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Opinión

Trofeo político

29 de Mayo, 2024
WILLIAM HERRERA ÁÑEZ
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El Movimiento Al Socialismo (MAS) se ha convertido en un valiosísimo trofeo político, que el presidente Luis Arce busca apropiarse por todos los medios posibles. El tribunal supremo electoral ha denunciado presiones del gobierno con miras a legalizar un congreso y desconocer otro, incluyendo a su líder histórico: Evo Morales. La pelea por la sigla del MAS ha dejado de ser una disputa partidaria para convertirse en un problema nacional que afecta a la gobernabilidad. Por cierto, el proceso electoral judicial ha sido bloqueado esperando que el conflicto interno salte al tribunal constitucional y sean los auto-prorrogados los que tengan que dilucidar quién se queda con el trofeo político o sigla del MAS.

Quien se quede con el instrumento político partidario tiene garantizado no solo la candidatura oficial sino también llegar o conservar el gobierno. Los partidos políticos constituyen el (único) vehículo que tienen los potenciales candidatos para ejercer sus derechos políticos, y participar en la formación, ejercicio y control del poder político, directamente o por medio de sus representantes, y de manera individual o colectiva.

Los partidos políticos son instrumentos para conquistar y reproducir el poder. El ejercicio de este derecho generó la necesidad de institucionalizar las organizaciones políticas con objetivos comunes y alcance general. Las agrupaciones políticas no se limitan, como otros actores políticos (sindicatos, gremios profesionales, grupos de presión, etc.), a ser portavoces de unas reivindicaciones particulares, corporativas, sectoriales, sino que promueven un programa de acción política general, que pretenden responder a los retos y problemas importantes de una determinada comunidad. Los objetivos se traducen en una serie de compromisos que deben honrarse en un período de gobierno o pueden ser indefinidos (como la reivindicación marítima). En esta búsqueda sistemática y permanente logran influir en la opinión pública.

La función más importante de los partidos políticos es, sin duda, la de representar intereses, ideales, sueños, aspiraciones. Y canalizan las demandas y motivaciones de la sociedad, las agregan u ordenan (el proceso de integración y síntesis es permanente) y las trasladan a los poderes públicos. 

El tradicional partido de masas, combativo, y dogmático, que reclamaba de sus miembros un compromiso personal total (un activismo militante), después de la caída del Muro de Berlín (1989), entra en declive y la llegada del siglo XXI será el fin de los partidos tradicionales. En la democracia contemporánea aparece un nuevo modelo o arquetipo de organización política: el partido que no se limita a representar los intereses de una clase o grupo, sino de amplios sectores sociales y busca tener una visión global.

Este modelo de partido político quiere trepar al poder en la próxima contienda electoral. Tiene como objetivo lograr el mayor respaldo posible, y para ello articula un discurso electoral, y evitará las propuestas más conflictivas y radicales, de modo que el programa sea asumido por la mayor parte del electorado. La ideología queda difuminada, suavizada para poder disputar la amplia franja de electores situados en el centro político. De ahí que no existan grandes diferencias programáticas, menos ideológicas entre los partidos políticos, menos entre las fracciones internas del MAS. Todos buscan la mayor cantidad de simpatizantes, aunque proyecten escenarios de extrema polarización característico del siglo XX. Todo esto no significa que los partidos hayan dejado de representar unos intereses en lugar de otros. 

Las agrupaciones políticas son verdaderas maquinarias propagandísticas que hacen de intermediarias entre el Estado y la sociedad. Esa es su función más genuina: ser cauces de expresión y de participación, y se ocupan de vertebrar políticamente a la sociedad. Cuestión distinta es sí la cumplen satisfactoriamente en la práctica, por cuanto es innegable la crisis de credibilidad, y de confianza en los partidos. 

Sin embargo, a pesar de sus deficiencias y la sistemática erosión deslegitimadora que vienen padeciendo, los partidos políticos están lejos de desaparecer o extinguirse. Las fórmulas alternativas como las agrupaciones ciudadanas, siguen teniendo un rol marginal y carecen de estructura y musculatura competitiva de largo aliento. Mientras la oposición siga fraccionada y adormecida, el MAS seguirá siendo el protagonista en la próxima contienda electoral, y como Luis Arce buscará la reelección presidencial necesita hacerse del instrumento partidario y todo el activo político que representa. 

El autor es jurista y autor de varios libros.