MÓNICA BRIANÇON MESSINGER
Hace unos días el Hospital del Sur de Cochabamba recibió una donación de la Cervecería Boliviana Nacional. Se trata de un generador de oxígeno medicinal, tan vital y tan escaso en estos momentos. Resulta llamativo porque la empresa privada más grande de Bolivia está trabajando en un tema que no es de su competencia, pero lo hizo.
También cientos de personas están trabajando en figuras económicas, que no son de su competencia, realizando rifas y kermeses solidarias para colaborar a enfermos que son víctimas de la Covid-19. Así, la cuarentena está visibilizando dos cosas. La primera es el alto costo de la salud. La segunda es la solidaridad de la sociedad civil.
Debatiendo sobre el primer punto no sólo vemos que la salud es cara, sino que el acceso a ella debería ser igualitario, y no lo es. Estamos clamando que el gobierno central atienda a dos asuntos fundamentales como son salud y educación, pero la salud se define en una kermés y la educación trastabilla entre vacaciones forzadas y malos planes pedagógicos.
Es denigrante para la población notar que el Gobierno haya dado más dinero a Defensa que a Salud, más dinero al Ministerio de Gobierno que a la educación, o más presupuesto al Viceministerio de Comunicación que a Salud.
Para ellos resulta más fácil poner propaganda en medios estatales, o en los medios donde hacen su “pauteo”, para decir que han vacunado, o que están haciendo su trabajo, en vez de usar ese dinero para lo que realmente importa que es pagar al personal de salud, y atender a las necesidades de la gente en términos sanitarios.
Encima de todo, están gastando nuestro dinero en persecuciones políticas vengativas porque quieren establecer juicios y buscar hacia atrás responsabilidades para mantenerse vigentes.
O están creando escenarios totalmente innecesarios como el impuesto digital, que como ya lo dijimos varias veces no se trata del impuesto, per se, sino que se trata de a quién se lo estoy cobrando. Lo hago a un país que tiene el internet más caro y el más lento de la región. A un país donde no le he dado ninguna facilidad para emprender a las empresas digitales. Y a un consumidor que no genera valor agregado.
Lo peor es que ellos piden que se pague un impuesto por ver Netflix, cuando en la esquina de tu casa seguirán vendiendo películas piratas, sin factura.
Esa la Bolivia de hoy. Empobrecida. Con un sistema de salud caro. Sin un plan real de lucha contra el virus, con una sociedad que clama por hospitales y recibe canchas de fútbol, sin escenarios favorables que favorezcan a la demanda interna. Una Bolivia que lastimosamente sólo tiene presupuesto para lavar la imagen de los corruptos.
Mónica Briançon Messinger es Directora General de la Revista Libre Empresa