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Opinión

Sebastián, un hombre extraordinaire

13 de Febrero, 2024
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RONALD MACLEAN ABAROA

La muerte pone al ser humano en contraste. Libera de temor a detractores y destila sentimientos de admiración y afecto de amigos y familiares. Quizá así podemos entender el elegante y sorprendente discurso fúnebre cargado de reconocimiento, consideración y respeto que le dedicó Gabriel Boric a Sebastián Piñera, político al que más denostó en su ruta al poder.

“…un político que desde sus convicciones e ideas sirvió con                       amor a la patria… siempre puso a Chile por delante… demócrata desde la primera hora… abrió el camino del diálogo… a una derecha moderna, democrática y liberal…”
                 
Yo conocí a Sebastián Piñera en Buenos Aires el año 2000. Fuimos invitados ambos a presenciar un partido de fútbol entre los seleccionados de Bolivia y Argentina, en la Bombonera. Paradójicamente, allí conocimos al entonces Encargado de Negocios de los EEUU, Manuel Rocha, ya designado próximo embajador en Bolivia. Hace tan solo dos meses, Sebastián habrá también recordado esa circunstancia ante la revelación de que Rocha era un espía cubano.

¿Que hizo de Piñera ese hombre extraordinaire que fue? Ya se dijo que fue el político chileno dominante del siglo XXI y el mejor presidente que tuvo Chile desde el retorno a la democracia en 1989.

Sebastián nació en el seno de una familia burguesa de clase media intelectual. Sus padres educaron a sus seis hijos bajo un régimen disciplinario, ferozmente competitivo y humanista. Don José, el padre, perteneció a la Democracia Cristiana y fue embajador en Nueva York y Bélgica, donde éstos se educaron parcialmente, antes de retornar a Chile.

Mientras el padre era eminentemente intelectual, su madre, mujer de férreo carácter y gran bondad, complementó la educación de sus hijos. Dado que los dos mayores se “daban demasiado de cachetadas”, la madre les exigía que lo hicieran con guantes de box, en un “ring” que hizo instalar en el jardín.

La rivalidad entre los hermanos José y Sebastián, con solo un año de diferencia, ha sido legendaria. Tres de los hermanos (José, Sebastián y Pablo, “Polo”) se graduaron con los máximos honores del colegio y la Universidad Católica de Chile, donde fueron catedráticos, y continuaron en Harvard, donde obtuvieron doctorados (PhD) en Economía.

Regresado a Chile, Sebastián se opuso al gobierno militar y en el plebiscito de 1988 votó por el NO, en contra de su hermano José, ministro de Augusto Pinochet. Luego militó en partidos de derecha hasta llevarlos al gobierno en dos oportunidades, como el primer presidente liberal. Por lo que la izquierda chilena lo aborrecía y le temía.

Sebastián no heredó fortuna material alguna; labró la suya propia, pero ello no fue el objetivo único de su vida. Lo fue su vocación de servicio público; la política, la democracia y la modernización. Hombre brillante, algo “autista”, metódico, incansable trabajador, exigente con su gente. Un verdadero patriota; un lujo de hombre, ¡un hombre excepcional!

Como Piñera, nosotros tuvimos también un político-empresario comparable en Bolivia: Gonzalo Sánchez de Lozada, Goni, de casi idénticos rasgos, cualidades e historia personal. Igualmente, el primer presidente liberal moderno, electo dos veces; graduado de la Universidad de Chicago; inteligente, creativo, “un-tema-a-la-vez”, modernizador y demócrata. También de padre intelectual y diplomático y madre inteligente y de duro carácter. Se opuso al régimen militar de facto de Alfredo Ovando y Juan José Torres, del cual su hermano fue ministro y embajador. Y labró su propia fortuna.

Goni y Sebastián fueron víctimas de idéntica insurgencia antidemocrática ejercitada y perfeccionada en Bolivia desde la Guerra del Agua del año 2000 a Febrero Negro de 2003, y finalmente triunfante en octubre de ese mismo año. A Sebastián le tocó la cuarta versión insurgente en octubre de 2019, ya ensayada y perfeccionada tres veces antes en Bolivia.

Ambos prefirieron ceder antes que sofocar la sublevación salvaje, en aras de salvar la democracia. Democracia que en Bolivia se hunde y se encamina a convertirnos en un narco Estado fallido; mientras que Chile, quizá observando el desastre boliviano, ha rechazado el proyecto plurinacional socialista y ha persistido en su camino de desarrollo democrático liberal.

No extrañe entonces que Chile encumbre a Sebastián Piñera, su hombre extraordinaire; y Bolivia exilie al propio, su extraordinaire, para que no le recuerde la tragedia política que significó octubre de 2003, la Asamblea Constituyente, sus errores, traiciones y consecuencias.

El autor es catedrático, exalcalde de La Paz y ministro de Estado

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