla como una responsabilidad compartida. Porque cuando una familia tiene tiempo, apoyo, redes y políticas que la sostienen, toda la sociedad se fortalece. 

La autora es consejera en crianza