Luis Arce y David Choquehuanca deben gobernar para todos los bolivianos, corregir los errores del pasado inmediato, buscar la reconciliación nacional y terminar con la polarización y división entre los bolivianos. Nunca es tarde para exigir la pacificación y la convivencia y la ciudadana espera una actitud constructiva, abierta y concertadora de nuestras autoridades, nacionales y departamentales, para resolver los grandes problemas que han explosionado en Bolivia.
En realidad, nadie en su sano juicio puede oponerse a un gran pacto nacional y una agenda concreta que marque una ruta crítica a seguir. Y como los dirigentes del MAS han generado la perversa confrontación y polarización en Bolivia, deben dar las coordenadas básicas no solo de un nuevo estilo de gobernar, sino convocar a los mejores ciudadanos para enfrentar los grandes retos post-pandemia y la crisis económica.
El gobierno nacional tiene toda la legalidad y legitimidad para dar un golpe de timón y hacer un gran entendimiento nacional. El encuentro del gobierno con los empresarios cruceños no solo evidencia el pragmatismo del MAS sino además la necesidad de buscar otros actores que son imprescindibles para resolver los problemas nacionales. Esta apertura del gobierno permitió conformar mesas de trabajo, donde se aborden temas críticos como la reactivación del aparato productivo nacional, la lucha contra el contrabando, entre otros.
Es cierto que Arce-Choquehuanca ganaron con más del 50 por ciento, y superaron en las urnas al caudillo Evo Morales. Sin embargo, existe el otro 50 por ciento de la población boliviana que debe ser tomada muy en cuenta, y quiere que termine realmente la confrontación, la guerra sucia, los insultos, las amenazas y todas las miserias humanas que afloran y han continuado en la actual gestión gubernamental.
Aunque el gobierno ha buscado guardar distancia de la vieja dirigencia masista, que tiene además procesos judiciales pendientes, no ha cumplido la promesa de imponer un nuevo estilo de gobernar. Por cierto, los votos no pueden “blanquear” (como por arte de magia) la comisión de delitos graves, salvo que se imponga la impunidad y entonces el remedio resultará peor que la enfermedad.
La oposición política tiene, igualmente, una mochila pesada sobre sus espaldas. Los senadores y diputados no sólo tienen que fiscalizar al ejecutivo, sino además tienen que salvaguardar los intereses nacionales por encima de sus intereses partidarios. La bancada opositora tiene que estar unida, lejos de los enfrentamientos internos inútiles que siempre benefician al adversario. En la medida en que haya esa unidad política se podrá ejercer la fiscalización y control del órgano ejecutivo y señalar los derroteros a seguir.
Habrá que recordar que el triunfo de Arce-Choquehuanca se debió no sólo a que su discurso conectó con los votantes, fueron directos, sencillos y prometieron una reconciliación nacional, sino a los gruesos errores del gobierno de transición de Jeanine Áñez, y a la falta de unidad en las filas del frente. La división reinante, sin duda, les pavimentó el camino y allanó el triunfo. Y como decía el estratega chino Sun Tzu: “El mejor general es el que gana la guerra con las armas del enemigo”. O sea, la mejor campaña es la que se gana gracias al esfuerzo del adversario y Arce-Choquehuanca parecen haberse dado el lujo de conseguirlo.
La ciudadanía está cansada de las denuncias de grueso calibre entre los propios masistas, el aumento exponencial del narcotráfico, la corrupción y la impunidad reinante. Y cuando faltan poco más de dos años para que concluya esta gestión gubernamental, la población quiere saber cómo piensan resolver la crisis económica, la corrupción, la falta de institucionalización y fortalecimiento del Estado, entre otras cosas.
El pueblo boliviano ha cumplido su deber ciudadano; ha tenido una participación ejemplar en todo sentido. La responsabilidad ahora está en manos de los dirigentes oficialista y opositores, y tienen que ponerse a la altura de las exigencias del momento presente. En las fiestas patrias, comienza una nueva etapa de la historia boliviana, y todos queremos y merecemos tener un mañana mejor. La democracia decepciona pero no traiciona.
El autor es jurista y autor de varios libros