Hace una semana se realizaron las elecciones presidenciales en Venezuela, a pesar de las esperanzas de millones de venezolanos tanto dentro del territorio como afuera, que con las elecciones Maduro aceptara que no tiene el apoyo necesario para gobernar en una democracia; sin embargo, es allí donde la realidad se hace sentir, porque lo del 28 de julio fue un teatro para aparentar una relección de Maduro con parámetros de los países democrático, con la salvedad que la líder opositora con apoyo de los testigos de mesas y fuerzas chavistas contrarias a Maduro recopilo las actas de la mesas de votación; el fraude que hizo Maduro era manipular los votos, más no las actas de cada mesa electoral (se confiaron los maduritas que las actas no se recopilarían tan rápido desde la ciudadanía); ahora la problemática es que Maduro oficialmente ya es un dictador, aunque actuaba como tal desde el 2014.
Lo antes mencionado, cada venezolano lo sabía (me incluyo) porque en un país donde emigran más de 8 millones de habitantes, no pueden democráticamente ganar elecciones las fuerzas políticas que han destruido toda una nación en 25 años, todo comienza en el primer periodo de Hugo Chávez; también los venezolanos sabemos que Maduro no saldrá por votos electorales, las maneras que deberá dejar el poder son varias pero todos son perjudiciales tanto para el dictador como para su entorno, por eso cada día que pasa desde el 28 de julio más compleja será la solución. Mientras que eso ocurre, seguirán saliendo miles de venezolanos (se estimas que otros dos millones), lo que quedan en Venezuela están pasando hambre (entre ellos unos familiares directos) y los grupos armados irregulares se apoderan de territorios amparados por Maduro.
Por último, algunos venezolanos creemos que esta pesadilla pasara, pero en el mediano plazo o largo plazo porque apenas se ha iniciado una transición a la democracia, teniendo como primer paso demostrar con actas electorales en mano que ya Maduro no tiene votos (en el 2014 hizo lo mismo, pero nadie en el mundo nos creyó); sin embargo, aún tiene el poder de las armas que en su momento también lo perderá, solo Dios y Padrino López lo saben.
El autor es filósofo.