Desde hace más de un mes que no escribo, las causas son varias una de ellas es lo saturado que estoy de tanta información no logrando definir una temática; luego se me daño la computadora, esperando que por caridad la persona que me la repara lo haga, porque confió en él totalmente y buen precio (algo para la soda); por último, una sutil desesperanza por lo oscuro que se visualiza la realidad; sin embargo, estas líneas surgen de la alegría y al mismo tiempo, de tristeza al hablar con mi hermana en una video llamada que vive en Venezuela después de estar en Colombia por 4 años, para que mi sobrina me conociera porque no se recordaba de mi cara, a pesar que hace 2 años las visite en Bogotá y estuve presente en los primeros meses de su vida, apoyando a sus padres en medio de la realidad venezolana, donde el hambre y la miseria estaban al orden del día.
Partiendo de lo antes mencionado, como (supuesto) buen filosofo me llevo a la reflexión y en darme cuenta, que muchas personas de diversas nacionalidades decidimos emigrar para busca una calidad de vida; pero el precio de la calidad de vida es la ruptura física del vinculo de los seres queridos, que a medida que pasa el tiempo se evidencia una distancia, además de física, afectiva; resaltando que gracias a la tecnología se pueden realizar llamadas o video llamadas, manteniendo un mínimo de vínculos con aquellas personas que estan en otros lugares del mundo; sin embargo, la tristeza aflora en aceptar que es la única vía de mantener el vínculo. Así mismo, el primer escrito después de mi ausencia al parecer esta enfocado en la realidad que muchos vivimos, pero pocos hablan como es la desvinculación afectiva producto de la emigración.
De igual forma, los vínculos afectivos son diversos pero los primeros que se generan son con aquellas personas que estan presente físicamente en el día a día, por ende, es complejo generar y mantener vínculos afectivos cuando existe distancias físicas, por muchos medios tecnológicos que existan; pero al mismo tiempo, en los lugares donde llega el migrante existe la posibilidad de generar nuevos vínculos afectivos, con la salvedad que en su (mi) alma existe el anhelo de abrazar y sentir físicamente a los seres queridos…
Ronald Valera es filósofo