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Opinión

Cuatro voces, corales y solistas

11 de Abril, 2025
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Es una buena noticia escuchar voces femeninas fuertes, sin lamentos, como registra el último número de la Revista Análisis e Investigación de la Carrera de Ciencias Políticas y Gestión Pública de la Universidad Mayor de San Andrés, con el auspicio de la Fundación Seidel.

El editor, Franklin Pareja, seleccionó cuatro testimonios: Jimena Costa, politóloga; Cecilia Requena, defensora de la calidad de vida; Adriana Salvatierra, parlamentaria y Claudia Soruco, periodista. Sus trayectorias hablan por ellas. Sus voces resumen intensos momentos de la construcción de la democracia en Bolivia.

Costas y Requena vivieron casi siempre en la sede de gobierno. Vivir, estudiar, trabajar, hacer política acá es muy diferente a tener esa experiencia en Cobija o en Puerto Suárez. Pasaron los años claves de su adolescencia bajo regímenes militares, esos 18 años sin prácticas democráticas (salvo fugaces gobiernos civiles).

Costas da datos concretos para describir las aguas pantanosas de la política, lo que le tocó enfrentar circunstancialmente con Samuel Doria Medina y su entorno y con Oscar Ortiz. Utiliza un lenguaje sin autocensura, audaz. Examina el día a día aprovechando la normativa vigente; se apoya en las leyes aprobadas en relación con la participación política de la mujer en estos 42 años de gobiernos constitucionales y las contrasta con la realidad dentro de la Cámara de Diputados.

Requena relata su trabajo y sus opciones por determinadas urgencias desde los años 80 para defender la calidad de vida, la sostenibilidad, desde Bolivia con claves mundiales. Presenta su activismo en la sociedad civil hasta el desafío de ocupar un lugar en el Senado de la Asamblea Legislativa Plurinacional. Sin quejarse, reafirma su compromiso. Sus vivencias dejan en el lector la sensación de estropicio en esta legislatura que culmina en pocos meses.

Por su parte, Adriana Salvatierra y Claudia Soruco alzan sus voces desde la región: Santa Cruz de la Sierra e Irupana. Ambas lucen su juventud; su lenguaje es de una generación que creció en un ambiente político diferente a los años 70.

La edad de la toma de conciencia, de las preguntas y de las definiciones la pasaron casi por completo bajo el régimen del Movimiento al Socialismo y con un solo presidente, Evo Morales.

Son voces solistas. Quizá no pueden sentirse representantes de una generación que se alejó de la militancia política. Desde su calidez, casi ingenuidad, nos develan otras formas de ver Bolivia.

Aunque Adriana no vivió directamente bajo la bota militar, pertenece a una familia de luchadores sociales, que padecieron los rigores de la clandestinidad, la cárcel, el exilio. Veinteañera enfrentó una encrucijada que la colocó en la cima y en la sima. Su visión enfatiza la teoría y los ejemplos regionales.

Claudia no es protagonista sino testigo, como periodista. Ejemplifica los avances en cifras de la presencia femenina en diferentes niveles del quehacer político. Sin embargo, también ejemplifica la instrumentalización de esa presencia. Mujeres para llenar listas, para la foto; no para la propuesta, para el pensamiento, para las principales vocerías.

Destaca a varias diputadas que han logrado presencia en los últimos años. Subraya que Cecilia Requena fue una parlamentaria excepcional. Nota la timidez generalizada para participar en debates sobre temas complejos, como los económicos. Comenta el hundimiento del parlamento en noticias de acoso y violencia sexual, agresiones verbales y físicas y el espectáculo de mujeres peleando a puñetes en la testera. La degradación ha alejado la participación de los mejores. Similar o peor escenario se transmite en las asambleas departamentales y en los consejos municipales. Se cumple con cuotas legales sin cuidar los méritos de las seleccionadas.

Las cuatro se distancian de la victimización mujeril, pero no dejan de lado los obstáculos que una boliviana tiene que vencer para poder competir en el espacio donde desarrolla sus apuestas profesionales, ideológicas, participativas.

Esta edición sale en vísperas de las definiciones electorales. Los partidos políticos tienen la oportunidad de cumplir la normativa y a la vez de potenciar la presencia femenina de calidad en la política.

¿Falta mucho para cambiar mentalidades, para que no se pongan de florero a mujeres y a indígenas? ¿Cuándo se hablará de personas, de seres humanos, sin tener que marcar las diferencias biológicas, étnicas, regionales, religiosas?           

La autora es periodista