El Papa Benedicto XVI (+) en el Ángelus en la Plaza de San Pedro de 12 de abril de 2012 en su mensaje a los peregrinos dijo: “Jesús en su vida pública, curó a muchos enfermos, revelando que Dios quiere para el hombre la vida y la vida en plenitud”.
Jesús en sus visitas a aldeas y pueblos caminó sin cansancio para curar a los enfermos de lepra, paralíticos, ciegos e impuros, no se colmó en asistir, pues siempre estuvo dispuesto al servicio social humanitario, para enseñar al mundo que todos tienen derecho a vivir, porque la vida es el valor inestimable de la civilización.
¿Cuándo nos encontramos con Jesús? Cuando concentramos nuestra mirada y atención en los crucificados de este mundo, en los que viven el dolor, y al pie de la cruz nos encontraremos verdaderamente con Dios y su hijo Jesús.
¿Cómo muere Jesús? Muere clamando en su voz materna en Arameo: “Eloí, Eloí, lema Sabaktani”. Esto es: Dios mío, Dios mío ¿A qué me abandonaste? Suele ser la pregunta de los que sufren y están a punto de renegar. Y, es ahí, en esos momentos cuando notamos la presencia de Dios en la muerte de todos lo que Jesús vive.
Jesús cargando la cruz mediante su propia sangre entra de una vez para siempre en el santuario, consiguiendo una redención eterna, y cuanto más la sangre de Cristo, él mismo se ofreció a Dios “como sacrificio”, para purificar nuestras conciencias de las obras muertas, para dar culto al Dios vivo.
Reconocemos los católicos que Jesús es mediador de una alianza nueva en tanta conflictividad que destruye la paz en las familias, para que, después de una muerte como rescate de los delitos cometidos con la primera alianza, reciban los llamados por el Espíritu Santo la promesa de la herencia eterna.
En este sentido, para la creación humana poco valor tiene el rociar a los impuros con la sangre de cabras, toros y ceniza de becerros, porque solo consagra una pureza externa de orden material, incomparable con la sangre de Jesús que por el espíritu se ofreció a Dios y a todos sus hijos, para dar culto de vida y perdón, incluidos Judas y los traidores del reino de la gloria.
Es verdad, que en la vida existen problemas acuciantes que demandan nuestra reflexión para ser libres y vivir seguros en una sociedad de derechos.
En esa construcción de derechos, para una sociedad diferente y pujante en su desarrollo, estuvo presente el Dr. Herland Vaca Díez Busch, que en vida fue pionero de Trasplante de riñón en Bolivia y lo fue también con liderazgo en la iniciativa de Trasplante de hígado. Desde el Instituto del Riñón se registran décadas de sus obras de solidaridad y donación a centenares de ancianos, jóvenes y niños que fueron trasplantados y medicados sin esperar retribución. Su vida ejemplar como persona, médico y líder cívico lo encumbra como un profeta de mandil blanco, incomparable por su servicio social a su querida y amada Santa Cruz y las familias de Bolivia.
Como siempre estuvo entregado a la justicia social, su fidelidad a Dios y su ferviente convicción de principios y amor a su pueblo, el Senado y la Asamblea Departamental tienen la mejor oportunidad de honrar su memoria a este hijo digno de Bolivia. Dios los tenga en el reino de la gloria eterna y fortaleza para su familia.
El Santo Padre Juan Pablo Segundo dijo: “Todas las familias deben saber como resistir las falsas sirenas de la cultura de la muerte. No podemos seguir adelante con la muerte como única base de nuestra civilización”.
El autor es abogado constitucionalista y defensor de DDHH