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Opinión

¿Qué hacer frente a la subida de aranceles en los EE. UU.?

9 de Abril, 2025
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El 2 de abril de 2025 no pasará desapercibido para el mundo, en especial para los Estados Unidos de América (EE. UU.), luego que el Presidente Donald Trump anunciara la aplicación de “aranceles recíprocos” a los productos que importa de casi todos los países del orbe, derivando ello en serios desbalances: el déficit comercial en 2024 superó el billón de dólares (1.202.872.000.000 de dólares).

La medida consiste en imponer un arancel adicional del 10% a la importación de bienes, de forma general; del 20% a los de la Unión Europea y del 34% a los de China.

EE. UU. es el mayor importador mundial; el pasado año compró productos por la estratosférica suma de 3,3 billones de dólares (3,3 millones de millones de dólares); de otra parte, es el segundo mayor exportador -después de China- con ventas de 2,1 billones de dólares; la diferencia refleja el déficit de 1,2 billones de dólares ya comentado, siendo esta preocupación la que impulsó a Trump a optar por la subida de aranceles para defender su mercado de quienes, a su entender, impiden que las empresas estadounidenses les exporten más. La medida preocupó a casi todos, con pocas excepciones, ya que -vaya uno a saber por qué- Rusia, Corea del Norte, Bielorrusia y Cuba, no fueron afectadas.

Más allá de que la medida pueda ser denunciada ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) como un incumplimiento, el grave riesgo de una guerra comercial con los principales protagonistas del comercio internacional es alto. Como era de esperar, China respondió con un arancel recíproco del 34% adicional para las importaciones desde EE. UU., profundizando aún más la conmoción a nivel global, poniendo en rojo los mercados bursátiles en el mundo.

Algunos dirán que la motivación de Trump tiene que ver con la baja competitividad de la industria estadounidense, pero: ¿Qué si Trump tiene razón al decir que ese mercado estaba casi abierto arancelariamente y cumplía los compromisos de facilitación del comercio, mientras que los países que lo aprovechan imponen trabas a las exportaciones de los EE. UU.?

A decir del Presidente Trump, la medida apunta a equiparar las condiciones de competencia, aplicando aranceles adicionales que reflejen las dificultades que enfrentan sus exportadores: protección arancelaria en frontera; barreras no arancelarias, como prohibiciones, obstáculos aduaneros y entorpecimiento del comercio; y, las trabas paraarancelarias en cuanto a barreras técnicas, sanitarias y fitosanitarias aplicadas inconsistentemente; falta de transparencia, y discriminación en las compras gubernamentales; irrespeto de la propiedad intelectual y competencia desleal de las empresas estatales, entre otras.

La esperanza de Trump es que la protección del gigantesco mercado estadounidense, de más de 300 millones de consumidores con un alto poder de compra, equipare las condiciones de acceso con países que no solo protegen, sino, sobreprotegen sus mercados; también, que esta medida promueva la inversión, la industria y la tecnología en su nación, en aras de la “seguridad económica y nacional”, y genere mejores oportunidades para sus sectores productivos así como para los trabajadores, siendo la apuesta final, en sus palabras, recibir “ofertas fenomenales”, vale decir, mejores condiciones para sus exportadores, utilizando para ello el arancel como arma de negociación (“Trump está abierto a negociar los aranceles tras el cierre de Wall Street con una caída del 14%”, Euronews, 4.04.2025).

Pero, podría haber algo más: ¿Se imaginan el descomunal incremento de recaudación por los mayores aranceles, aunque suban los precios y quien pague sea el consumidor? Sólo con aplicar un 10% adicional, obtendría unos 300.000 millones de dólares. De no provocar ello una abrupta caída de la importación no solo ayudaría a bajar su déficit comercial y fiscal, sino, su deuda pública.

¿Afectará esta medida a nuestras exportaciones a los EE. UU.? Claro que sí, más que a muchos. Un arancel adicional del 10% nos restará competitividad frente a quienes estén exentos de tal cobro, como México, gracias a su acuerdo de libre comercio tripartito con Canadá; o, a los que negocien futuras rebajas arancelarias o lleguen con menores costos de transporte a ese país.

Por cierto, las exportaciones de Bolivia a EE. UU. en 2024 sumaron 271 millones de dólares y las importaciones desde dicho país, 809 millones. Prácticamente nada, comparado con la República Socialista de Vietnam que, pese a su ideología y a una guerra con EE. UU., le vendió 136.000 millones de dólares (casi 3 veces nuestro PIB y 15 veces nuestras exportaciones) y le compró 13.000 millones, logrando un generoso superávit de 123.000 millones. Pragmatismo, se llama eso…

Es de esperar que a nadie se le ocurra una “retaliación” contra EE. UU., al contrario, restablecer las relaciones diplomáticas rotas el 15 de diciembre del 2008 por la expulsión del Emb. Philip Goldberg, sería algo inteligente, con la mira puesta en lograr un trato especial de parte de la primera potencia mundial.

El autor es economista y Magíster en Comercio Internacional