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Opinión

Urge una mediación diplomática entre Ecuador y México

3 de Mayo, 2024
WINDSOR HERNANI LIMARINO
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En marzo del 2008 la región suramericana tuvo una de las más graves crisis, cuando fuerzas armadas colombianas bombardearon una base de las FARC, que alcanzó territorio ecuatoriano. Inmediatamente Ecuador rompió relaciones diplomáticas con Colombia. Nicaragua por afinidad ideológica hizo lo mismo y Hugo Chávez protestó vehementemente. El desentendimiento conllevó incluso movimientos de tropas de Ecuador y Venezuela a la frontera con Colombia.

La diplomacia, con la premura que el caso aconsejaba, actuó. En el marco de la XX Cumbre del Grupo de Río, una reunión de mandatarios fue concertada. Luego de un intercambio de acusaciones y miradas desafiantes entre los Presidentes Correa y Uribe, con un apretón de manos, la crisis fue superada; por supuesto, hubo previo pedido de disculpas de Colombia y una Resolución, que con sensatez y moderación, rechazó la acción ocurrida.

Ni duda cabe, en la historia subregional fue un caso delicado, que no llegó a mayores, porqué actuó y triunfó la diplomacia profesional. Es aquella que sabe que su función principal es evitar los conflictos y si los hubiera solucionarlos.

Distinto es el accionar diplomático que viene ocurriendo en la controversia entre Ecuador y México. Si bien Ecuador actuó al margen de las obligaciones internacionales, México también hizo lo propio. Lo lamentable, es que algunos diplomáticos suramericanos no actúan con mesura, ni promueven la distensión y menos median para lograr una solución amistosa. Por el contrario, azuzan el fuego y generan que la controversia perdure.

En el seno de la OEA, algunos Representantes Permanentes hicieron gala de su inexperiencia. Es inevitable, son políticos, poco o nada saben de diplomacia y no tienen los atributos que requiere el cargo.

Guiados por alianzas ideológicas, promovieron una reunión, que no tuvo el propósito de precautelar el bien mayor, propiciando soluciones, sino apoyar a los afines. Anticiparon “condena” antes de la reunión, algo que un  prudente diplomático nunca haría, ya que aunque así fuera la decisión, por deferencia hacia un Estado cabe escuchar primero a los países involucrados. Es más que una mera formalidad, muestra respeto hacia un Estado y caracteriza un apropiado accionar diplomático.

En el Consejo Permanente de la OEA, actuaron como Francisco de Torquemada, emitiendo condena a través de discursos incendiarios, cargados de adjetivos calificativos y utilizando términos inapropiados. Era inevitable, no saben que en la retórica diplomática, hay que tener tacto. Saber decir verdades con cortesía.

Concluida la reunión, salieron ufanos, emitiendo declaraciones públicas, atribuyéndose supuestos triunfos, algo que no cabe, porqué aunque así fuera, en el relacionamiento interestatal hay que tener mesura o por lo menos modestia.

Equivocadamente consideran que la Resolución 1253 de la OEA, condena sólo a Ecuador. No leen el texto íntegro. El pronunciamiento refiere no solo a la inviolabilidad de las Embajadas, sino también a la institución del asilo diplomático (numeral 4). Es la letra chica que equilibra la postura de los Estados miembros de la OEA y que sin ella seguramente no hubiera sido aprobada.

Al final, lo importante y lamentable, es la ausencia de una mediación conjunta de los Estados suramericanos para promover una salida amistosa, como ocurrió en el caso descrito. Parecería que los diplomáticos políticos son más o pueden más, que los diplomáticos profesionales.  

Causa extrañeza el silencio de la diplomacia de Itamaraty, que históricamente supo mediar apropiadamente tanto en conflictos interestatales como internos. Espero que sea un actuar silencioso, propio de sagaces diplomáticos.  

México ha demandado a Ecuador ante la Corte Internacional de Justicia y penosamente algunos diplomáticos, congratularon la decisión, cual si fueran hinchas de barras bravas. Ecuador también hizo lo propio y el conflicto innecesariamente ha escalado. 

El contencioso, de persistir, avizora años de litigio, que probablemente concluya con una sentencia que determine responsabilidad internacional tanto para Ecuador como México. Si bien el derecho internacional consagra la inviolabilidad de las embajadas, también prohíbe la concesión de asilo a delincuentes comunes. Es predecible y necesario que los jueces pongan los puntos sobres las íes, interpretando en su justa dimensión, la disposición de la Convención de Caracas que determina que quien califica si es delito común o delito político, es el Estado asilante.

Los Estados latinoamericanos cuentan con una rica tradición de mediación diplomática en la prevención o superación de conflictos. Hago votos para que los diplomáticos profesionales honren está herencia y actúen prontamente promoviendo una salida negociada a la controversia que actualmente ocurre entre Ecuador y México.

El autor es diplomático de carrera